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lunes, 3 de junio de 2019

Lección desde las antípodas


En la Introducción de su libro Libres. Ciudadanas del mundo, Carmen Alborch indica: “Las protagonistas de este libro intentan ejercer la libertad, en su vertiente pública y en su dimensión interior; son mujeres que anhelan y aspiran a esa libertad, y la ponen en relación con la dignidad y la diversidad humanas. Todas colaboran en la construcción de un mundo –de un modelo social también- en el que la libertad de las mujeres, y en consecuentemente de todos los seres humanos, es objetivo central”.
De las nueve mujeres que conforman ese libro hoy he elegido a Marilyn Waring economista neozelandesa, porque estoy convencida , -por lo que de ella he aprendido-, que jugará o ha jugado un papel decisivo en la implantación en Nueva Zelanda, un presupuesto que, como dijo Cristina Manzano, en el artículo de opinión citado en mi última “entrada”, no se medirá por Producto Interior Bruto (PIB), el parámetro, en la actualidad empleado para medir el crecimiento económico: será un “presupuesto de bienestar”.
Según comenta Carmen Alborch en el libro anteriormente citado, Marilyn Waring siempre se ha quejado, por una parte, de que la actual economía mundial pasa por alto el valor de la naturaleza, defiende el valor del medio ambiente. “La madera que se obtiene de la tala de un roble puede tener un valor, digamos, de 1.000 euros; pero ¿cuánto vale ese mismo roble en su lugar y creciendo lentamente a lo largo de los años?”(2004:316). Y, por otra parte,  que la economía dominante ignora el trabajo no remunerado de las mujeres. “Veámoslo con un nuevo ejemplo: digamos que M es una mujer felizmente casada. Tiene dos hijos. Es ama de casa. Por decisión propia o por cualquier otra razón, M no trabaja; o, lo que es lo mismo, pertenece a la categoría de la población no activa o no  productiva. Sin embargo, M  realiza trabajos que se consideran productivos generalmente: un cocinero recibe un salario,  un planchador recibe un salario, un enfermero de primeros auxilios recibe un salario y una empleada doméstica recibe un salario. M realiza todas estas labores en su hogar, pero no recibe un salario.  Todas estas labores domésticas -estos trabajos- tendrían una compensación económica fuera de su casa; pero en su propio domicilio, estas tareas se aceptan naturalmente, como si fuera natural que la mujer, por serlo, debiera asumir gratuita y voluntariamente todos esos trabajos. […] Éste es el error fundamental del aspecto masculino de la economía”.  
En palabras de Carmen Alborch,  “Marilyn Waring comprendió entonces que todo radicaba en el sistema contable de las naciones. Un sistema semejante no podía ser sensible a los valores que se negaba a reconocer; no valoraba el trabajo de la mitad dela población del planeta y, desde luego, tampoco valoraba al mismo planeta; este sistema era el causante de la pobreza generalizada, de la ineficacia ante la enfermedad y la muerte de millones de mujeres y niños; fomentaba los desastres naturales y acabará por matarnos a todos” (2004:317).
Unos párrafos más tarde, en un apartado que Alborch titula “De la vida y la muerte: ¿cuánto vale niño”, se puede leer: “Los sucesivos tratados que aconsejaban la restricción en la producción de armas se ha incumplido sistemáticamente. Ni siquiera los protocolos sobre armas químicas o armas de destrucción masiva se han verificado. Las estadísticas sugieren que el armamento actual sería suficiente para matar doce veces a cada individuo del planeta; como señala Waring, la cuestión es risible, ya que bastaría dividir el gasto armamentístico por doce para asegurar la perfecta destrucción de la Humanidad.  La incompetencia llega al extremo de que los gobernantes han empleado setecientos millones de dólares por individuo -para matarlo-  pero su inversión para que viva es infinitamente menor. […] En ningún lugar se contabiliza la muerte, la pobreza, la pérdida de los hogares, los refugiados, las fuentes de alimentos destruidas, ni un medio ambiente cada vez más frágil y explotado. […]. Las cifras sobre la guerra y la industria armamentística, puestas en relación con la pobreza, la enfermedad o la supervivencia, son escalofriantes”.
Considero muy interesante conocer el nuevo presupuesto de Nueva Zelanda, anunciado por Cristina Manzano en su artículo “Lección desde las antípodas”

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