El biólogo estadounidense Arthur Galston acuñó en los
años cincuenta el término “ecocido” para designar los daños medioambientales
infligidos al planeta Tierra. Galston
formó parte del equipo de expertos cuyo trabajo desembocó en la creación del
Agente Naranja, el gas tóxico empleado por el ejército estadounidense en la guerra de Vietnam. Al tomar conciencia
de lo que había hecho, el científico comenzó una intensa campaña para impulsar
un acuerdo internacional que prohibiese un “ecocidio” como el infligido al país
asiático, cuya selva había sido arrasada.
En la actualidad, el Agente Naranja ha sido sustituido
por los combustibles fósiles, cuyo uso ha conducido al cambio climático. El
problema, “ecocidio”, no es local, sino mundial. Y, últimamente han
surgido grupos de personas que han
pensado que una manera de evitar las múltiples agresiones medioambientales que
está sufriendo el planeta Tierra, es recurrir a la ley.
El Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional
se recogen el genocidio, los crímenes de lesa humanidad, los crímenes de querrá
y los crímenes de agresión. Ahora hay
especialistas que aspiran a que “ecocidio” sea otro crimen más que se incluya
en el Estatuto de Roma. Se pretende que suceda con el “ecocidio” lo que sucedió
con el genocidio el apartheid o la
esclavitud. Se llegó a un determinado momento en el que se acordó que eso se tenía
que parar y se criminalizaron esas prácticas, que pasaron a ser la excepción y no la norma.
Un informe reciente del Panel Intergubernamental del
Cambio Climático (IPCC) indica que nos encaminamos a un aumento de tres,
posiblemente cuatro, grados y que tenemos tan solo 12 años para realizar
reducciones drásticas. Sin embargo, las compañías de combustibles fósiles
siguen operando con toda normalidad e impunidad. A las grandes empresas solo
les interesa beneficiar a sus accionistas.
Polly Higgins, abogada escocesa, es una de esas
personas que creen que la solución al “ecocidio”, que se está practicando, es
incluirlo en el Estatuto de Roma, es decir, considerarlo legalmente como un
crimen contra la humanidad. Las compañías de carburantes fósiles, que no solo
destruyen el medo ambiente, sino que, según Higgins, “se emplean a fondo para
confundir a la opinión pública sobre la realidad de su actividad”, se verán
obligadas sustituir la pregunta ¿nuestra actividad va a beneficiar a nuestros
accionistas? por esta otra ¿podemos incurrir en un “ecocidio”?
Desde mi
punto de vista, es muy oportuna la inclusión del “ecocidio” en el Estatuto de
Roma, pero no suficiente, dadas las características no solo del cambio
climático sino también del actual sistema económico-social.
Como dice
Cayetano López, que fue rector de la Universidad Autónoma de Madrid en un
artículo que lleva por título “Un cambio que afecta a todos”, (El País, 20 de marzo de 2019), “la lucha
contra el calentamiento global requiere que tanto las empresas como las
personas modifiquen su comportamiento”. No
basta con criminalizar el comportamiento de las empresas. Aunque de forma muy
diferente, también las personas son
responsables
Por otra parte, hay que tener en cuenta que el cambio
climático es un fenómeno global, cuyos efectos alcanzan a todos, hayan o no
contribuido a él, además no hay correlación entre conductas y efectos. Como
dice el profesor Cayetano López en el artículo
indicado, “si un país prefiere no hacer nada ni incomodar a nadie, se
beneficiará de todas formas, de los esfuerzos hechos por los demás. Por el
contrario, si decide tomar las medidas adecuadas, sufrirá los rigores del cambio
(climático) si el resto no hace un esfuerzo similar. Cada cual espera que los
otros actúen”.
Según el profesor Cayetano López, ”para hacer frente a este fenómeno (cambio
climático) haría falta una especie de Gobierno mundial como el evocado por
Bertrand Russell y otros pensadores del pasado reciente”.
“Pero –continua- este profesor, las grandes
decisiones políticas se siguen tomado hoy por los Gobiernos nacionales, y no
parece que la cosa vaya a cambiar”.
Sin embargo, hay algo fundamental para poder sobrevivir y llegar a construir un mundo realmente humano: el poder creativo del ser humano, su empatía y su solidaridad.
Los combustibles fósiles son recursos naturales no renovables. No sabemos cuando se agotarán, pero ya hemos observado que, como existen en cantidad fija y en lugares no siempre muy accesibles, llegará un momento -en algunos casos ya ha llegado- en el que el coste de extracción es superior a las posibles ganancias. Pensando es eso -en la necesidad de vivir sin esos recursos- surgieron las "comunidades de transición". La única forma de, junto con la ley, hacer frente al cambio climático.
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