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viernes, 9 de agosto de 2019

Armas sin control


En 1987 los presidentes Reagan y Gorbachov  firmaron el tratado conocido por las siglas INF (Intermediate Range Nuclear Forces), que supuso el final de la Guerra Fría, que nunca olvidaremos quienes vivimos esos años. El sábado último (3 de agosto de 2019) terminó la vigencia  del que se considera una de los mejores acuerdos internacionales del siglo XX.
Después de ese tratado se preé la desaparición de otros.  “Sin tratados limitativos, sin multilateralismo, sin controles mutuos y sin medidas de confianza, la seguridad de las superpotencias se fía de nuevo el crecimiento de los presupuestos de defensa, en la búsqueda de armas milagrosas y, finalmente, en la amenazadora escalada armamentística”. (“Armas sin control”, El País, 5 de agosto de 2019).
Y así estamos ahora. Armas sin control. Descontrolada fabricación, compra y venta de armas. El crecimiento económico de un país se mide por el Producto Interior Bruto (PIB). El PIB aumenta con la fabricación de armas. Para algunos dirigentes políticos, tan importante como el PIB es el concepto de “seguridad nacional”, aunque, en realidad, a lo que conducen las  armas es a la guerra con una multitud de “daños  colaterales”.  Son daños colaterales  la muerte de personas, entre ellas, niños y niñas inocentes.
Además, la fabricación de armas supone un gasto innecesario de recursos naturales  y de dinero que podría utilizarse para satisfacer las necesidades de sus ciudadanos; ello sin contar con la creación de problemas  de contaminación o contribución al cambio climático.
En la presentación  de un nuevo submarino nuclear, el presidente francés, Emmanuel Macron, dijo: “Lo que se construye aquí es la independencia de Francia, nuestra soberanía, es nuestra libertad de acción, nuestra propia condición de gran potencia mundial”.  (“Francia refuerza su flota con un nuevo submarino nuclear”, El País, 13 de julio de 2019)
La ceremonia de presentación de ese nuevo submarino nuclear  “no fue más que la celebración del fin de la construcción del primero de los seis submarinos previstos en el programa Barracuda, que comenzó con tres años de retraso y de alto coste: en total, las seis unidades previstas costarán 9.100 millones de euros”.  ¿De dónde sacará el gobierno francés ese dinero? ¿No hay en Francia ninguna persona que carezca de lo que es imprescindible para llevar una vida digna?  ¿Son los submarinos nucleares  más importantes que las personas?
   En la misma página del periódico en el que se daba esa noticia figuraba otra que se titulaba “Cientos de sin papeles ocupan el Panteón de París”. En ella se indicaba que varios centenares de inmigrantes , es decir, seres humanos,  “fueron desalojados ayer (12 de julio) por la policía del Panteón de París, monumento que habían ocupado para reclamar su regularización, alojamiento  y un encuentro con el primer ministro, Édouard Philippe, para discutir sobre la política migratoria de Francia”. La acción coincidió con el anuncio, efectuado desde la otra orilla del Sena por la alcaldesa Anne Hidalgo, de que París condecorará a Caroline Rackete, capitana del barco Sea Eatch 3, convertida en símbolo de la lucha contra la política antinmigración del ministro del Interior italiano, Matteo Salvini.
“La decisión de ocupar la tumba de los grandes héroes de Francia se tomó para denunciar la existencia  de viviendas vacías en la capital francesa. Los manifestantes también protestan contra la retención de los migrantes en los centros que califican –igual que han hecho en las pasadas semanas numerosas asociaciones- de prisiones para los extranjeros”.
¿Recuerdan ustedes lo que decía el senegalés Felwine Sarr acerca de que la hospitalidad es un derecho?  (“África”, 19 de junio de 2019)

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