Fernando A, Iglesias, periodista y autor especializado en los aspectos políticos de la globalización, es autor de un libro titulado Globalizar la democracia. Por un Parlamento Mundial (2006). Como de deduce del libro, Iglesias concede una gran importancia al ejercicio de la democracia: considera la democracia un fin en sí misma, porque otorga a los ciudadanos la capacidad de decidir, para bien o para mal, sobre los procesos políticos, económicos y sociales que afectan a sus vidas, es decir, activar las capacidades de autonomía y libertad que son el patrimonio más alto que distingue a los seres humanos. La globalización, además de llevar a un mundo injusto e inhumano, es un proceso no elegido democráticamente. Hoy la mayoría de los seres humanos asistimos, como testigos impotentes, a las operaciones de actores globales tan ajenos como poderosos.
Imprescindible para globalizar la democracia es la instauración de un Parlamento Mundial, que represente, en primer lugar, a los ciudadanos del mundo y solo en segundo lugar, a los gobiernos y los estados, con la condición de que estos hayan sido, a su vez, democráticamente.
Un Parlamento Mundial es la mejor sede imaginable en la cual discutir la reforma de los organismos internacionales, comenzando por la democratización de Naciones Unidas y siguiendo con la restructuración del FMI, la OMC y el Banco Mundial, y hacer frente a los mercados financieros y a las grandes empresas transnacionales.
Un Parlamento Mundial permanente es el único ámbito legítimo de discusión de políticas mundiales y de recaudación de tasas globales, necesarias para combatir la pobreza extrema, la degradación ecológica, el agotamiento de los recursos naturales y la volatilidad financiera.
En palabras de Iglesias, "el avance tecnológico acelerado y la globalización de los procesos económicos y sociales no solo posibilitan sino que tornan necesario un orden democrático que ayer nomás era completamente innecesario y utópico".
La existencia de un Parlamento Mundial, no supone la desaparición de las naciones, únicamente una limitación de su soberanía; solo tendrán potestad (pero no soberanía) en las cuestiones que atañen al ámbito nacional, siempre que no violen los derechos universales de sus ciudadanos.
En ese libro, Iglesias describe, con detalle, cómo funcionará ese Parlamento Mundial e indica cómo, lentamente, las actuales naciones aceptarán, voluntariamente, su autoridad (Pone como ejemplo la evolución experimentada por la Unión Europea desde su creación). En un principio, y con el propósito de facilitar una evolución gradual, podría pensarse en la ONU.
José Sebreli, sociólogo, historiador y crítico literario, escribió: "La constitución de instituciones democráticas supranacionales será la única tarea política significativa durante los próximos años". (Citado por Iglesias, 2006: 29).
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