En el periódico El País
del 25 de octubre de 2018, leí un artículo que me parece interesante, sobre
todo después de haber hablado de economía colaborativa y haber indicado que
Jeremy Rifkin la consideraba como un necesario paradigma económico que puede
eclipsar al capitalismo. El artículo se titulaba “¿Cómo debería comportarse un
robot en la cola del supermercado?”.
En ese artículo se indicaba que “cada vez más especialistas
del sector apuestan por el desarrollo de autómatas que se comporten de forma similar
a los humanos para que se integren en la sociedad”. “Si los robots se mueven en nuestra sociedad,
conducen en nuestras carteras y trabajan
in nuestras oficinas, es importante que las personas puedan predecir su
comportamiento”, explica un profesor del Instituto de Robótica de la Universidad
Carnegie Mellon. Considero que no es importante que las personas puedan
predecir su comportamiento, pues su comportamiento está previamente diseñado
por el equipo que lo ha fabricado con el objetivo de que realicen una determinada tarea..
El investigador, antes mencionado, señala la necesidad de
construir robots que se comporten como personas. Sinceramente, no entiendo esa
necesidad, más teniendo en cuenta la cantidad de personas en paro. El robot es
una máquina, si se quiere con forma humana, que hace aquello para lo cual fue
diseñado ¿a qué persona le puede
interesar interactuar con un robot si no es para corregir un fallo de
funcionamiento?
Tan interesados están esos investigadores con esa interacción
robot-personas que, apoyados en el
hecho de que las personas, seres humanos, interactúan con otras personas
mediante el lenguaje, pretenden fabricar robots que hablen. Piensan que eso
tendría un “gran impacto social”, por ejemplo serían útiles para “ayudar a las
personas mayores a mantenerse independientes”. El robot “sería una herramienta
útil para reducir la soledad”. ¿A quién se le ocurre pensar que un robot, una
máquina, puede reducir la soledad de un
ser humano?
Se ignora que el ser humano no es lo que suponen las élites del vigente sistema económico-social, homo oeconomicus o “máquina de calcular”.
Puesto que somos homo sapiens, animales
creativos y dotados de empatía (neuronas espejo) lo ideal y humanamente natural
es conversar, alternar, amar, practicar la solidaridad, tener el mayor número
posible de contactos amistosos y familiares.
Desde mi punto de vista, el robot no reduce la soledad de una
persona, sino que le roba su humanidad. Alguien ha hablado de “armas de
destrucción masiva”,
Hay muchas asociaciones y muchas clases de voluntarios que se
dedican a mitigar la soledad de los ancianos o personas que viven solas: algunas
de ellas patrocinadas por los Ayuntamientos. En este blog se ha mencionado el
caso de la Fundación "Adopta un abuelo". Una de las asociaciones que, desde hace
tiempo, juega un papel muy importante en la economía colaborativa son los
Banco de Tiempo.
Todos estos
voluntarios manejan una gran cantidad de capital social, algo difícil de
encontrar en el actual sistema económico, pero muy abundante en la economía
colaborativa.
Uno de los investigadores, vitados en la noticia de El País dijo que él crea en que “llegará
un día, dentro de mucho tiempo, en que los humanos interactuarán con los robots
como lo hacen con otras personas”. Pero, subraya, no hay que confundir una
máquina con un ser humano. “Los robots son solo herramientas al igual que un coche
o un ordenador. Es importante que la gente sepa que una máquina es una máquina y
un humano es un humano y son totalmente diferentes”. ¿Qué piensan ustedes? Además
de lo indicado, yo pienso en los recursos naturales necesarios para construir unas
máquinas no ncesarias.
2 comentarios:
Las máquinas nunca heredarán la Tierra. Están construidas de materiales escasos y necesitan de la minería, la industria y el reciclado. En realidad el robot humanoide no es mas que la búsqueda del esclavo perfecto e una sociedad que pone velas en el altar de la libertad.
Alguna vez he indicado que distingo inteligencia y sabiduria. Dedicarse a la fabricación de robot no es nada sabio.
Un saludo
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