Se entiende por conocimiento toda la comprensión
obtenida a través del estudio o la experiencia de todos los seres humanos a lo
largo de su historia. Es consecuencia de la insaciable curiosidad y la
capacidad de pensar que caracteriza a la especie humana. No pertenece a nadie y
todos pueden contribuir a su crecimiento. En este sentido, es célebre la frase:
“Si he visto más lejos es porque estoy sentado a hombros de gigantes”,
atribuida a Isaac Newton
El conocimiento tiene una serie de característica que
lo convierte en un bien común, patrimonio de la Humanidad; es inmaterial, inagotable
y no excluyente, de forma que puede ser usado por muchas personas sin que se
agote o se resienta su calidad.
Ya Goethe dijo: “El arte y la ciencia como todos los
sublimes bienes del espíritu, pertenecen al mundo entero”.
Muchos estudiosos, al analizar las consecuencias
sobre la vida humana de las distintas revoluciones industriales señalan que
ninguna de ellas hubiera sido posible de no haber sido por la acumulación de conocimientos
adquiridos en épocas anteriores.
Sin embargo, los fundamentalistas del libre mercado,
mediante la creación de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en 1994,
convirtieron el conocimiento en una mercancía que, como tal, por una parte,
proporciona grandes ganancias económicas a aquellas empresas (“Las vacunas
llevan el Ibex al mejor mes de su historia”, periódico El País, 28 de noviembre de 2020) que trafican con él y, por otra,
hacen que no puedan disfrutar de él
aquellos seres humanos que no tengan dinero.
Este proceso es realmente mucho más peligroso de lo
que parece. Su peligrosidad se debe, por
un lado, a que conduce a una falta de circulación de conocimientos, es decir,
dificulta el avance científico; y, por otro, a que sus aplicaciones técnicas no
se dirigen a aquellas cosas que pueden mejorar la vida humana, sino a aquellas
que las empresas consideran que, con una adecuada propaganda, pueden
proporcionar mayores ganancias.
Una consecuencia inmediata de la conversión del
conocimiento en mercancía son las patentes. Una patente es un título que
acredita que alguien es poseedor de un conocimiento y que, en calidad de tal,
es el único que tiene derecho a explotar.
En el año 2003, debido a la presión de muchos colectivos
y largas discusiones, se acordó que países pobres cumpliendo ciertos requisitos
y sofisticados trámites, pudieran acceder a ciertos medicamentos. Entonces, la
catedrática de Ética y Filosofa Moral escribió un artículo, La arrogancia neoliberal (periódico El País, 16 de septiembre de 2003), en
el que decía:
“Una noticia semejante, aún con todas las reservas
del caso, es una buena noticia. Pero tan buena como el voto de las mujeres o la
abolición de la esclavitud, conquistas ambas que no merecen una felicitación
calurosa a quienes por fin cedieron para que fueran posibles, sino un ya
era hora o más bien hace siglos
que ya era hora. Bastante tonto es
el refrán de nunca es tarde si la dicha
es buena, porque puede ser tardísimo, cuando se han perdido muchas vidas y generado
sufrimientos evitables”.
“Años han llevado las discusiones. Menos de los que
necesitamos para resolverse el voto de las mujeres y la abolición de la
esclavitud, pero demasiados. […] Demasiados en una civilización como la nuestra
que tiene por extraña ética la defensa de los derechos humanos, el más básicos
de los cuales es el derecho a la vida”.
¿Qué sucedido estos últimos años en la Tierra para
que abunden los seres humanos que persiguen ganancias económicas por encima de
todo, incluso por encima de la vida de otros seres humanos? ¿Cómo ha sido
posible este retroceso en el proceso de humanización? ¿Cómo podemos enderezar
la situación?
Volviendo a la comparación con la esclavitud, Adela
Cortina menciona que “los militantes que se han batido a lo largo de la
Historia por su eliminación, no se plantearon el problema de saber si la
abolición de la esclavitud iba a privar al Norte de sus recursos o si iba a
empobrecer a los países ricos. Movidos por un ideal de justicia, se enfrentaron
a aquellos cuya preocupación era, ante todo, la rentabilidad o la riqueza. Efectivamente, resulta muy bueno para la
industria farmacéutica patentar aquellos
medicamentos que pueden aumentar sus ganancias económicas, pero no es posible
hacer abstracción del coste humano.
Después de la abolición de la esclavitud, el Norte no sufrió un
empobrecimiento, muy al contrario: se
enriqueció humanamente”.
Los fundamentalistas del libre mercado suponen que el
ser humano responde a teoría de la elección racional. La teoría de la elección
racional lleva a una cultura de producir, comprar y vender, ajena a las
características del planeta Tierra y de los seres humanos que la habitan. Esta cultura se considera a sí misma la única
verdadera, a pesar de no estar avalada por ningún estudio en Psicología y
Neurociencia. Los resultados de estos estudios han demostrado que el ser humano
es empático y eminentemente social. “Quizás la cuestión más importante a lo que
se enfrenta la Humanidad es si podemos lograr la empatía global a tiempo para
salvar la Tierra y evitar el derrumbe de la civilización”, indica Jeremy Rifkin
en la Introducción de su libro La
civilización empática. La carrera hacia una conciencia global en un mundo en
crisis. (Jeremy Rifkin es uno de los
pensadores sociales más célebres de nuestra época. Es autor de diversas obras
que han sido traducidas a treinta idiomas y obtenido una extraordinaria acogida
entre los lectores de todo el mundo).
En el citado periódico El País del 10 de diciembre de 2020, apareció una noticia titulada “Choque
entre el Norte y el Sur por las patentes frente a la covid-19”.
En la citada noticia se indica: “En la carrera contra el covid-19 hay dos
velocidades. La de los países ricos, que ya han comprado o apalabrado dosis de
vacunas suficientes para inmunizar a sus poblaciones varias veces; y la de los pobres, después. Aunque se ha
creado un mecanismo internacional –Covax- para garantizar la equidad en la
distribución que ya ha recaudado más de 1.700 millones de euros, no está
suficientemente dotado todavía para afrontar la batalla en el mercado de
igualdad de condiciones. Esta desigualdad es la que ha impulsado a India y Sudáfrica a solicitar a la Organización
Mundial de Comercio (OMC), que suspenda los derechos de propiedad sobre
cualquier tecnología, medicamento o vacuna contra esta enfermedad, al menos,
hasta que se consiga la inmunidad de grupo global, que la Organización Mundial
de la Salud (OMS) calcula en el 70% de la población del planeta”.
No sé a qué resultado se llegará. “Pero todo apunta a
que las naciones más prósperas no cambiaran su parecer […] Ejemplo de ello es
la postura de la Unión Europea, a la que se adhiere España”.
Arrogancia neoliberal, que decía Adela Cortina.
¿Dónde están los derechos humanos de los que habla la Unión Europea? ¿Dónde está la empatía global necesaria para
salvar la Tierra y evitar el derrumbe de la civilización? ¿Cómo cumplir los
están los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)?