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sábado, 2 de marzo de 2019

Un fármaco frente a la industria


“Un fármaco contra la industria” es el título de una noticia que publicada en El País, 28 de febrero de 2019, una noticia  que, según su autor, pone de manifiesto que “hay historias grandiosas y trascendentales que, sin embargo, pasan por debajo del radar de los medios de comunicación”.
  La protagonista de esta historia es Els Torreele, una mujer belga de 51 años, directora de la campaña de acceso a medicamentos esenciales de Médicos sin Fronteras, que se sabe de memoria los escándalos de la industria farmacéutica. Uno de ellos  el “lanzamiento de Glivec,  un tratamiento revolucionario contra un tipo de leucemia que apareció en 2001 con un precio de 23.000 euros y que acabó costando 70.000 por decisión de su fabricante, la multinacional suiza Novartis”. “Las farmacéuticas suelen justificar sus precios más disparatados argumentando que el desarrollo de un fármaco cuesta unos 2.600 millones de dólares”, afirma Torreele.
“Salud   por Derecho” es una fundación sin ánimo de lucro, nacida en 2003, que “defiende los derechos humanos para que todas las personas, vivan donde vivan, puedan ejercer su derecho a la salud”. Junto con la plataforma “No es Sano”, ponen al descubierto el mal comportamiento de las compañías farmacéuticas. En una de las últimas acciones acusaban  a las compañías farmacéuticas de ocultar que venden “tratamientos desarrollados en gran parte con dinero público”. 
Según la noticia indicada, Torreele aseguró que querían “probar que hay otra manera de hacer I+D y que desarrollar un fármaco no cuesta 2.600 millones de dólares como dicen las farmacéuticas”. La demostración llegó con el primer “tratamiento oral para la enfermedad del sueño, una infección transmitida por moscas tse-tse y causada por parásitos que inflama  el cerebro. Sin medicación,  los afectados enloquecen y acaban muriendo”. Torreele señala que “es la primera vez que somos capaces de desarrollar un fármaco desde el descubrimiento de la entidad química hasta llegar al paciente. La organización ha invertido 55 millones de euros”. “Todo el mundo puede ver que es una cifra muy diferente a la que pregona la industria”.
Los ensayos se han realidado en Lwano, Repúblics Democrática del Congo. Se da la circunstancia  de que los enfermos se concentran en aldeas remotas de República  Democrática del Congo y  República Centroafricana. Los pacientes son los más pobres entre los más pobres, personas que nunca han interesado a las farmacéuticas. “El objetivo de las farmacéuticas es vender la mayor cantidad posible de fármacos a quien pueda pagarlos. Ignoran a los pobres”. Lo mismo afirma la organización “Salud por Derecho”: a las compañías farmacéuticas solo les interesan los países ricos, los únicos que pueden hacer frente a los altos precios a que venden los fármacos.
Desde mi punto de vista es importante señalar que mientras que algunas de las grandes farmacéuticas buscan mejoras mínimas en fármacos antiguos para alargar su patente y su monopolio, el fármaco obtenido por el equipo de Torreele está libre de patente. 
“Siete países europeos, incluida España, y donantes privados han sufragado los 55 millones de euros del proyecto”.  Esta científica dice “que es posible hacer todo el proceso al margen de las grandes farmacéuticas, pero alguien tendrá que fabricar el fármaco”.
Sin duda se trata de una gran historia no solo porque nos informa del comportamiento de las grandes compañías farmacéuticas sino porque, al dejar el fármaco obtenido libre de patente, pone de manifiesto que el conocimiento es un bien común de la humanidad, no una mercancía.

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