Otro mundo es posible si lo crean los ciudadanos. Los mercados y los gobiernos o no quieren o no saben. Es algo que he repetido muchas veces; es imposible recoger el innumerable número y la diversidad de empresas sociales y organizaciones no gubernamentales, continuamente en aumento. Son una muestra del poder creador del ser humano. Haciendo una excepción voy a hablar de una de ellas, mencionada, cosa extraña, en el suplemento Negocios de El País (21 de junio de 2017). Se trata de una iniciativa relacionada con la cantidad de alimentos, verduras y frutas, que no se ponen a la venta porque son feos.
¿Se han dado cuenta de lo perfectas, que lucen las frutas y verduras en cualquier tienda? Todo ello forma parte de una estrategia diseñada para gustar, para que todo parezca atractivo, como de anuncio. ¿Qué sucede con las verduras y frutas que no nacen tan bellas?
Para hacer frente a esa situación ha nacido, en Cataluña, un proyecto, denominado Espigoladors, en recuerdo de los que recogían espigas sobrantes de las cosechas. Los protagonistas de la iniciativa se ponen en contacto con agricultores, ofreciéndoles enviar voluntarios, parados en riesgo de exclusión, para recoger los productos que habían quedado en el campo, casi siempre, por razones estéticas. Las verduras y frutas recogidas se distribuyen entre los voluntarios y el sobrante se utiliza para elaborar mermeladas, sopas y jugos, que se venden bajo la marca Im-perfec.
No se trata solo de aprovechar todos esos alimentos marginados, sino también en educar sobre el despilfarro alimentario, dar empleo a personas sin trabajo, educar sobre el despilfarro alimentario y favorecer el consumo de productos locales. Es un proyecto pionero en España, pero ya es una realidad en culturas como la alemana o países del norte de Europa.
Todo empezó con un equipo de tres personas. Una de ellas dejó su trabajo para dedicarse por completo al desarrollo del proyecto. "Algunos emprendedores empiezan en un garaje, nosotros empezamos con una furgoneta de segunda mano", relata una de ellas. Hoy son seis trabajadores en plantilla; tres de ellos, los socios. También cuentan con un comité estratégico de ocho. Entre todos trabajan la gestión del producto, su preparación y distribución. Al mismo tiempo, buscan colaborar con otras comunidades que se quieran asociar.
Por ahora no tienen forma jurídica de empresa social; son una asociación sin ánimo de lucro. Según uno de los fundadores del proyecto, el beneficio siempre tenderá a ser cero, porque se vuelve a invertir. En este año, 2017, donde esperan 280.000 euros de facturación, pondrán en marcha un obrador propio para elaborar sus productos.
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