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jueves, 1 de diciembre de 2022

El problema de la culpa

 

En 1993, cuando abrió sus puertas el Museo Internacional del Holocausto en Estados Unidos, el escritor y premio Nobel de la Paz, Elie Wiesel1, afirmó que aquel museo era una institución sobre la responsabilidad moral y la responsabilidad política. Según distintos observadores, Wiesel no se refería a la responsabilidad de los culpables concretos del desastre, sino de la ciudadanía ante el desastre. O dicho de otro modo, a las consecuencias derivadas de la ausencia de  responsabilidad política en los ciudadanos, algo que, con anterioridad, había expuesto el eminente psiquiatra y filósofo alemán Karl Jaspers en la Universidad de Heildelberg durante los cursos de enero y febrero del semestre de invierno de 1945-1946 y que se ha recogido en un texto titulado El Problema de la culpa (1998).

Karl Jaspers tuvo el inmenso valor de preguntarse en voz alta lo que casi todo el mundo mascullaba para dentro: ¿Eran todos los alemanes culpables de las atrocidades del régimen nazi?  Es lógico pensar que el régimen de Hitler no podría haber funcionado con la voluntad de un individuo solo: la mayoría de la población debió colaborar con él. Unas veces de forma activa y otras de forma pasiva.  Después de la guerra, era corriente que  la gente acusara a sus dirigentes de haberles llevado a hacer el mal mediante una especie de seducción demoníaca. Los alemanes no querían hablar de culpa, cuando ellos habían sufrido tremendos bombardeos, perdiendo sus seres más queridos y sus viviendas.  Pero Jaspers creía en la necesidad de que  Alemania realizase un examen de conciencia acerca de unos crímenes realizados con una planificación inhumana.

Según el eminente psiquiatra y filósofo alemán Karl Jaspers: “Hay una solidaridad entre hombres como tales que hace que a cada uno responsable de todo el agravio y toda la injusticia del mundo, especialmente de los crímenes que suceden en su presencia o con su conocimiento. Si no hago lo que puedo para impedirlo, soy también culpable”.

Son unas precisiones cuya actualidad sigue vigente. Y sobre las cuales será necesario volver a insistir. La sociedad en su conjunto, y yo como miembro de ella, me siento responsable de dejar a mis  descendientes un mundo no habitable. Todos somos ciudadanos, y la ciudadanía conlleva responsabilidades. Todos los ciudadanos tenemos la responsabilidad de no precipitarnos como sonámbulos en una catástrofe evitable cuyas consecuencias pagarían nuestros hijos”.

 

 


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