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martes, 13 de noviembre de 2018

Recursos naturales no renovables



Como su nombre indica los recursos naturales no renovables son aquellos que no se pueden regenerar con la suficiente velocidad para satisfacer el consumo humano. Estos recursos se deben cuidar para sacarles el máximo provecho y duren el mayor tiempo posible. Un uso desenfrenado puede llevar a su extinción, de forma que las generaciones futuras no podrán disfrutar de ellos Son recursos no renovables, por ejemplo, el petróleo, el gas natural, los minerales y los metales.    
En el planeta en que vivimos, estos recursos están distribuidos de forma irregular: en algunos lugares existen en gran cantidad y en otros hay poco o nada. Es como si la Naturaleza nos indicara que, una vez alcanzada la globalización, para poder sobrevivir los seres humanos deberíamos, en términos de la teoría de juegos, practicar  juegos de suma cero, es decir, como un solo equipo, dispuesto a ganar, es decir, conseguir que toda la humanidad viva lo mejor posible. ¿Cuántas veces se ha dicho que la naturaleza es sabia?  
Estamos en un momento crítico de la historia de la Tierra, en el cual la humanidad debe elegir su futuro. Para seguir adelante debemos reconocer que, en medio de la magnífica diversidad de culturas y formas de vida, somos una sola familia humana. Debemos unirnos para crear una sociedad global sostenible fundada en el respeto hacia la naturaleza, los derechos humanos universales, la justicia económica y una cultura de paz. En torno a este fin, es imperativo que nosotros, los pueblos de la Tierra, declaremos nuestra responsabilidad unos hacia otros, hacia la gran comunidad de la vida y hacia las generaciones futuras. (Fuente. “Carta de la Tierra”)
Todo esto viene a cuento de una serie de noticias acerca de unos recursos no renovables  necesarios para el desarrollo de las nuevas tecnologías: el coltán, el rodio y el litio. Al coltán ya he dedicado una  “entrada”; las noticias no son buenas. Hablé de “la maldición de los recursos naturales”.   El rodio es necesario para fabricar los catalizadores, una pieza del sistema de escape de los coches, que ayuda a reducir    algunos de los gases dañinos que producen los coches. Estos aparatos, los catalizadores, tienen en su  interior una especie de panal de abeja impregnada con una resina que contiene una pequeña cantidad de minerales preciosos: platino, paladio y rodio. Este último es sumamente codiciado; su precio se ha multiplicado casi por cuatro en los dos últimos dos años, convirtiéndose así en el metal más caro del planeta. “Es 1.000 veces más caro que el oro”. “Su valor en el largo plazo podría achicarse si se da un descenso  fuerte en la demanda de los coches de gasolina y diésel. Pero para ello aún falta un trecho por recorrer”. (El País, suplemento Negocios, 23 de septiembre de 2018).
Otro recurso no renovable, en estos momentos, muy codiciado  es el litio, clave para desarrollar las baterías de los coches eléctricos. ”Impulsadas por la transformación de la industria del automóvil, se estima que las ventas de litio en el mundo aumentarán de los 2.000 millones de 2016 a 7.700 millones en 2022”. (El País, suplemento Negocios, 22 de abril de 2018).
Cuando comenté el caso del coltán indiqué la afirmación de Paul Collier, expuesta en su libro El club de la miseria. Qué falla en los países más pobres del mundo (2009, Madrid, Turner Ediciones),  acerca de la dificultad de salir del club de la pobreza para aquellos países ricos en recursos naturales.  Guillermo de la Dehesa, presidente honorario del Centre for Economic Policy  Research (CEPR) de Londres, es autor de un texto titulado  ”La maldición de los recursos naturales” (El País, suplemento Negocios, 11 de noviembre de 2018) menciona, por una parte, el caso de Venezuela  y sus reservas de petróleo y, por otra parte. lo que está sucediendo en la República Democrática del Congo  debido a que posee las mayores reservas de coltán.
Hay que tener en cuenta la “Carta de los Recursos Naturales”. una propuesta emanada de un grupo internacional de académicos y otros expertos en materias de recursos naturales y desarrollo (entre ellos el Premio Nobel, Michael Spencer y Paul Collier, como ya he dicho en alguna ocasión, director  del Centro para el Estudio de las Economías Africanas)  y dirigida a gobiernos y ciudadanos, con la intención de sugerir posibles maneras aprovechar todas las oportunidades de desarrollo, creadas por los recursos naturales, bienes públicos.  

