El 4
de agosto de 2019 se publicó en el periódico El País un texto titulado “Puestos a salvar, salvemos el
periodismo” en el que Jorge Marirrodriga indicaba que “se va apagándola llama
de un oficio que durante más de un siglo creció en las democracias y las ayudó
a crecer”. Y añadía: “ Lo que da le da sentido a este oficio: servir a la
comunidad”.
Todo
está muy bien. El problema es la propaganda que se realiza para satisfacer los
intereses comerciales de las empresas que,
en muchos casos, hacen posible la
actividad periodística. Mediante la propaganda se intenta incrementar el
consumo de un producto; esto se lleva a cabo a través de campañas publicitarias
que se difunde en los medios de comunicación.
¿Todas
las campañas publicitarias “sirven a la
comunidad”, condición que, según Marirrodriga, dan sentido al oficio del
periodismo? Sin duda, no siempre “sirven a la sociedad”. En su lugar propician la transformación de la
práctica informativa en propaganda directa, en industria de la mentira.
José
Vidal-Beneyto, filósofo, sociólogo y politólogo español, que fue socio fundador
del periódico El País, en “Cuéntame
un cuento/3”, una columna publicada el 16 de noviembre de 2008, reflexionaba,
precisamente, sobre “la transformación
de la práctica informativa en propaganda”.
En
esa columna, cita a Edward Bernays, sobrino de Freud, emigrado a EE. UU, que
“aportó perfeccionamientos importantes a las técnicas publicitarias”, militante
entusiasta de la propaganda. Y señala
tres ejemplos de campañas inspiradas u organizadas por él.
“La
promovida por General Motors, Firestone y Standard Oil para acabar con los
tranvías en las ciudades americanas y sustituir su transporte por autobuses y
coches particulares. Con un éxito total. La que tuvo como objetivo que las
mujeres pudieran fumar en público, instada y pagada por American Tabacco, que
en menos de 18 meses duplicó el uso del
cigarrillo en EE. UU.; y la que puso en marcha la Oregonions Foods &
Shelter Association oponiéndose a la limitación de los productos químicos en
agricultura, que supuso desde el primer año para las sociedades Chevron
Chemical Dupont y Western un aumento de más de 80% de sus beneficios. ¿Cuántos
cánceres hay que apuntarle en el debe al señor Bernays por tan brillantes
éxitos?”.
Porque,
señala Vidal-Beneyto, “el marketing y
sus técnicas no autorizan el asesinato
ni pueden justificar las matanzas”.
Y
volviendo al tema de la propaganda en los medios de comunicación, ¿cómo es
posible que periodistas, como Marirrodriga, llamen a “tratar de salvar al periodismo”, cuando los
periodistas, después de informar sobre el número de personas que fallecen por
la polución en las ciudades debidas a los coches, dedican varias páginas a hacer propaganda de
esos mismos coches . Es solo un ejemplo. Hay muchos más. ¿Dónde está la ética?
Solo ella puede salvar al periodismo
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