Las opiniones acerca del impacto de las nuevas
tecnologías sobre el trabajo asalariado son muy diversas, pero predominan las que señalan que las
nuevas tecnólogas reducirán en extremo
el trabajo asalariado, y conducirán a un mundo muy diferente del actual.
Sofisticados ordenadores, la robótica, las
telecomunicaciones y otras formas de alta tecnología están sustituyendo
rápidamente a los seres humanos en la mayor parte de los sectores económicos, en
otras palabras, la gran mayoría de los trabajos van a desaparecer para no
volver nunca jamás.
La revolución tecnológica en la que estamos
embarcados apunta cambios a un ritmo vertiginoso. He leído, perdonen que no
recuerde dónde, que expertos en la materia calculan que en solo una década cuatro
de cada diez puestos de trabajo mutarán o simplemente desaparecerán.
¿Antes de cuarenta o cincuenta años la inmensa
mayoría de los trabajos serán susceptibles de ser asumido por robots? Sin duda,
hay actividades con mejores perspectivas que otras. De no cambiar el vigente
sistema económico, el mundo acabará polarizándose en dos fuerzas, en dos
tendencias potencialmente irreconciliables: por una parte, una élite bien
informada controlará y gestionará la economía global de alta tecnología, y, por
otra parte, un creciente mundo de trabajadores sin esperanzas de conseguir un
trabajo aceptable. Ello sin perder de vista que algunos gurús tecnológicos piensan
en fabricar robots con inteligencia equiparable a la humana para dentro de un
par de décadas. ¿Para qué el ser humano?
Lamento no recordar donde ha leído que Raymon Torres,
director de investigación de la Organización Internacional de Trabajo (OIT), se
reconocía incapaz de contestar si, con
el desarrollo tecnológico, aumentará o reducirá en el futuro el número de
puestos de trabajo,
Dadas las características del vigente sistema
económico- social, su concepto del trabajo humano como mercancía sujeta al
principio de la oferta y demanda, la protección de los trabajadores está, sin
duda, amenazada si no se arbitran medidas de contención. Por ejemplo, y no es
una entelequia, la empresa puede llamar
al trabajador cuando lo necesita y en la medida que lo necesita, por lo
que no está garantizado ni un salario mínimo ni una jornada laboral
preestablecida. Como sea de acudir cuando el empresario lo requiera, el empleado
está sujeto a un acuerdo de exclusividad. Los últimos datos disponibles indican
que unos 700.500 trabajadores en Gran Bretaña tienen esos contratos (un 19% en
el último año).
Paul Mason indica en su libro Postcapitalismo. Hacia un nuevo futuro (Paidós, 2016:16) que “las tecnologías que hemos creado no son
compatibles ya con el capitalismo; no,
al menos, en la forma actual de este, y, posiblemente, tampoco en ninguna otra
forma que pueda adoptar sin perder su
nombre. Y desde el momento mismo en que el capitalismo no puede ya adaptarse al
cambio tecnológico, el postcapitalismo
se convierte en una necesidad.
Pero también se convierte en una posibilidad
en cuanto que surgen espontáneamente comportamientos y organizaciones adoptados
al aprovechamiento de ese cambio tecnológico”. Depende de los ciudadanos el que
esa posibilidad se convierta en
realidad.
Según Jeremy Rifkin (La sociedad de coste marginal cero. El Internet de las cosas, el
procomún colaborativo y el eclipse del capitalismo, 2014, Paidós, último
párrafo). “La transición de la era capitalista a la Edad Colaborativa (economía
social y solidaria) va cobrando impulso en todo el mundo, y es de esperar que
lo haga a tiempo de restablecer la biosfera y de crear una economía más justa,
más humanizada y más sostenible para todos los seres humanos de la Tierra en la
primera mitad del siglo XXI”.
En la Introducción de un libro anterior, La civilización empática. La carrera hacia
una conciencia global en un mundo en crisis, (2010, Paidós) Jeremy Rifkin
escribe: “Quizá la cuestión más importante a la que se enfrenta la humanidad es
si podemos lograr la empatía global a tiempo para salvar la Tierra y evitar el
derrumbe de la civilización”.
Y, en 1996, se publicó otro libro de Jeremy Rifkin, El fin del trabajo. Nuevas tecnologías contra puestos de trabajo: el
nacimiento de una nueva era, en el que, como indica su título, Rifkin habla
del nacimiento de un futuro no-capitalista, creado por la sociedad civil, una
economía social y solidaria. Una nueva era.
En El País del
14 de abril de 2019 se puede leer un trabajo, “Cerezos en flor y banqueros
angustiados” escrito por Moisés Naím, con motivo de su asistencia a la reunión
del FMI y Banco Mundial en Washington. Copio los párrafos finales. “Hace unos días,
en vez de asistir a otro seminario del Banco Mundial, acepté la invitación de
un grupo de siete banqueros que me invitaron a acompañarlos a ver los cerezos
en flor. […] Pero, para sorpresa, hubo un claro consenso
entre mis compañeros de paseo acerca de a necesidad de reformar, y urgentemente,
el sistema capitalista. Pero, ¿cuáles deben ser esas reformas? Sobre eso no
hubo consenso“. Una parte de la sociedad
civil o tercer sector ya ha empezado a construir una futura sociedad más
humana, solo es necesario, y urgente, que esa parte sea cada vez mayor.
Seguiremos hablando de este tema. Es muy importante y
urgente.
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