Cada día son más los científicos
que alzan su voz para advertirnos de forma contundente sobre los efectos
negativos de las emisiones de efecto invernadero en el clima. Mensajes que no
cesan, debido a la evidencia de que nos aproximamos a lo que muchos califican de “catástrofe planetaria”.
Pero no solo hay un problema de
cambio climático, sino que además, según algunos cálculos, estamos llegando, o
ya hemos llegado, a lo que se llama “pico de petróleo”: llegar al máximo de
producción y a partir de ahí inexorablemente ir disminuyendo la cantidad
disponible cada año.
Son dos problemas distintos pero
muy relacionados entre sí; los dos plantean problemas fundamentales sobre
nuestro futuro. Como señala el Informe sobre Desarrollo Humano 2011 del Programa
de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) “Nuestro modelo de desarrollo está
chocando contra límites concretos”: nuestra dependencia de los combustibles
fósiles (carbón y petróleo) y la emisión cada vez más intensa de los gases de
efecto invernadero.
Cada vez está más claro que nos
vemos abocados a construir una sociedad que emita menos gases de efecto
invernadero y que vaya sustituyendo su dependencia de combustibles fósiles.
En 2005 Rob Hopkins, ambientalista,
docente de una escuela de adultos en la Universidad de Kinsale (Irlanda)
abordó, junto con sus alumnos, el problema de cómo la sociedad podía adaptarse
al cambio climático y funcionar sin necesidad de petróleo. De ese trabajo surgieron
las denominadas “comunidades (pueblos y ciudades) de transición”.
Una comunidad no es una comuna,
ya que cada uno tiene su trabajo y sus bienes; es un pacto de cooperación en el que cada uno
está dispuesto a ayudar a sus vecinos cuando tengan dificultades, sabiendo que
los demás harán lo mismo el día que los problemas tengan su propia cara.
“Quienes participan activamente
en el proyecto, sin embargo, reducen su consumo de energía y el uso del coche,
cultivan y compran comida local, trabajan lo más cerca posible de sus casas,
conocen a sus vecinos, construyen sus viviendas con materiales de la zona,
aprenden habilidades perdidas como coser o hacer cestas de mimbre y tratan de
no viajar en avión (él renunció a este medio de transporte hace cuatro años y
cuando da charlas fuera del Reino Unido lo hace por videoconferencia). En
Totnes, donde vive Hopkins, los vecinos comparten sus jardines para plantar
verduras con quienes viven en pisos, las empresas encargan auditorías para
reducir su consumo energético y más de 70 tiendas venden sus productos en
libras totnes, su moneda local. En definitiva, potencian lo local y recuperan
costumbres olvidadas en la era del petróleo barato como arma para resistir
cuando esta etapa llegue a su fin”. (El
País, 7 de agosto de 2010)
Es muy difícil saber cuántas ciudades
y pueblos han suscrito un plan de ciudad en transición. Parece que en
septiembre de 2008 ya eran cientos los pueblos y ciudades reconocidos oficialmente
como comunidades de transición en Reino Unido, Irlanda, Canadá, Australia,
Nueva Zelanda, Estados Unidos, Italia y Chile. En España van surgiendo
tímidamente pueblos y ciudades como Coín (Málaga), Jerez de la Frontera
(Cádiz), o Barcelona, que van andando hacia la Transición.
Existe bastantes págnas web creadas para hacer fácil la creación de comunidades de transición. Además, se imparten cursos para enseñar cómo formar un ciudad de transición, uno de ellos tendrá lugar del 30 de mayo al 1 de junio en la Casa Encendida (Madrid) a cargo de Ana Huertas y Juan del Río (Red de Transición)
El Objeto de Desarrollo Sostenible (ODS) número 13, dice así: "Adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos".
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