Para muchos expertos en la materia se considera el
origen de la justicia social en lo que fue la justicia distributiva que
estableció en su momento el filósofo griego Aristóteles. Esa justicia distributiva
exigia que todas las personas pudieran acceder a una serie
de bienes imprescindibles como podía ser la educación y la alimentación.
Después de la Primera Guerra Mundial, en 1919, se
creó la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que incorporó la noción
de Justicia Social a su Constitución. Es obligación del Estado intentar lograr
un reparto equitativo de los bienes sociales y establecer las condiciones para
que toda la sociedad pueda desarrollarse en términos económicos. . En una sociedad con justica social, son respetados
los derechos humanos y las clases sociales menos favorecidas cuentan con
oportunidades de desarrollo. Y en el año 2007, la ONU estableció el 20 de febrero
como Día Internacional de la Justicia Social.
El Premio Nobel de Economía, Amartya Sen, en el
prefacio de su libro La Idea de la
Justicia (2010, Santillana Ediciones Generales, Madrid), escribe: “Lo que
nos mueve, con razón suficiente, no es
la percepción de que el mundo no es justo, lo cual pocos esperamos, sino que
hay injusticias claramente remediables en nuestro entorno que quisiéramos
suprimir.
Unas líneas más tarde señala: “Es justo suponer que
los parisinos no habrían asaltados la Bastilla, Gandhi no habría desafiado al
imperio en el que no se ponía el sol y Martin Luther King no habría combatido la
supremacía de la raza blanca en “la tierra de los libres y el hogar de los
valientes” sin su conciencia de que las injusticias manifiestas podían
superarse. Ellos no trataban de alcanzar un mundo perfectamente justo (incluso
si hubiera algún consenso sobre cómo sería ese mundo), sino que querían
eliminar injusticias notorias en la medida de sus capacidades”.
Al final del último capítulo de ese libro, Amartya Sen
indica que “la búsqueda de un teoría de
la justicia tiene algo que ver con la clase de criaturas que somos los seres
humanos”
[…] Podríamos haber sido criaturas incapaces de simpatía, impasibles frente al dolor y la
humillación de los otros, desentendidos de la libertad y, lo que no resulta
menos significativo, incapaces de razonar, argumentar; discrepar y concurrir.
La poderosa presencia de estos rasgos en las vidas humanas no nos dice gran
cosa acerca de cuál teoría de la justicia en particular deberíamos escoger,
pero indica que la búsqueda general de la justicia puede ser difícil de erradicar
de la sociedad humana, aun cuando la llevemos de diferentes maneras”.
Según el filósofo estadounidense, profesor de
filosofía política en la Universidad de Harvard cuya teoría de la justicia ha
recibido gran atención por economistas, politólogos y sociólogos, John Rawls,
“Quienes poseen los mismos niveles de talento y habilidad, y demuestran idéntico
deseo de utilizarlos, deberían tener iguales probabilidades de éxito independientemente
de su posición inicial en la sociedad”.
Miguel Á. García Vega es autor de un largo artículo
publicado en el suplemento Negocios de El
País el domingo 24 de marzo de 2019 y titulado “El ascensor social no funciona.
El aumento de la desigualdad hace cada vez más difícil que los ciudadanos pasen
a un nivel de renta superior”. Lo que quiere decir que España está muy lejos
del objetivo señalado por Rawls.
Para no extenderme mucho me voy a limitar a copiar o
comentar alguno de los párrafos de ese artículo. “La reducción en España de la inequidad en las
capas más bajas de la sociedad ha tenido un frenazo brutal. Ahora los trabajadores menos cualificados reducen su jornada, merman
sus ingresos y esto afecta a la educación de sus hijos”, avisa Gonzalo García,
experto de mercados de Analistas Financieros Internacionales (AFI). Esa pérdida
en los primeros años en la vida define el futuro. El cuidado y la formación de los niños entre los cero y los cinco años
condiciona de forma determinante que mañana puedan tener un buen empleo y
un buen salario”, observa el
economista.
El número de niños y niñas, en situación de pobreza
es el mejor parámetro para medir la calidad humana de los políticos de un país.
Por desgracia, el capitalismo del siglo XXI resulta
inexplicable sin la inequidad. Debe calificarse como inhumano. Siendo benévolos podemos decir que todo empezó cuando las élites del sistema decretaron que había que salvar a
los bancos con dinero público y que era necesario privatizar los servicios se sanidad
y educación.Este descenso a la injustica ha estancado la
movilidad social en las naciones ricas atrapando a millones de familias en la
parte baja de la escalera de los ingresos. Un problema vital y un riesgo para
todos Branko Milanovic, economista y profesor de la Escuela de Políticas de la
Universidad de Maryland indica lo preocupante de una elevada inequidad es que fragmenta
la sociedad y provoca un fenómeno de polarización!”. O sea prende el populismo
y la extrema derecha.
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