A raíz de la crisis financiera de
2008 estudiosos de distintas ramas del saber señalaron que esa crisis no era la
única que nos debía preocupar, pues íntimamente relacionadas con ella se encontraban
una crisis económica, una crisis ecológica y una crisis de derechos
humanos o crisis de valores. Crisis
todas ellas mundiales, no locales.
Alain Touraine, sociólogo y, entonces, director del Instituto de Altos
Estudios de París, en un artículo titulado “Las tres crisis” y publicado en El PAÍS del día 6 de enero de 2010, afirmaba: “En vez de soñar de forma irresponsable
con una salida a la crisis que suele definirse, demasiado alegremente, en función
de la reanudación de los beneficios de los bancos, debemos tomar conciencia de la necesidad de renovar y
transformar la vida política para que sea capaz de movilizar todas las energías
posibles contra unas amenazas que son mortales.[…] Se trata de defender al
conjunto de la humanidad”.
A juicio de Touraine, no es el
actual sistema económico-social el que puede abordar el problema, pues sus
instituciones “están apoyadas por legiones de intereses que se oponen a un
cambio fundamental”. Solo puede resolver el problema la acción de mujeres y
hombres que vislumbran las enormes
posibilidades que tienen por el simple hecho de ser seres humanos, es decir,
por tener “conciencia de espacie” y por
ello, sentirse en la obligación de transformar el sistema económico
transformando su forma de vivir. Transformar la actual manera de organizar la
vida económica, reduciendo las diferencias en ingresos, democratizando la
economía mundial y creando una sociedad más sostenible desde el punto de vista
ecológico.
Según Enrique Gil Calvo, sociólogo y profesor en la Universidad Complutense
de Madrid, escribió (“Performances”, EL
PAÍS, 8 de agosto de 2012) que la
mejor solución, por ahora algo utópica es la de convertir la actual crisis de
los mercados en una verdadera crisis del sistema, eventualmente capaz de dar a
luz a un nuevo modelo de sociedad. Una
sociedad sostenible y no basada en el depredador capitalismo neoliberal”.
El principal problema es si llegará a tiempo de que la humanidad caiga en
el precipicio a que nos conduce el vigente sistema económico social; un sistema
que (1) ha convertido todo en mercancía -incluso los derechos humanos y los
bienes comunes de la humanidad-; que (2) desconoce las características del
planeta Tierra en que vivimos, un sistema cerrado en el que no es posible un
crecimiento ilimitado; que (3) considera la ética incompatible con la economía
–según Adela Cortina, catedrática en la Universidad de Valencia, “hay algo muy
claro en estos momentos: si nos hubiéramos comportado éticamente, no tendríamos
una crisis como la actual”-; que (4) supone
que el ser humano es egoísta por naturaleza, en contra de los resultados
obtenidos en Psicología y Neurociencia. “Acusar a toda la especie humana por
los terribles excesos cometidos por una clara minoría es erróneo e
injusto. Todos nacemos con la capacidad
para la compasión, la generosidad, la abnegación y la empatía”, Luis Rojas
Marcos, profesor de Psiquiatría en la New York University. “El hombre llegaría
a ser mejor si se le muestra como es”. Steven Pínker, psicolingüista de la Universidad
de Harvard, en un artículo sobre la ciencia de la moralidad (2008).
“Quizá la cuestión más importante a la que se enfrenta la humanidad es si
podemos lograr la empatía global a tiempo para salvar la Tierra y evitar el
derrumbe de la civilización” (La
civilización empática. La carrera hacia una conciencia global en un mundo en
crisis, Jeremy Rifkin, Barcelona, Paidós, 2010:14)
La mejor noticia es que, aunque lentamente, la transformación deseada por
Alain Touraine, Enrique Gil Calvo y Jeremy Rifkin ha empezado a tener lugar. Es
lo que se llama “economía colaborativa” o “procomún colaborativo”.
NOTA. La primera parte de esta texto
está extraída del capítulo 1, ”Crisis. Siglo XXI”, de mi
libro Imaginar y crear el futuro, 2ª ed. 2017, Madrid, Bubok.
2 comentarios:
Quizá sea un error considerar una "última crisis". Si una guerra es una crisis -en cualquier punto del planeta- la humanidad, las personas, llevamos en crisis casi toda nuestra existencia. Sin querer ser pesimista, los grandes adelantos de la civilización han ocurrido en tiempos de paz, o de entreguerras, en aquellos países que tenían las bases para que sucedieran. Sin paz no hay civilización, con guerras solo hay "innovaciones" que conducen a más desastre. Sin considerar la vida como lo que es (la naturaleza -en la que están incluidos el sol y las montañas- y las personas),no seremos capaces de salir de esa agonía que ha ido consumiendo el planeta durante milenios. La esperanza está en que la sociedad quiera vivir en paz, no preparándose para guerras, en armonía consigo mismas y con las demás. No es tan difícil, simplemente es dejar de hacer (guerras, destrucciones, contaminación) Para ello hay que hacer, pero pocas cosas; es más importante dejar y olvidar esos hábitos que hace tanto daño, a corto y a largo plazo.
Rafael José Sanz Gómez
Hola Rafael José
Estoy de acuerdo contigo, por eso decía "Crisis, Siglo XXI". Y estoy de acuerdo que la única solución reside en los ciudadanos a traves de un nuevo paradigno enonómico (en palabras de Rifkin), Todo depende de nosotros, los ciudadanos.
Muchas gracias por tu comentario. Es una lástima que solo exista esta forma de comunicarnos,
Un saludo
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