Tras las crisis financiera de 2018, han ido surgiendo
distintos movimientos, alternativas, al fenómeno de la globalización y consiguiente
sistema económico-social. En este blog he hablado del movimiento de
decrecimiento, de las comunidades de transición, de
la economía del bien común y, por supuesto, de la economía colaborativa –también conocida como social y solidaria.
Me interesa decir que mencioné el micromecenazgo como
alternativa a las instituciones financieras tradicionales, que la primera plataforma
nació el año 2000 y como desde entonces este modelo de financiación ha experimentado
un gran auge.
Como complemento a estas plataformas, no olvidé mencionar el
uso de monedas locales, monedas sociales o monedas complementarias.
Aunque indiqué la importancia que para la emergencia de la
economía colaborativa tuvo la popularización y el alcance de Internet, las
redes sociales y, por supuesto, la generalización del teléfono móvil, en cuanto
permiten la conexión y gestión de la relación entre los proveedores y los
consumidores, no llegué a señalar la forma como este nuevo paradigma económico conduce
a un mundo más sostenible porque conduce a un menor consumo de recursos y una
menos huella de carbono. Por ejemplo, “en Estados Unidos hay 80 millones de
taladradoras cuyos dueños solo las usan 13 minutos como media y un motorista
inglés malgasta 2.549 horas de su vida circulando por las calles en busca de un
aparcamiento”. ¿Necesitamos tantas taladradoras (cuando hay personan que no
tienen ninguna) o perder tanto tiempo contaminando el aire?
Tampoco indiqué el capital social derivado de la práctica de
este sistema económico-social. Sin embargo, explique qué es el capital social y su importancia en la vida de las personas. El
capitalismo sin control ha dejado y está
dejando a mucha gente desilusionada. Muchas personas buscan nuevos caminos que
den sentido a sus vidas.
A pesar de la importancia que está adquiriendo la economía
colaborativa, no son las anteriores las
únicas razones por las que, ahora, he retomado ese tema. En primer lugar, quería señalar que, junto a
las empresas sociales y cooperativas, propias
de la economía colaborativas, hay empresas surgidas al amparo de la economía
colaborativa en las que están ausentes las características de este tipo de
economía.
Vicenç Navarro, actualmente Ciencias Políticas y Políticas Públicas
en la Universidad Pompeu Fabra y ex catedrático de Economía en la Universidad
de Barcelona, en www.vnavarro.org, bajo el título “Lo que se llama
economía colaborativa no tiene nada de colaborativa”, señala que “para definir
una práctica como buena o mala hay que compararla, sin embargo, con la práctica
que sustituye”; analiza el caso de Uber y Airbnb. Llega a la conclusión que
rompen “con el nuevo concepto de colaboración y cooperación” y, por tanto, no
pertenecen a la economía colaborativa. En El
País, 9 de octubre de 2015, se publicó una noticia titulada “El padre de la
economía compartida reniega de Uber”. Debo señalar que Uber y Airbnb no son las
únicas ocupaciones surgidas bajo el “paraguas” de la economía
colaborativa, pero que no tienen nada de
colaborativas.
Muy interesante es OuiShare, una organización sin ánimo de
lucro nacida en enero de 2012 en París. OuiShare es una red global de comunidades
locales con la misión de crear y promover una sociedad colaborativa justa,
abierta y de confianza, conectando personas, organizaciones e ideas.
En el blog de El País, “Alterconsumismo”, el día 28 de
octubre de 2016, Anna Argemí calificó OuiShare como un referente de la economía
colaborativa y escribió: “Escuchar a los ponentes y a los asistentes me reconcilia
con la humanidad: hay aún personas que piensan y que sueñan despiertas, personas
cuyo pensamiento y cuyo sueño va mucho
más allá del pequeño bienestar privado, y que se esfuerzan por convertir la
idea en acción”.
Después de leer esto, me ha prometido buscar en Internet todo
lo que exista sobre OuiShare. Ya les contaré.
2 comentarios:
El capitalismo convierte cualquier buena idea en un nuevo cebo para una campaña de marketing hasta que la idea original queda desvirtuada. Ya sea la sostenibilidad, la ecología o la economía colaborativa, terminan como juguetes rotos de un modelo económico que los vampiriza y corrompe.
Estoy de acuerdo contigo. Pero es responsabilidad nuestra no permanecer inertes.
Un saludo
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