Afrotopia es
un libro del senegalés Felwine Sarr, citado
en la “entrada” del día 19 de este mes, editado por Casa Africa en colaboración
con La Cararata, que contribuye a un
mejor conocimiento de la actualidad de los países africanos. Para Sarr se trata de pensar en África en
movimiento pasando por encima de los conceptos y términos que se han utilizado para
describir y baremar el continente (crecimiento económico, Producto Interior
Bruto, …) y que han fracasado al
aplicarlos a las sociedades africanas y que, en realidad, han negado “la creatividad propia de estas
sociedades y su capacidad para producir otros futuros posibles”. En otras palabras, las sociedades occidentales sean constituido
en referente que descalifica “cualquier trayectoria y forma de organización
social” distinta a la suya. De ahí la importancia y necesidad, según Felwine
Sarr, de elaborar un proyecto, en muchos países africanos, que emane de su
propio ser y visión del mundo, alejando modelos sociales que no son adecuados
para ellos y que carecen de sentido para quienes los habitan. Deshacerse, en
definitiva, del modelo que impera a nivel global, en el que prima “la cantidad
sobre la calidad”, “el tener sobre el ser”.
Pero, sobre todo, Sarr alude al déficit de
pensamiento, a la necesidad de articular un pensamiento sobre el presente y el
devenir de África.
Lo anterior enlaza
con lo que los intelectuales africanos han mostrado en múltiples
ocasiones: la necesidad de descolonizar el pensamiento y crear una comunidad
intelectual que pensara y reflexionara
primero sobre África desde dentro y, después sobre el mundo contemporáneo. Una
de las causas del empobrecimiento económico y social de África es la previa depauperación
de las mentes africanas a las que se ha condenado exclusivamente a tratar de
sobrevivir.
Africanos expertos de distintas ramas del saber señalan
la exigencia de que África no sea un
pálido reflejo de Europa. “Si queremos
que la humanidad de un paso más allá, que queremos elevarla a un nivel diferente
de aquel a donde la ha llevado Europa, hay que inventar, entonces hay que
descubrir”. Sarr habla de la relación con lo económico de un orden mecanicista,
racionalista que somete al mundo y a sus
recursos a una explotación en beneficio de una minoría, desequilibrado así las
condiciones de vida.
Consciente de que “pensar África es caminar bajo un amanecer
incierto”, el autor de Afrotopía, expresa
el deseo de que su discurso no se quede en palabras, para lo cual, a lo largo
del libro, pone ejemplos y aspectos muy concretos en los que comenzar a incidir
para llegar a una auténtica “revolución cultural”.
África no
tiene que alcanzar a nadie, no tiene que imitar a nadie. Necesita lograr su
descolonización a través de un encuentro fecundo consigo misma.
En treinta y cinco años, la población africana
representará un cuarto de la humanidad. Un peso demográfico y una vitalidad que
inclinarán los equilibrios sociales, políticos, económicos y culturales del
planeta. Afrotopía no es un dulce
sueño. Es una utopía activa que pretende sacar a la luz los vastos espacios
posibles de las realidades africanas y
fecundarlos; es conducir a la humanidad a un nivel superior. (“África o el ser
más que el tener”, blog.elpaís, “África no es un país” 14 de diciembre de 2018)
Esta idea estuvo presente los días en que celebró el Congo Internacional Film
Festival (CIFF), el festival de cine más veterano de la República Democrática
del Congo –van por la decimocuarta edición- que este año se celebró en “la
ciudad volcánica de Goma, en el este del país, esa región donde late uno de los
peores conflictos del planea”.
“Ya hace 25 años que la guerra plantó aquí sus raíces
y desde entonces, además de cinco millones de muertos, la violencia ha condenado
a la población al desplazamiento constante, al miedo y a la vida donde el
mañana es casi imposible de predecir.
Las decenas de grupos armados cambian de nombre y de intensidad marcando por
días o temporadas, los grados de violencia, mientras de las minas siguen
saliendo oro, diamantes y coltán”.
Por eso el CIFF no va de estrellas y de estrenos. La
idea es aprovechar la situación para construir la paz, la dignidad, el
pensamiento crítico. “Y para eso hacemos falta todos”, afirma Kenye, fotógrafo
de 21 años.
Según la moderadora de las sesiones de debate del CIFF
, este festival y la entidad que lo organiza constituyen un espacio de esperanza
para Goma y para todo el país. Es cierto que las meras condiciones de seguridad
hacen que convocar a un pase de películas cuando ya ha caído la noche, sea un
reto. Pero hay que atreverse a ver cine, a hacerlo y a preguntarnos que
queremos para nuestro futuro, Es una cuestión de responsabilidad. Para
ella, solo hay dos opciones: “O nos comprometemos con la reconstrucción y el
desarrollo de nuestro país y lo convertimos en una tierra pacífica o nos
dejamos retroceder”. (“Un festival de cine como desafío al conflicto en Congo”,
El País, 23 de julio de 2019)
No hay comentarios:
Publicar un comentario