Las instituciones que dirigen el
imperante sistema económico-social –El Fondo Monetario Internacional (FFMI), el
Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio (OMC)-defienden y dicen
creer en las bondades del mercado perfecto, diseñado por Adam Smith. «En
este mercado perfecto, el comprador obtiene, además, el mejor precio, pues la
competencia entre los vendedores de un mismo producto les forzará a vender lo
más barato posible (una vez cubiertos
sus costes y cierto beneficio) para vender más que sus competidores» (José
Luis Sampedro. El mercado y la
globalización, Barcelona, ed. Destino, 2002:22).
Otra característica de ese tipo de mercado es el ajuste automático entre
la oferta y la demanda: si la demanda de
bienes y servicios por parte del consumidor aumenta, los vendedores aumentarán
los precios como consecuencia de ello. Y
si los precios aumentan demasiado, la demanda caerá y obligará a los vendedores
a reducirlos.
La tecnología aumenta la
productividad y, en consecuencia, permite que el fabricante venda sus productos
a un coste más bajo. Ese fenómeno se observó al inicio de la revolución
industrial. Henry Ford, fundador de Ford
Motor Company, comenzó a aplicar las técnicas de trabajo en cadena, con lo que consiguió aumentar la productividad. Entonces, según
los economistas, los trabajadores se conformaban con ganar lo suficiente para vivir y
permitirse algunos pequeños lujos: preferían tener más tiempo de ocio que
ingresos adicionales como consecuencia de una mayor cantidad de horas de
trabajo. Henry Ford, para vender el
exceso de coches que se amontonaban en los almacenes, emprendió una intensa
labor de propaganda, ofreció a sus trabajadores salarios más altos y más tiempo
libre. Se dice que, a través de la propaganda, consiguió fomentar y expandir las necesidades
humanas, es decir, se afirma que fue el creador del fenómeno del consumo en que
ahora estamos inmersos.
En el vigente sistema
económico-social, el hecho de que un
fabricante introduzca un tecnología que aumente la productividad y, en consecuencia, que le permita vender más
barato, obliga a sus competidores a
buscar nuevas tecnologías para aumentar, aún más, la productividad y poder vender sus productos a un precio más bajo con
el objetico de recuperar sus clientes, obtener otros nuevos o las dos cosas. En otras palabras, las nuevas tecnologías van
reduciendo el coste marginal del producto a vender, entendiendo por coste
marginal el coste de producir una unidad del producto de que se trate. Cuanto más bajo sea su coste marginal, ese producto
se puede vender a precio más bajo, hasta que acaba siendo virtualmente
gratuito. «Cuando
mantener el valor del capital ya invertido se convierte en el principal
objetivo de los empresarios, el progreso económico cesa o, al menos, se reduce considerablemente». De
suceder esto, el beneficio, el alma
del capitalismo, se acabaría evaporando. Las empresas no podrán garantizar ni
los beneficios ni la rentabilidad que exigen sus accionistas.
En este caso, los líderes del
mercado están intentando hacer frente a este fenómeno la creación de un monopolio. Un monopolio les permita impone
precios superiores al coste marginal de los productos que venden. Aunque, antes
de ahora, en algunos casos especiales
han existido monopolios, siempre han sido temporales, porque los
monopolios no encajan en la teoría de mercado perfecto.
Hace unos días, el economista y catedrático de la Universidad
de Valencia, Antón Costas publicó en El
País, (suplemento Negocios, 9 de septiembre de 2018), un artículo titulado «Por
qué los muy ricos progresan y los demás no», que me parece interesante
mencionar. El profesor Costeas recuerda que ahora se cumple el décimo decenio
de la crisis de 2008 y señala que ni los Gobiernos ni las élites financieras «han
comprendido que esta crisis ha sido el anuncio del fin de un modelo económico,
político y social que ha llegado a su agotamiento». «Algo está cambiando. En la
reunión de gobernadores de bancos centrales que tiene lugar todos los años en
agosto en Jackson Hole (Virginia, EE UU), la de este año ha traído una novedad.
Por primera vez, en la agenda de la reunión se prestó atención a la
concentración empresarial como responsable de los bajos salarios y la desigualdad».
La concentración empresarial conduce a un monopolio.
Más recientemente, 19 de
septiembre de 2018, se pudo leer, en el mismo periódico, una noticia en la que
se decía que la Comisión Europea había anunciado «la apertura de una
investigación a BMW, Daimler –fabricante de Mercedes- y Volkswagen –incluye
Audi y Porsche-». Bruselas
quería saber si estas empresas habían
escondido «un
acuerdo común para no competir entre ellas ni desarrollar tecnologías que
permitan reducir las emisiones».
Ese acuerdo demostraría que esas empresas no desean entrar en la
influencia de las nuevas tecnologías en el del coste marginal.
La comisaria europea de
Competencia afirmó: «Si se prueba, esta confabulación puede haber privado a los
consumidores de la posibilidad de comprar coches menos contaminantes, a pesar
de que la tecnología estaba disponible para los fabricantes». Una vez más se pone de manifiesto que a las
grandes corporaciones no les preocupa en número de muertes por debidos a las
emisiones contaminantes de sus coches: únicamente están interesadas por las
ganancias económicas.
Sin duda, necesitamos un nuevo
paradigma económico más humano y acorte con las características del planeta
Tierra que habitamos.
