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domingo, 21 de octubre de 2018

Medicamentos. Bien Común



No es la primera vez que escribo sobre los medicamentos y la industria farmacéutica.  Para el vigente sistema económico los medicamentos son simplemente una mercancía y la industria farmacéutica un negocio solo preocupado, por maximizar sus ganancias económicas. De su gestión se encarga la Organización Mundial de Comercio (OMC), a través del Acuerdo sobre los Derechos de Propiedad relacionados con el Comercio, y  los medicamentos están relacionados con el Comercio, porque son una mercancía.  La enfermedad se ha convertido en un gran negocio. El mercado farmacéutico supera las ganancias por ventas, a las armas o las telecomunicaciones. ”Cada dólar invertido en fabricar un medicamento se obtienen mil de ganancia”.
Siempre con el objeto de aumentar sus ganancias económicas, las industrias farmacéuticas se  dedican a investigar en patologías –a veces inexistentes- que solo afectaban a los ciudadanos de los países ricos. Hay muchas enfermedades que no son objeto de investigación por el simple hecho de que las personas  que tienen esas enfermedades carecen del suficiente poder adquisitivo. Es el caso de los  países pobres. ¿Cómo es posible un sistema que no castiga a los autores de tantas muertes remediables?
Si en la Declaración Universal de Derechos Humanos se indica que la salud es  un derecho de todos los seres humanos, los medicamentos deben ser un bien  común. En el libro La gran encrucijada. Sobre la crisis ecosocial y el cambio de ciclo histórico  (Varios autores, ed. Ecologistas en Acción, 2016:197) se indica que “ es de especial importancia prestar atención a los bienes públicos y de interés general, así como a los bienes comunes entendidos en un sentido amplio, acorde  a las nuevas circunstancias de crisis ecológica abordado con criterios de justicia. Esto supone que junto a los recursos naturales y a los servicios de los ecosistemas sería necesario entender la noción de bienes comunes y de interés general a sectores claves  para el funcionamiento de sociedades complejas, como son el sector energético, el de comunicaciones –incluido Internet-, el sector bancario, los servicios sociales básicos, la investigación científica y los medicamentos”. 
“La propiedad privada es muy eficiente para determinados fines. Pero creer que la mejor forma de gestión es ponerlos virtualmente todo en manos privadas –que es lo que propugnan la mayoría de los economistas partidarios del libre mercado- no pasa ‘la prueba del algodón’. Sobre todo cuando se trata de bienes y servicios públicos que todo el  mundo necesita”. (Jeremy Rifkin, La sociedad de coste marginal cero. El Internet de las cosas, el procomún colaborativo y el eclipse del capitalismo, 2014:202) “Es probable que estos datos desconcierten a la mayoría de los economistas porque su disciplina está muy ligada a la idea de que el ser humano es egoísta por naturaleza y solo aspira a optimizar su propia autonomía.[…] Los científicos cognitivos nos dicen que nacemos con unos circuitos neurales que nos permiten sentir empatía ante el sufrimiento ajeno y que la supervivencia de nuestra especie se ha debido mucho más a la sociabilidad colectiva que a las tendencias egoístas” (Jeremy Rifkin, libro anteriormente citado, 2014:204)
Recientemente mencioné el nacimiento de una campaña, “No es sano”   (noessano.org.es), promovida por más de media docena de organizaciones que lucha por defender y promover el acceso universal a los medicamentos como parte indispensable del derecho a la salud. “No es sano investigar sólo en enfermedades rentables, no es sano anteponer los beneficios económicos a la salud, no es sano especular con los medicamentos”.  Se piden “gobiernos, instituciones y centros de investigación que promuevan iniciativas de I+D basadas en nuevos modelos de investigación y desarrollo de medicamentos que no dependan exclusivamente de las patentes como incentivo y modelo de negocio”. Solo posible en un nuevo paradigma económico, según Jeremy Rifkin,  el procomún colaborativo.

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