Jeremy Rifkin, uno de los pensadores sociales más célebres de nuestra época, señala en sau libro La sociedad de coste marginal cero (2014:202): "Creer que la mejor manera de gestión es ponerlo virtualmente en manos privadas -que es lo que propugnan la mayoría de los economistas partidarios del libre mercado- no asa la 'prueba del algodón', sobre todo, cuando se trata de bienes o servicios que todo el mundo necesita." (...) "Si existen recursos, bienes y servicios que por su naturaliza son públicos, y si la mejor manera de optimizarlos es que sean de acceso y uso público, nadie lo sabrá gestionar mejor que la comunidad como un todo."
En ese mismo, Rifkin explica que, en 1986, Carol Rose, profesora de Derecho de la Universidad de Northwestern, señaló que "fuera de la propiedad estrictamente privada y de la propiedad pública controlada por el Estado, hay una clase distinta de propiedad intrínsecamente pública que no está controlada totalmente por el Estado ni por agentes privados." Estos bienes, bienes públicos o bienes comunes, no pueden convertirse en propiedad privada, como pretenden los fundamentalistas del libre mercado.
Cuatro años más tarde, Elinor Ostrom, economista y profesora de la Universidad de Indiana y de la Universidad Estatal de Arizona, escribió un análisis económico y antropológico exhaustivo acerca de cómo a lo largo de la historia se habían gestionado los bienes públicos, los bienes comunes de la Humanidad. "Su agudo análisis de las razones por las que la gestión de estos bienes habían triunfado en el pasado, y sus pragmáticas propuestas para garantizar el éxito de su gestión en el futuro, le valieron el Nobel de Economía en 2009." Su investigación "ponía en entredicho el dogma tan repetido por los economistas -desde los tiempos de Adam Smith- de que los seres humanos miran únicamente por su interés personal e inmediato en el mercado". (2004:199). Puesto que la sanidad es un servicio público, bien común, en su gestión es obligatorio tener en cuenta estas investigaciones.
Chistian Laval, sociólogo, profesor de la Universidad de París X Nanterre y Pierre Dardot, filósofo, indican que, puesto que "el Estado ya no se ocupa de los intereses del conjunto de la sociedad", "ya no protege lo que es de todos", los ciudadanos deben reaccionar, construyendo lo que ellos llaman una "democracia radical". "Hoy hay una exigencia de una nueva fase de la democracia, más profunda y real. La democracia representativa, en el fondo, ya no representa nada, solo se representa así misma, a políticos profesionales que constituyen una oligarquía cada vez más ligada a los intereses privados".
Laval y Dardot al hablar de democracia radical defienden la gestión de los bienes comunes siguiendo los "principios de diseño", obtenidos en las investigaciones realizadas por Elinor Ostrom y recogidas por Jeremy Rifkin en el libro citado. Entre éstos destaco la necesidad de "garantizar que los miembros que van gestionar el bien determinen democráticamente las reglas y sus modificaciones con el paso del tiempo".
Lo que, hasta ahora, he indicado sobre Laval y Dardot está extraído del artículo Conversaciones con futuro, publicado en El País del 8 de noviembre último. Pero, además, son autores de un libro, Común. Ensayo sobre la revolución en el siglo XXI (2015. Barcelona. Gedisa) en el que indican que "la sociedad está en una encrucijada: o bien vamos hacia una sociedad de la exclusión de los ciudadanos fuera del espacio público, o bien hacia una sociedad de plena participación activa en el gobierno de los bienes comunes. No hay una vía intermedia. Conviene, por tanto, pasar de la denuncia y la indignación a la acción concreta y romper con la posición de espera que hasta ahora ha prevalecido."
A continuación, algunos ejemplos de bienes comunes siguiendo las enseñanzas de Elinor Ostrom. (1) Un hospital, en Italia, que sus propios profesionales habían reflotado creando una cooperativa. (2) Tras la ocupación de un teatro, en el mismo país, se asociaron administradores del teatro, actores y espectadores para proceder a su gestión. (3) En Nápoles, "se remunicipilación la distribución del agua y se democratizó la gestión haciendo participar a los usuarios" (Este ejemplo se describe con detalle en el citado libro de Laval y Dardot). (4) En Madrid, el concejal del distrito Centro, impulsó el proyecto "Construyendo cultura". En palabras de Rubén Caravaca, dinamizador y comunicador cultural ((blog.elpais.com/alternativas), "la posibilidad de que la ciudadanía cogestione contenidos y recursos culturales es fruton de una confianza ganada, no regalada (es una prueba de que la ciudadanía sabe y puede gestionar [un bien común: la cultura]". "El Ayuntamiento solo da los pasos para que sea posible".
Según Elinor Ostrom, "es fundamental que las autoridades políticas reconozcan y aprueben la legitimidad de las reglas fijadas." En conclusión. En el caso concreto de los servicios de la salud, es necesario que los dirigentes políticos, de acuerdo con lo que indican los estudiosos en economía de la salud, tengan en cuenta a la ciudadanía, en general, y los profesionales, en particular, en la gestión del sistema.
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