Sucede, sin embargo, que todos ellos rechazan la inmigración y predican el nacionalismo: defienden una supuesta identidad nacional no contaminada por la llegada de personas de culturas distintas, algo, para ellos, mucho más importante que la desigualdad económica; de hecho, en Estados Unidos, han apoyado a un presidente que no disimula su enorme riqueza.
John Carlin, en el artículo indicado, dice: "Estamos presenciando un nuevo concepto del término en el que la división se define no por el dinero sino por los valores, por dos conceptos opuestos de las que deben ser prioridades morales de la sociedad"; Y menciona a Eric Kaufmann, un profesor canadiense en Birkbeck Colege (Inglaterra), universidad que ha realizado un estudio detallado de las prioridades del electorado en las elecciones estadounidenses últimas. "Lo que vemos, dijo este profesor, es una creciente polarización de valores en las sociedades occidentales. La línea divisoria política era izquierda contra derecha, redistribución económica contra el mercado libre; la nueva polarización emergente es entre lo que podríamos llamar cultura abierta contra cultura cerrada, o el cosmopolitismo contra el nacionalismo".
Iniciada la crisis financiera, distintos economistas y sociólogos señalaron que no era esa crisis la única que debía preocupar, sino la crisis sistémica de la que formaba parte, junto con esa crisis económica, una crisis ecológica y una crisis de valores o de derechos humanos. Tres crisis íntimamente enlazadas entre sí y no locales, sino globales.
Lo que está teniendo lugar a un lado y otro del Atlántico es señal de la crisis moral o de derechos humanos.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos es un documento que marca un hito en la historia de loa derechos humanos. Elaborada por representantes de todas las regiones del mundo con diferentes antecedentes jurídicos y culturales, la Declaración fue promulgada por la Asamblea General de la Naciones Unidas en París, el 10 de diciembre de 1948 como un ideal común para todos los pueblos y naciones. Artículo 1.- Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.
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