En la noticia “Davos no teme el pacto con Iglesias" (El País, 23 de enero de 2020), se indica
que Pedro Sánchez, asistió al Foro Económico Mundial y, entre otras
actividades, allí mantuvo una reunión con un grupo de inversores. “En el encuentro había
representantes de Zurich Insurance, Soros Fund, BC Tartners, McKinsey, Dow
Corporate, Citigroup, Bank of America o Salesforce”.
En esa reunión con inversores, y en otras con los
máximos responsables de Apple, Google,
Renault o Arcelor Mittal, Sánchez se llevó a Nadia Calviño, la vicepresidenta
económica, y a Teresa Rivera, la de transición ecológica, ambas elegidas por él
y no por Iglesias, para mostrar que las decisiones clave del Ejecutivo en
política económicas están en manos de las mismas personas que cuando el PSOE
gobernaba en solitario. Era importante
convencer a algunos inversores que el grupo de Pablo Iglesias no jugaba un papel
importante: algunos
inversores admitieron que el grupo de Pablo Iglesias había
dicho, en el pasado, cosas que no lo
colocan como en un partido “market friendly” [favorable a los mercados].
Al final, el
jefe de operaciones internacionales de Morgan Stanley, Frank Robert Petitgas, dijo:
“El mercado ha comprobado bien este Gobierno, cree que va a ser razonable y
responsable y hará una política seria”. El mensaje general fue que se confiaba en
el Ejecutivo español.
Desde mi punto de vista, los inversores, los
mercados, no deberían entrometerse en esas cosas. Recuerdo ahora lo que escribió Joaquín
Estefanía, licenciado en Ciencias Económicas y en Ciencias de la Información,
siempre ha trabajado en El País, en su libro Hij@, ¿qué es la
globalización? La primera revolución del siglo XXI (Aguilar, 2002). Al
final de su primer capítulo afirma que hay un desplazamiento de poder desde los
gobiernos a los mercados. Y explica
que cuando en el verano de 1997, una oleada sacudió a los países asiáticos, el
primer ministro de Malasia declaraba impotente: “En todos estos países hemos estado trabajando
durante treinta o cuarenta años tratando de levantar nuestras economías. Y
ahora viene un tipo que dispone de miles de millones de dólares [se refiere a
Soros] y en un par de semanas deshace todo nuestro trabajo”. A continuación, Estefanía comenta que el 1 de
enero de 1999 tomó posesión por segunda vez de su cargo como presidente de
Brasil Fernando Henrique Cardoso; en su
discurso de investidura afirmó desafiante: “No seré el gestor de la crisis. El
pueblo me ha elegido para vencer”. Apenas quince días después, los mercados
derrumbaban su proyecto mediante un formidable ataque especulativo que
conseguía una fortísima devaluación del real, la moneda brasileña. La economía
de ese país entraba en recesión.
Joaquín Estefanía termina este capítulo con el
siguiente párrafo: “¿Para qué votar, nos podríamos peguntar en el extremo, si
la política de un Gobierno libremente elegido no es tan determinante para el
bienestar de los ciudadanos de ese país como la acción de un grupo de
operadores anónimos (los famosos mercados), que actúan como epicentro de un
terremoto financiero a miles de kilómetros de donde su decisión va a tener
efecto?”.
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