Se habla de la ralentización de la economía global,
de crisis económica y de guerra comercial, pero nada de desarrollo sostenible. Cosas
del neoliberalismo y la globalización. El objetivo principal, aunque no único,
de esta “entrada”, es poner de manifiesto que el actual sistema
económico-social nos lleva al precipicio, es incompatible con la búsqueda de un
desarrollo sostenible. Debo confesar que
no voy a decir nada de lo que ustedes pueden haber leído en los periódicos.
Pero, dado que el objetivo del vigente sistema es que consumos -para contribuir
al crecimiento económico-, pero no pensemos –una pérdida de tiempo-, creo oportuno
una repetición, no todos los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), sino
solo el que se refiere a la necesidad de hacer frente al cambio climático. La
ONU alerta de que el cambio climático está relacionado con la falta de
disponibilidad de alimentos y el aumento (en frecuencia e intensidad) de las
sequías, las inundaciones y los huracanes se hacen más graves.
Hace unos días, Luis Alfonso de Alba, enviado
especial de la ONU para la cumbre a celebrar en Nueva York, explicaba que
pretendía que dicha cumbre no fuera una cumbre de discursos, sino de una cumbre
enfocada a identificar acciones concretas, dirigida de manera directa a los
jefes de Estado o de Gobierno, a quienes se les pide que revisen sus compromisos
de recorte de emisiones para que se logre que el incremento de la temperatura
se quede en unos límites no tan catastróficos.
La secretaría general de la ONU ha pedido que en 2050
se alcance la neutralidad de carbono –que la cantidad de CO2,
expulsada a la atmósfera sea igual a la capturada, por ejemplo, a través de los
bosques-. No se trata de una petición arbitraria: está avalada por los informes
del IPCC –las siglas en inglés del Panel Intergubernamental del Cambio
Climático. Esta institución fue creada en 1988
por la ONU y la Organización Mundial de Meteorología (OMM), con el objetivo
de contar con una fuente rigurosa e imparcial
de conocimientos sobre el cambio
climático y mantener actualizada la información sobre sus repercusiones
medioambientales y socioeconómicas.
En octubre del año pasado, el IPCC difundió un informe
que ha resultado determinante sobre los beneficios de intentar que el
incremento de la temperatura global no sobrepase los 1,5 grados respecto a los
niveles preindustriales. De Alba reconoce que, en algunos casos, como EE. UU.,
el compromiso se ha reducido, pero destaca a otros actores al margen de la Casa
Blanca, como “los poderes locales y las empresas”. El cambio climático no es un tema
medioambiental, supondrá una transformación de la manera en la que producimos y
consumimos.
El 27 de septiembre está prevista una gran
convocatoria de protesta global, lo que se ha denominado “huelga mundial por el
clima”. En España, se prevé que las manifestaciones en las principales ciudades serán
multitudinarias. A ella se han sumado no
solo ecologistas, sino también colectivos de toda clase, como el centenar de escritores
españoles que se han adherido ya a un manifiesto de apoyo a la huelga
climática.
El secretario general de la ONU, António Guterres,
cree que “no existe aún voluntad política en la lucha contra el cambio
climático”. “¿Quién paga los subsidios a los combustibles fósiles? Nosotros que
somos los contribuyentes, y yo no quiero que el dinero de mis impuestos sirva
para aumentar la acción devastadora de los volcanes o para acabar con los
glaciares”.
Como nos enseñó Heráclito, hace 2.500 años todo
cambia y nada permanece. En estos momentos, el mundo está cambiando a toda
velocidad, empujado por fuerzas distintas. Por una parte, están las fuerzas del
mercado y, por otra, el empuje de la sociedad civil, tercer sector social. La
primera nos conduce al cataclismo, debido a que sus dirigentes desconocen las
características del planeta Tierra en que vivimos: un sistema cerrado en el que
no todo son mercancías. Cerrado
significa que solo intercambia con el exterior energía. El cambio climático es
consecuencia de no obrar de acuerdo con las reglas de la Naturaleza.
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