El contenido de este blog se ha cedido al dominio público: puede ser copiado, parcial o totalmente, sin previo permiso de la autora.


martes, 12 de febrero de 2019

Salario mínimo. Continuación


He encontrado la entrevista a Joseph Stiglitz (El País, 11 de noviembre de 2010),  citada por el catedrático de  Fundamentos del Análisis Económico en la Universidad de Alcalá, Carlos Garcia  y creo muy importante comentar lo que en ella dice este Premio Nobel.
Según el periódico, Stiglitz “aplaude sin ambages la decisión del Gobierno español de aumentar un 22% (en realidad, un 22,3 %) el salario mínimo hasta 900 euros mensuales”, un paso, según dice, ‘largamente esperado’.
Stiglitz sostiene que “subir el salario mínimo tiene un impacto ‘insignificante o incluso positivo’ sobre el empleo.  Para justificar esta opinión, cita que hay un centenar de estudios hechos en EE.UU. “Allí los datos son abrumadores. Y no se refieren a subidas del 22% como en España, sino incluso del 100%, como en Seattle”, asegura. Stiglitz atribuye las críticas a la decisión de Pedro Sánchez a una visión antigua basada en la presunción de que el mercado de trabajo funciona como cualquier otro mercado, definido por la oferta y demanda, idea que Stiglitz considera “una especie de creencia religiosa”.
En su libro El malestar en la globalización (2002, Madrid, Santillana Ediciones Generales) Stiglitz indica que “la globalización puede ser una fuerza benéfica y que su potencial es el enriquecimiento de todos”, siempre y cuando “nos replanteemos  el modo en el que ha sido gestionada”. “Somos una comunidad global y para convivir debemos cumplir unas reglas equitativas y justas que atiendan a los pobres como a los poderosos, y reflejen un sentimiento básico de decencia y justicia social” (Contraportada).
Pero sin que los ciudadanos hayan intervenido en la elección,  de ese modo de gestión se ha encargado una serie de organizaciones internacionales -el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial, la  Organización Mundial de Comercio (OMC), …- que  han causado, y siguen causando, un sufrimiento excesivo. Stiglitz habla de “políticas ideológicas” que califica de “una especie de creencia religiosa”. El credo de esa “especie de creencia religiosa” es “el mercado” que sus líderes califican de “perfecto” y sujeto a la ley de la oferta y la demanda. En el caso concreto de la subida del salario mínimo interprofesional,  una subida de salario (oferta) conduce a una pérdida de empleo (demanda), que es lo que indcan todos los creyentes de esa especie de religión.
“El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha alertado hoy de que los incrementos anunciados del salario mínimo interprofesional (SMI) ponen en peligro las oportunidades de empleo de los menos cualificados y de los jóvenes, y ha considerado ‘crucial’ mantener las reformas laborales acometidas en España. (eldiario.es, 03/10/2018, “El FMI alerta de que las salidas acusadas del salario mínimo frenan el empleo”). Consecuencia: imposible salir de la pobreza. 
El vigente sistema económico- social, principalmente después de la crisis financiera de 2008, ha abrazado esa “política ideológica”. Política que ha convertido en mercancía toda actividad humana, incluidos los derechos humanos y todos los bienes comunes de la humanidad y ello nos está conduciendo al precipicio. En el caso del trabajo humano, esa idea de que es una mercancía sujeto a la ley de la oferta y demanda ¿no les recuerda a la venta de esclavos en la plaza pública? También son mercancía los derechos humanos: con ocasión de la crisis financiera de 2008, el FMI decretó que solo tendrían derecho a la educación y a la sanidad aquellos que tuvieran dinero para pagarla. En cuanto a los bienes comunes, las grandes empresas se están apropiando de todos. Como tantas veces se está diciendo, urge implantar un paradigma económico distinto,  una forma de gestión de la globalización verdaderamente humana “que atienda a los pobres como a los poderosos, y refleje un sentimiento básico de decencia y justicia social”.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues en la famosa burbuja inmobiliaria expañola, la oferta de pisos era abrumadoramente exagerada y los precios de compra exageradamente gigantescos. Con los productos tóxicos financieros la oferta era absolutamente enorme -se ponían en el mercado cientos de miles de millones de lo que luego calificaron como basura- y la demanda estaba absolutamente disparada. Los teóricos del establismen y los "ideólogos" de la "ortodoxia" económica afirman exultantes que se cumple con esa famosa "ley" cuando uno o dos casos superconcretos les dan la razón, pero eso casi nunca se da y responde más a un razonamiento puramente teórico, utilizado por los interesados subsidiados de los contribuyentes, directores de organizaciones internacionales y nacionales. Los señores directores del Banco de España han afirmado por arriba y por abajo que hay que bajar la cuantía de las pensiones; lo dicen ellos, que van a cobrar el 100% del SALARIO (unos 90.000 euros) cuando se jubilen. Tiene una palabra, sinvergüenzas, ya que no se puede alegar ignorancia del tema ni que son interpretaciones o equivocaciones en el ejercicio de sus cargos.

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Rectifico. La palabra adecuada no es sinvergüenzas, que tiene connotaciones que no se corresponden con el caso. Quizá la palabra más adecuada sería la de desvergonzados o, simplemente, que tienen muy poca vergüenza.

Juliana Luisa dijo...

De acuerdo con todas tus afirmaciones. Pero insisto: no podemos limitarnos a quejarnos, tenemos que actuar. ¿Cómo? Como podamos.
Un saludo