jueves, 8 de noviembre de 2018

Economía colaborativa



Tras las crisis financiera de 2018, han ido surgiendo distintos movimientos, alternativas, al fenómeno de la globalización y consiguiente sistema económico-social. En este blog he hablado del movimiento de decrecimiento, de las comunidades de transición, de la economía del bien común y, por supuesto, de la economía colaborativa –también conocida como social y solidaria.
Me interesa decir que mencioné el micromecenazgo como alternativa a las instituciones financieras tradicionales, que la primera plataforma nació el año 2000 y como desde entonces este modelo de financiación ha experimentado un gran auge.  
Como complemento a estas plataformas, no olvidé mencionar el uso de monedas locales, monedas sociales o monedas complementarias.
Aunque indiqué la importancia que para la emergencia de la economía colaborativa tuvo la popularización y el alcance de Internet, las redes sociales y, por supuesto, la generalización del teléfono móvil, en cuanto permiten la conexión y gestión de la relación entre los proveedores y los consumidores, no llegué a señalar la forma como este nuevo paradigma económico conduce a un mundo más sostenible porque conduce a un menor consumo de recursos y una menos huella de carbono. Por ejemplo, “en Estados Unidos hay 80 millones de taladradoras cuyos dueños solo las usan 13 minutos como media y un motorista inglés malgasta 2.549 horas de su vida circulando por las calles en busca de un aparcamiento”. ¿Necesitamos tantas taladradoras (cuando hay personan que no tienen ninguna) o perder tanto tiempo contaminando el aire?
Tampoco indiqué el capital social derivado de la práctica de este sistema económico-social. Sin embargo, explique qué es el capital social y su importancia en la vida de las personas. El capitalismo sin control  ha dejado y está dejando a mucha gente desilusionada. Muchas personas buscan nuevos caminos que den sentido a sus vidas.
A pesar de la importancia que está adquiriendo la economía colaborativa, no son las anteriores  las únicas razones por las que, ahora, he retomado ese tema.  En primer lugar, quería señalar que, junto a las empresas sociales y cooperativas, propias de la economía colaborativas, hay empresas surgidas al amparo de la economía colaborativa en las que están ausentes las características de este tipo de economía.
Vicenç Navarro, actualmente Ciencias Políticas y Políticas Públicas en la Universidad Pompeu Fabra y ex catedrático de Economía en la Universidad de Barcelona, en www.vnavarro.org, bajo el título “Lo que se llama economía colaborativa no tiene  nada  de colaborativa”, señala que “para definir una práctica como buena o mala hay que compararla, sin embargo, con la práctica que sustituye”; analiza el caso de Uber y Airbnb. Llega a la conclusión que rompen “con el nuevo concepto de colaboración y cooperación” y, por tanto, no pertenecen a la economía colaborativa. En El País, 9 de octubre de 2015, se publicó una noticia titulada “El padre de la economía compartida reniega de Uber”. Debo señalar que Uber y Airbnb no son las únicas ocupaciones surgidas bajo el “paraguas” de la economía colaborativa,  pero que no tienen nada de colaborativas.
Muy interesante es OuiShare, una organización sin ánimo de lucro  nacida en enero de 2012 en París.   OuiShare es una red global de comunidades locales con la misión de crear y promover una sociedad colaborativa justa, abierta y de confianza, conectando personas, organizaciones e ideas.
   En el blog de El País, “Alterconsumismo”, el día 28 de octubre de 2016, Anna Argemí calificó OuiShare como un referente de la economía colaborativa y escribió: “Escuchar a los ponentes y a los asistentes me reconcilia con la humanidad: hay aún personas que piensan y que sueñan despiertas, personas cuyo pensamiento y cuyo  sueño va mucho más allá del pequeño bienestar privado, y que se esfuerzan por convertir la idea en acción”.
Después de leer esto, me ha prometido buscar en Internet todo lo que exista sobre OuiShare. Ya les contaré.

