Lo que voy a escribir en esta “entrada” pretende ser un
complemento o continuación de la que indiqué en la anterior.
En relación con la importancia de lograr la
discriminación que sufren las mujeres y las niñas, Kofi Annan, ex Secretario
General de la ONU dijo “La igualdad de género es más que un objetivo
en sí mismo. Es una condición previa para hacer frente al desafío de reducir la
pobreza, promover el desarrollo sostenible y construir una buena gobernanza”.
Sin embargo, como ya indiqué en la “entrada” anterior,
en todas partes del mundo la discriminación contra las mujeres es visible en
todos los aspectos de la vida. En
España, a pesar de la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad
efectiva de mujeres y hombres; de que el artículo 14 de la Constitución
española proclama el derecho a la igualdad y a la no discriminación por razón
de sexo; y de haber ratificado, en 1973, la Convención sobre la eliminación de
todas las formas de discriminación contra la mujer, aprobada por la Asamblea
General de Naciones Unidas en diciembre de 1979.
La igualdad es,
asimismo, un principio fundamental en la Unión Europea: desde la entrada en
vigor del Tratado de Ámsterdam, el 1 de mayo de 1999, la igualdad entre mujeres
y hombres y la eliminación de las desigualdades entre unas y otros son un
objetivo que debe integrarse en todas las políticas y acciones de la Unión y de
sus miembros. Recientemente, el Convenio de Estambul, que se presentó en 2011 y está en vigor desde el 1 de
agosto de 2014, está considerado el tratado internacional, legalmente
vinculante, más completo y de mayor
alcance sobre la lucha contra la violencia contra las mujeres y la violencia
doméstica.
Sin embargo, aunque importante no es la
violencia contra las mujeres dentro y fuera del hogar, la única forma de
discriminación de género. En la “entrada“ anterior mencioné que las mujeres
cobran menos que las mujeres por el mismo trabajo, principalmente, cuando llega
la maternidad y la baja participación del hombre en el trabajo doméstico,
atención a los hijos y cuidado de otras personas, todos ellos trabajos no
remunerados.
Octavio Salazar Benítez, profesor titular de
Derecho Constitucional en la Universidad de Córdoba, en su libro Masculinidades y ciudadanía. Los hombres
también tenemos género (2015:30), indica
que “es necesario darle la vuelta a toda una cultura, lo cual supone una
tarea de doble recorrido y exige una implicación de todos y todas, de hombres y
mujeres, de los poderes políticos y de todos los sectores sociales, y muy
especialmente de todas las instancias que inciden en nuestro proceso de
socialización”.
Desde mi punto de vista, la no discriminación
contra mujeres y niñas conducirá no solo a un mundo sostenible sino a uno más
humano y rico, debido a las distintas características y cualidades
complementarias, de los hombres y de las
mujeres.
La historia humana ha demostrado que los
derechos, lejos de ser concedidos graciosamente, se conquistan con protestas y
movilización, es decir, no son fruto de una regla interna de la evolución
humana (humanización), sino el resultado de muchas luchas colectivas. Así, a lo
largo de la historia, la especie humana, siempre debido a protestas
protagonizadas por algunos de sus miembros más sensibles y atentos, se ha hecho
cada vez más humana.
Según Antonio Guterres, actual Secretario General de las
Naciones Unidas, “conseguir la igualdad de género y empoderar a las mujeres y
las niñas son tareas pendientes de nuestra época y constituyen en mayor desafío
en materia de derechos humanos del mundo”.
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