"Banalidad del mal" es una expresión acuñada por Hannah Arendt (1906-1975), filósofa alemana de origen judio, en su libro Eichmann en Jerusalen.
En este libro, Hannah Arendt, no solo describe el sumario y desarrollo
del juicio, que tuvo lugar en 1961 contra Adolf Eichmann, teniente
coronel se la SS y uno de los mayores criminales de la historia, sino
que también analiza su personalidad através de las explicaciones que el
criminal daba de sí mismo. estudio.
Tras un concienzudo,
Hannah Arendt llegó a la conclusión de que el mal puede ser obra de
gente común que renuncia a pensar, que no percibe los sentimientos
ajenos y se abandona a la corriente de su tiempo: Eichmann era un hombre
ordinario muy eficiente a la hora de realizar las tareas que se le
encomendaba. Dice Arendt que en los ejecutores materiales del
genocidio no existía un pozo de maldad abismal, ni tampoco una
particular inclinación por la crueldad: eran, más bien, individuos
capaces de obrar sin reflexionar en las consecuencias de sus actos, que
se limitaban a cumplir órdenes y actuar según se esperaba de ellos. Se
aquí la expresión "banalidad del mal".
Hannah Arendt no
disculpaba a los ejecutores materiales de los crímenes, sino al
contrario, pretendía dar cuenta de la complejidad humana y aconsejaba a
estar alerta ante la banalidad del mal para evitar que volviera a
manifestarse. En un artículo de opinión, "El malentendido sobre Hannah
Arendt" (El País, 9 de agosto de 2013), la escritora Monika Zgustova escribe "Y esto es válido también para los tiempos que vivimos".
¿Por qué, dice Zgustova, que "es también es válido para los tiempos
que vivimos"? A mi juicio, porque el imperante sistema
económico-social, además, de ser injusto e inhumano , intenta por todos
los medios (fundamentalmente, a través de la educación y la propaganda)
que los ciudadanos ni piensen si sientan, en otras palabras, se
comporten como simples obedientes consumidores. Sin embargo, quizás
porque todo ha sido demasiado rápido, cada vez son más los ciudadanos
que piensan, sienten y obran como seres dotados de empatía, como seres
pertenecientes a la especie humana. ¿Qué sería sin ellos? Ellos, cada vez en mayor número, son los únicos que pueden cambiar el sistema.
4 comentarios:
Anular el pensamiento crítico es el primer paso para lograr una masa de trabajadores eficientes y que no se oponen al sistema. Así, se les puede ordenar que hagan cualquier cosa sin que rechisten, o que acepten medidas legislativas que les coartan las libertades. Nos transforman en consumidores y poco menos que máquinas sin razonamiento.
Porque el mal, en efecto, a veces nace de la indiferencia y del silencio. Del dejar pasar los atropellos sin intervenir, de la omisión. A veces, incluso nace también de las buenas intenciones. El mal (aunque es un concepto en el que no creo mucho), es el camino más fácil y el que la mayoría escoge.
Fahrenheit 451, la novela de Ray Bradbury llevada al cine por François Truffaut expone muy bien esta situación. 451ºF es la temperatura a la que arde el papel y de eso se trata precisamente de una brigada de bomberos que en vez de apagar incendios se dedica a ¡quemar libros! La historia se desarrolla en un futuro distópico en el que se le ha restado la capacidad de pensar y decidir por si misma de las personas.
¿Llegaremos a eso? Sin duda, en el camino estamos, por eso quizá haya llegado el momento de intentar impedirlo.
Un saludo
No dudo de la capacidad alienante de la máquina del fango en que se ha convertido la prensa. No dudo la capacidad estratégica de los tanques de ideas en su labor mercenaria de aplastar las verdades incómodas. Pero tampoco dudo de las leyes de la Naturaleza. De las consecuencias que son inevitables e inherentes a todo acto. Tanta información para tan poca verdad acaba pesando. En forma de endogamia ideológica que empieza a parir aberraciones, palabras con espuma rabiosa y delirante, canciones de cuna para los arsenales.
Hasta el mas terrible de los horrores puede hacerse cotidiano, cada invierno puede matar como si no hubiese primavera.
Muchas gracias por vuestros comentarios. No hace falta decir que estoy de acuerdo. No quise ser pesimista y mencioné la existencia, cada vez mayor, hay que reconocer, de personas que completan el pensar y sentir con el actuar. Pero va todo tan despacio, que, a veces, no puedo dejar de dudar si llegaremos a buen puerto.
Un saludo
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