domingo, 4 de noviembre de 2018

Robots



En el periódico El País del 25 de octubre de 2018, leí un artículo que me parece interesante, sobre todo después de haber hablado de economía colaborativa y haber indicado que Jeremy Rifkin la consideraba como un necesario paradigma económico que puede eclipsar al capitalismo. El artículo se titulaba “¿Cómo debería comportarse un robot en la cola del supermercado?”.
En ese artículo se indicaba que “cada vez más especialistas del sector apuestan por el desarrollo de autómatas que se comporten de forma similar a los humanos para que se integren en la sociedad”.  “Si los robots se mueven en nuestra sociedad, conducen en nuestras carteras  y trabajan in nuestras oficinas, es importante que las personas puedan predecir su comportamiento”, explica un profesor del Instituto de Robótica de la Universidad Carnegie Mellon. Considero que no es importante que las personas puedan predecir su comportamiento, pues su comportamiento está previamente diseñado por el equipo que lo ha fabricado con el objetivo de que realicen  una determinada tarea..
El investigador, antes mencionado, señala la necesidad de construir robots que se comporten como personas. Sinceramente, no entiendo esa necesidad, más teniendo en cuenta la cantidad de personas en paro. El robot es una máquina, si se quiere con forma humana, que hace aquello para lo cual fue diseñado  ¿a qué persona le puede interesar interactuar con un robot si no es para corregir un fallo de funcionamiento?
Tan interesados están esos investigadores con esa interacción robot-personas   que, apoyados en el hecho de que las personas, seres humanos, interactúan con otras personas mediante el lenguaje, pretenden fabricar robots que hablen. Piensan que eso tendría un “gran impacto social”, por ejemplo serían útiles para “ayudar a las personas mayores a mantenerse independientes”. El robot “sería una herramienta útil para reducir la soledad”. ¿A quién se le ocurre pensar que un robot, una máquina, puede  reducir la soledad de un ser humano?
Se ignora que el ser humano no es lo que suponen las élites del vigente sistema económico-social, homo oeconomicus o “máquina de calcular”. Puesto que somos homo sapiens, animales creativos y dotados de empatía (neuronas espejo) lo ideal y humanamente natural es conversar, alternar, amar, practicar la solidaridad, tener el mayor número posible de contactos amistosos y familiares.
Desde mi punto de vista, el robot no reduce la soledad de una persona, sino que le roba su humanidad. Alguien ha hablado de “armas de destrucción masiva”,
Hay muchas asociaciones y muchas clases de voluntarios que se dedican a mitigar la soledad  de los  ancianos o personas que viven solas: algunas de ellas patrocinadas por los Ayuntamientos. En este blog se ha mencionado el caso de la Fundación "Adopta un abuelo".  Una de las asociaciones que, desde hace tiempo, juega un papel muy importante en la economía colaborativa son los Banco de Tiempo.
 Todos estos voluntarios manejan una gran cantidad de capital social, algo difícil de encontrar en el actual sistema económico, pero muy abundante en la economía colaborativa.
Uno de los investigadores, vitados en la noticia de El País dijo que él crea en que “llegará un día, dentro de mucho tiempo, en que los humanos interactuarán con los robots como lo hacen con otras personas”. Pero, subraya, no hay que confundir una máquina con un ser humano. “Los robots son solo herramientas al igual que un coche o un ordenador. Es importante que la gente sepa que una máquina es una máquina y un humano es un humano y son totalmente diferentes”. ¿Qué piensan ustedes? Además de lo indicado, yo pienso en los recursos naturales necesarios para construir unas máquinas no ncesarias.