En su libro La
sociedad de coste marginal cero. El Internet de las cosas. El procomún
colaborativo y el eclipse del capitalismo, Jeremy Rifkin (2014:12) escribe:
“La razón de ser del capitalismo es llevar cada aspecto de la vida humana al
ámbito económico para transformarlo en una mercancía que se intercambia en el
mercado como una propiedad. […] Es precisamente
esta lógica operativa del capitalismo lo que hará que muera de éxito”.
Una de las cosas que el capitalismo ha llevado al
ámbito económico es el conocimiento y sabiduría del ser humano; a través de las
patentes los ha convertido en una mercancía como una propiedad que se vende a
quienes tengan dinero para comprarla. Ello a pesar de que el conocimiento y sabiduría son un bien común de la humanidad, un
procomún, es decir, es de toda la humanidad y que, por tanto, debe ser
gestionado colectivamente.
En el mismo libro (2014:237) confiesa que le gusta
especialmente una máxima sobre la naturaleza del procomún de
Mike Bergan, que apunta directamente al núcleo de la lucha actual entre
capitalistas y no capitalistas
No confíes
en nadie que quiera quedarse con algo que compartimos todos y que a todos nos
beneficia, para entregársela a alguien
que se va a beneficiarse de ello en exclusiva.
Es fácil imaginar lo rápido que avanzaría la investigación
si todos los investigadores competentes en esta área de conocimiento se
pusieran a trabajar juntos, compartieran sus resultados los unos con los otros
y los publicaran en Internet para que todos los investigadores del mundo
aprendieran de ellos.
En la actualidad, aunque existen organizaciones que,
en investigación, en lugar de competir colaboran, el capitalismo, aunque muy atacado por distintos economistas, sociólogos y miembros
de la sociedad (ciudadanos), todavía tiene fuerza suficiente para que alguien se
haga con la patente de la vacuna al coronavirus y la venda por un precio tan
elevado como quiera. Está demostrado que el vigente sistema económico que
funciona para las grandes empresas y no para las personas. Me gustaría no tener
razón pero, una noticia publicada en El
País del 15 de marzo de 2020 llevaba por título: “Berlín trata de impedir
que EE UU compre la investigación de una empresa alemana que trabaja contra el
coronavirus”. Basta con el título para
saber por dónde van las cosas.
Según Rifkin (2014:23), ”los beneficios empresariales
se están empezando a evaporar, los derechos de propiedad pierden fuerza”.
¿Tendrá razón? No se pretende, ni mucho menos, que los medicamentos sean gratuitos, sino de precio justo, acorde
con el dinero que se ha necesitado en su fabricación.
La organización no gubernamental No es sano pide: “Construir un sistema de investigación médica
eficiente, sostenible y que garantice el derecho universal a la salud y el
acceso los medicamentos que la población
necesita a un precio asequible”.
Dean Baker, macroeconomista y economista senior del
Centro para la Investigación Económica y Política de Washington D. C. del que
es fundador, es autor de un trabajo titulado “Las patentes ralentizan la vacuna
del coronavirus”(1). A continuación, recojo de ese trabajo las frases que más
relación tienen con el tema que he presentado
“Hay gente en todo el mundo trabajando lo más rápido
posible para desarrollar una vacuna. La mala noticia es que todos están
compitiendo entre sí, no colaborando”.
“Hay muchas empresas compitiendo por desarrollar una
vacuna contra la enfermedad. Si lo consiguen, esto podría, en principio, cortar
su propagación de raíz, una vez que se pueda producir la vacuna en masa y se
envíe por todo el mundo.
Esto es cierto solo en principio, pues incluso si
contamos con una vacuna, no tenemos ninguna garantía de que sea asequible. Como
atestiguó el secretario del departamento de Salud y Servicios Humanos, Alex
Azar, no podemos confirmar que una vacuna recién inventada sea asequible a
todos los bolsillos, puesto que la empresa que la desarrolle tendrá el
monopolio de la patente y podrá cobrar básicamente lo que quiera”.
Según él, la solución es, como dice No es sano, modificar el sistema de
financiación de la investigación biomédica. Dean Baker, termina su texto con esta frase: “En
resumen, el coronavirus debería ser una lección más sobre por qué hay mejores
alternativas para financiar la investigación biomédica”. Aunque, en este
momento, no sé en qué consiste esa alternativa, no se debe olvidar el procomún
del conocimiento y sabiduría del ser humano.
Jeremy Rifkin en el libro citado al principio, indica,
en el inicio del capítulo 11 “Los colaboratistas
se preparan para la lucha”, que la pugna
entre los colaboratistas y los inversores capitalistas “aún es incipiente,
todo parece indicar que esta será la batalla económica decisiva de la primera
mitad del siglo XXI”. ¿Tendrá razón? Parece ser que todo depende de los ciudadanos.
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