Siempre que se menciona la
expresión «cambio
de paradigma»
se recuerda lo sucedido en Astronomía en la época de Galileo. Se afirmaba que la Tierra era el centro de
Universo y alrededor de ella giraba el Sol, pero, en un momento determinado,
las observaciones celestes empezaron a no encajar, obligaron a aceptar que la
Tierra, como otros tantos satélites, giraba alrededor del Sol.
En el actual sistema
económico-social, interpretando de forma un tanto sui generis la doctrina de Adam Smith, se supone que, el ser humano responde al modelo sociológico de la
elección racional, es decir, su comportamiento responde a un previo cálculo de
costes/beneficios. Esta teoría de la elección racional no ha sido avalada por
ninguna delas investigaciones en Psicología y Neurociencia. Esto llevó a que
Steven Pinker, psicolingüista de la Universidad de Harvard, en un artículo
sobre la ciencia de la moralidad (2008) sentenciara: «El hombre llegará a ser mejor
si se le muestra como es». En otras palaras, el capitalismo gira alrededor de la
idea de que el ser humano es Homo
economicus, cuando, en realidad, el ser humano es Homo sapiens, un ser creativo y empático. Es urgente cambiar el
paradigma económico. Jeremy Rifkin, uno
de los pensadores sociales más
importantes de nuestra época, en la Introducción a su La
civilización empática. La carrera hacia una conciencia global en un mundo en
crisis (2010, Madrid, Espasa Libros), escribió: «Quizás la cuestión más
importante a la que se enfrenta la humanidad es si
podemos lograr la empatía global a tiempo para salvar la Tierra y evitar el derrumbe
de la civilización». Además, el
capitalismo ignora que el planeta Tierra que habitamos es un sistema cerrado.
Esta ignorancia nos está llevando el precipicio.
Jeremy Rifkin, es autor de otro
libro, La sociedad de coste marginal
cero. El Internet de las cosas, el procomún colaborativo y el eclipse del
capitalismo (Barcelona, Espasa libros, 2014) donde, no solo, menciona cómo hemos llegado a
la «sociedad
de coste marginal cero», sino también las
características de un paradigma
económico alternativo, que ya ha empezado a funcionar y que él denomina «procomún
colaborativo».
Según Jeremy Rifkin, «En la escena mundial está apareciendo un sistema económico
nuevo»
que él denomina «procomún colaborativo».
El todavía vigente sistema
económico ha convertido en mercancía todas las actividades humanas, incluso los
derechos humanos y los bienes comunes de la Humanidad. Son bienes comunes de la
Humanidad todos los recursos de la Tierra (los bosques, el agua, las semillas,
las playas, el paisaje etc.) y el conocimiento humano. La palabra «procomún» se
refiere a los bienes comunes de la humanidad. En relación con esos
bienes, Rifkin señala que el actual
sistema de gestión conduce a su desaparición y menciona el modelo de gestión
descrito por la economista Premio Nobel, Elinor Ostrom, que garantiza un uso
continuo del bien común sin que este sufra ningún deterioro. (Gestión de la
Amazonía por las poblaciones indígenas).
Puesto que es imposible, en tan
poco espacio, detallar en que consiste este nuevo paradigma económico, a continuación,
presentaré unos pocos apuntes simplemente para poner de manifiesto hasta qué punto
ha empezado a ser realidad la economía del procomún colaborativo.
-- «El procomún colaborativo prospera
junto al mercado convencional y transforma nuestra manera de organizar la vida
económica ofreciendo la posibilidad de reducir radicalmente las diferencias en
ingresos, de democratizar la economía mundial y de crear una sociedad más
sostenible desde el punto de vista ecológico en la primera mitad del siglo XXI».
(El País, 7 de septiembre de 2017)
-- En el mismo periódico, unos
días más tarde (21 de junio de 2014) se publicó un artículo titulado «La
imparable economía colaborativa», en el que se indica: «Miles
de plataformas electrónicas de intercambio de productos y servicios se expanden
a toda velocidad en un abierto desafío a las empresas tradicionales».
-- «Un reciente informe de la
consultora PricewaterhouseCoopers señala que las
principales actividades de la economía colaborativa representarán 335.000
millones de dólares en 2025 a nivel mundial. España es ya la tercera potencia
en Europa en este sector con más de 500 empresas creadas alrededor de estos
servicios, por delante incluso de países como Alemania». (https://www.elperiodico.com/es/economia/20160412/economia-colaborativa-barcelona-auge-iniciativas-5047254)
-- «Primeros pasos para regular
la economía colaborativa en Europa» «Los principales resultados de este
evento formarán parte del debate que tendrá lugar en Málaga, con la vista
puesta en co-crear una serie de directrices y recomendaciones para los
gobiernos, las instituciones públicas y los negocios, para construir una
economía con valores y que garantice el bienestar de las personas».(
https://www.tendencias21.net/Primeros-pasos-para-regular-la-economia-colaborativa-en-Europa_a43741.html)
Según Jeremy Rifkin (2014:384), «La
transición de la era capitalista a la Edad Colaborativa va cobrando impulso en
todo el mundo, y es de esperar que lo haga a tiempo de restablecer la biosfera
y de crear una economía global más justa, más humanizada y más sostenible para
todos los seres humanos de la Tierra en la primera mitad del siglo XXI».
Publicado en la revista cultural "amanecemetrópolis.net" el 9 del presente mes
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