Estamos en un momento de la historia de la humanidad
en el que lo primero que necesitamos es no olvidar que pertenecemos a la
especie humana, tener conciencia de especie.
De este tema ya he hablado hace mucho tiempo. Ahora retomo este tema,
porque considero urgente demostrar que es falsa la expresión de Juan Cruz: “La maldad
somos nosotros. Se ha ido haciendo con la historia”.
Para entender mejor todo, conviene saber que para el
vigente sistema económico-social, interpretando de forma un tanto sui generis la doctrina de Adam Smith,
el comportamiento del ser humano responde a un previo cálculo de
coste/beneficios. Los seres humanos son egoístas, naturalmente interesados en
sí mismos, sus afectos y disposiciones son irreformables, y no cooperarán con
los demás en tanto no tengan expectativas de un beneficio propio, o se vean
obligados a ello por una fuerza externa. ¿Es por eso que Juan Cruz (El País, 26 de julio de 2019) dice: “La maldad somos nosotros”. “La violencia, la
guerra, la maldad. La huellas del mal está en nosotros”.
Sin embargo, esta idea del ser humano no ha sido
avalada por ninguna de las investigaciones en Psicología y Neurociencia. Es un tema que desde el principio me ha
preocupado y al que he dedicado muchas “entradas”. Empecé mencionando el descubrimiento
de las neuronas-espejo y mencionando que cuando existe una manipulación
consciente y masiva por parte de la élite, se vuelve cada vez más difícil poner
de manifiesto nuestra naturaleza empática. La cultura capitalista bloquea, de
forma, intencionada nuestra naturaleza
empática.
En un momento determinado me referí a la unánime
opinión de que solo podremos sobrevivir si se amplía nuestra empatía hasta que
incluya a todos los seres humanos. Jeremy Rifkin, en su libro La civilización empática. La carrera hacia
una conciencia global en un mundo en crisis (2010:13), escribe:
“Descubrimientos reciente en el estudio del cerebro y
del desarrollo infantil nos obligan a replantear la antigua creencia de que el
ser humano es agresivo, materialista, utilitarista, no interesado por naturaleza.
La conciencia creciente de que somos una especie especialmente empática tiene
consecuencias transcendentales para la sociedad”
“Esta nueva forma de contemplar la naturaleza humana
abrir las puertas a una narración que no se ha contado hasta ahora”. “Quizá la
cuestión más importante a la que se enfrenta la humanidad es si podemos lograr
la empatía global a tiempo de salvar la
tierra y evitar el derrumbe de la civilización”.
En 2008, Gary Olsom, profesor de Ciencias Políticas, publicó
un artículo titulado De las neuronas
espejo a la neuropolítica moral, en el que intentaba explicar cómo después de
que nuestra compresión de la empatía ha aumentado no hemos sido capaces de producir un mundo más
pacífico si no que seguimos en un mundo
colmado de violencia abierta y estructural. Llega a la conclusión de que
desde pequeños se nos educa y se nos entretiene para evitar que nos enteremos,
o que entendamos el dolor de los demás.
Y ello porque la exposición a determinadas nuevas verdades acerca de la empatía
supone una amenaza directa a los intereses de las élites.
Me pareció oportuno consultar el libro de Luis
Rojas Marcos, psicolingüista en la
Universidad de Harvard, que mereció el Premio Espasa Ensayo 1995, titulado Las
semillas de la violencia (1995). En ese libro, Rojas Marcos indica que “el
crimen florece allí donde reina el desequilibrio entre aspiraciones y oportunidades
o existen marcadas desigualdades económicas;
recuerda a Erich Fromm cuando dice que “que “los hombres y las mujeres
no pueden vivir como un mero objeto y sufren intensamente cuando se ven
reducidos a una máquina que simplemente come y propaga”.
Una parte importante de los seres humanos no solo han sido reducidos, por el sistema
capitalista, a simples máquinas, sino que, además, el mismo sistema les ha
provisto de multitud de “juguetes” que les impide pensar. Y como señala Juan Cruz en el texto indicado,
“dejar de pensar nos vuelve inhumanos, decía Hannah Arendt.
Pertenezco al grupo de ciudadanos que cree que, a
pesar de todo, la empatía y la solidaridad del ser humano, junto con su poder
creador, pueden conducir a un paradigma económico distinto del actual. El único
problema es que tenemos poco tiempo. Necesitamos que se tome conciencia de que nosotros, los seres humanos, no somos la
maldad.
1 comentario:
Quizá habría que tener en cuenta el porcentaje de personas que carecen de empatía y que a su vez tienen una querencia por el poder, precisamente porque ven en él una forma de garantizarse la impunidad.
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