Hace unos días, concretamente el 11 de este mes, leí en el periódico El Pais, una noticia, «Borrell: Europa está en peligro y no siempre somos conscientes de ello». La noticia empieza con el siguiente párrafo: «El vicepresidente de la Comisión Europea y máximo responsable de la diplomacia comunitaria, Josep Borrell, ha concluido el borrador de la llamada Brújula Estratégica, un documento que aspira a forjar en la UE una posición común sobre las amenazas geopolíticas que afronta el club y que plantea, como primer paso, la creación de una fuerza militar de emergencia antes de 2025”.
De la creación de esa fuerza militar ya hablé cuando comente el caso de Afganistán. Ahora Borrell ha añadido el problema de Bielorrusia-Polonia. «Estamos en un mundo en el que todo es susceptible de ser utilizado como arma de agresión y en ese escenario no basta con que la UE ejerza su poder blando a través de política comercial y de derechos humanos”, resume el alto representante en el documento, cuya elaboración comenzó a mediados de 2020 y que se espera sea adoptada, oficialmente por la UE en marzo de 2022».
“Estamos en un ambiente estratégico muy, muy conflictivo y peligroso”, insiste. “Un mundo mucho más hostil, en el que se nos disputa nuestro espacio económico y nuestro espacio estratégico, y en el que nuestro espacio político está cada vez más degradado”.
Borrell desea que su «brújula» no sea un documento más de reflexión, sino «una guía para actuar”. La noticia termina indicando que Borrell «reconoce que la primera tarea será convencer a los 27 gobiernos de la UE de que los peligros son globales y no se ciñen a la vecindad más cercana”.
Sin duda, Josep Borrell ignora la historia de la Unión Europea. La construcción europea es un proyecto único que ha logrado que los Estados europeos hayan superado un pasado marcado por guerras entre ellos. La Unión Europea surgió del anhelo de paz así como del hastío del conflicto en que la II Guerra Mundial sumió a los países europeos. Dado que las confrontaciones que desde la Guerra franco-prusiana se habían venido desarrollando en el continente tenían a Francia y Alemania como protagonistas, se dispuso la creación de una asociación que incluyendo a estos dos países pusiese en común la producción de dos sectores industriales esenciales: carbón y acero. Por tal motivo se fundó, con el Tratado de París (1951), la Comunidad Europea del Carbón y el Acero (CECA), embrión de la actual UE y que englobaba a Francia, Alemania, Italia, Bélgica, Holanda y Luxemburgo.
Espero que gobiernos que ahora forman parte de la Unión Europea recuerden cómo tuvo lugar esa unión y hagan oídos sordos a la propuesta de creación de una fuerza militar de emergencia antes de 2025. El singular valor que la Unión Europea representa, como ejemplo de superación de la división, así como de esfuerzo para la consolidación de un continente pacífico y próspero, le ha valido el reconocimiento del Premio Nobel de la Paz 2012.
En un libro titulado Construir la paz (2003, Fundación para una Cultura de Paz, Icaria ed.) Fredrix S. Heffermehl reúne diferentes y trabajos de personas que trabajan para «construir la paz». Siento decirlo pero Josep Borrell trabaja para «construir la guerra» no la paz, con la que todos soñamos.
En la introducción de ese libro se puede leer el siguiente párrafo escrito, en 1997, por Mijaíl Gorbachov: «Puesto que la mayoría de los ciudadanos no desean las guerras pero, al mismo tiempo, creen que es imposible detenerlas, el primer cambio que debemos propiciar es en nuestras mentes. Debemos cambiar esa idea de que no es posible, porque lo único que nos impide trasformar la realidad son nuestras creencias sobre la misma».
En el epílogo de ese mismo libro, Federico Mayor Zaragoza, director de la Fundación para una Cultura de Paz, escribe: «En 1945, al final de la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos lideraron la fundación de la Organización de las Naciones Unidas, cuyo documento fundacional, la Carta de San Francisco, comienza así: Nosotros, los pueblos hemos decidido evitar a las generaciones futuras el horror de la guerra». ¿Ignora Borrell la Carta de San Francisco y el papel que, en la actualidad, está jugando Naciones Unidas para que las futuras generaciones se encuentren con un planeta habitable, evitar a las generaciones futuras el horror de la guerra? «Las mismas Naciones Unidas que permitieron al mundo remontar el vuelo desde las cenizas de la Segunda Guerra Mundial; las que aprobaron el 10 de diciembre de 1948 la Declaración Universal de los Derechos Humanos, imperiosa necesidad se agiganta, en estos momentos, para orientar la gobernación del mundo».
En esta ocasión, Mayor Zaragoza escribe,: «Atentar contra una sola vida es un acto asesino para el que no se puede encontrar justificación. Hacerlo contra millones de ciudadanos indefensos es atroz y ha de impulsaros a superar nuestra consternación e indignación y a contribuir cada uno, con mayor determinación que nunca, a fortalecer la solidaridad con todos los pueblos de la Tierra. Y eso hemos de hacerlo todos unidos, sin fisuras, porque todos hemos sido alcanzados por el impacto asesino. Debemos permanecer unidos para defender, día a día, unos valores que pueden evitar los desgarros sociales, la marginación y la exclusión. Todos juntos, para […] aplicar medidas correctoras de la vulnerabilidad moral de nuestros tempos». Y añade: «En los momentos de gran tensión humana, si se piensa en grande, si se piensa en todos, se acierta. Si se piensa en pequeño, en unos cuantos, se yerra. […] Parece obvio que es muy difícil combatir desde la luz a quienes se muevan desde la oscuridad (Sin duda Borrell se mueve desde la oscuridad).
(Este textonse se ha publicado en la revista cultural digital el día 23 de ese mes.
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