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martes, 6 de agosto de 2024

Enfermedad. Gaza. No a las guerras

     La semana pasada, se detectaron poliovirus en muestras de aguas residuales en Gaza, una situación alarmante pero poco sorprendente, dado el desmantelamiento de los sistemas de salud del territorio tras nueve implacables meses de guerra. En Gaza han muerto más de 38.000 personas, 89.000 han resultado heridas y siguen desaparecidas más de 10.000. La mayoría de los hospitales ya no funcionan. Las enfermedades diarreicas, las infecciones respiratorias y la hepatitis A, entre otras enfermedades, ya campan a sus anchas en Gaza. Casi todas las personas  en ese territorio se enfrentan a la inseguridad alimentaria aguda y a una catastrófica falta de alimentos y la malnutrición se ceba con miles de niños, con lo que son aún más vulnerables a la enfermedad.

     Unos 2,3 millones de personas viven en los 365 kilómetros cuadrados de la Franja de Gaza, que se concentran aún más debido al acceso limitado a agua limpia y apta para el consumo y el deterioro de las condiciones de saneamiento. Desde principios de mayo, casi un millón de gazatíes han sido trasladados de Rafah a Jan Yunis y a Deir El-Balah, donde se detectaron las muestras de poliovirus.

     Aunque aún no se han registrado casos de poliomielitis, si no se toman medidas de inmediato es solo cuestión de tiempo que los poliovirus lleguen a los miles de niños que han quedado desprotegidos. Los menores de cinco años corren riesgo, y sobre todo los menores de dos años porque muchos de ellos no han sido vacunados en los nueve meses de conflicto.

     Por ello la Organización Mundial de la Salud envía más de un millón de vacunas antipoliomielíticas a Gaza, que se administrarán en las próximas semanas para evitar que la enfermedad se ensañe con los niños. Ahora bien, sin un alto el fuego inmediato y una enérgica aceleración de la ayuda humanitaria, así como una campaña de vacunación centrada específicamente en los niños de corta edad, seguirá habiendo muertes por enfermedades prevenibles y heridas que pueden tratarse.

     Las enfermedades diarreicas, las infecciones respiratorias y la hepatitis A, entre otras enfermedades, ya campan a sus anchas en Gaza

     Hemos constatado repetidamente que la poliomielitis medra en lugares afectados por conflictos e inestabilidad. En 2017, en una Siria devastada por la guerra, un brote de variantes de poliovirus –una mutación de virus salvajes que puede propagarse en poblaciones insuficientemente inmunizadas– dejó paralizados a 74 niños. Ahora mismo en Somalia, una guerra civil que ya dura una década ha provocado la más larga cadena ininterrumpida de transmisión de variantes de poliovirus en todo el mundo, en circulación desde 2017. En el Afganistán y el Pakistán, los dos últimos países en que los poliovirus salvajes aún dejan a niños paralizados, las crisis humanitarias y la inseguridad persistente han impedido doblegar el virus de una vez por todas.

     Ahora, los niños atrapados en Gaza viven esta misma amenaza sin un lugar al que acudir. Antes del conflicto la cobertura vacunal era del 99%. Ahora esa la tasa ha descendido al 86%, una cifra peligrosa que deja bolsas de niños sin vacunar por las que el virus puede circular. Un sistema de salud diezmado, la falta de seguridad, la destrucción de las infraestructuras, el desplazamiento masivo de la población y la escasez de suministros médicos han impedido que los niños reciban muchas de las vacunas vitales.

     Solo 16 de los 36 hospitales de Gaza funcionan —con servicios reducidos— y menos de la mitad de los establecimientos de atención primaria siguen en marcha. Al mismo tiempo, el 70% de todas las bombas de aguas residuales de Gaza han quedado destruidas y no funciona ni una sola de las plantas de tratamiento de aguas residuales, lo que constituye el caldo de cultivo perfecto para la propagación de enfermedades.

     En este difícil contexto, los trabajadores de la salud arriesgan su vida para atender a la población: desde operar sin electricidad a analizar muestras de aguas residuales para detectar enfermedades mortales. Que se hayan detectado poliovirus en Gaza antes de declararse un brote de poliomielitis paralítica a gran escala es testimonio de estos increíbles esfuerzos, dado que el sistema de vigilancia de enfermedades ha quedado drásticamente reducido por la inseguridad.

     No funciona ni una sola de las plantas de tratamiento de aguas residuales, lo que constituye el caldo de cultivo perfecto para la propagación de enfermedades

     Durante más de tres décadas, la Iniciativa de Erradicación Mundial de la Poliomilitis  (IEMP) –integrada por Rotary International, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos, la OMS, el UNICEF, Gavi, la Alianza para las Vacunas, y la Fundación Bill y Melinda Gates– ha prestado apoyo a las autoridades de salud de todo el mundo para establecer y mantener sistemas de vigilancia de enfermedades capaces de detectar los virus, además de otras amenazas de salud que puedan surgir, en cualesquiera circunstancias.

     En Siria, esos sistemas contribuyeron a detectar y frenar el brote de variantes de poliovirus de 2017, tras un puñado de campañas de vacunación casa por casa. El año pasado, las actividades de vigilancia en Ucrania revelaron un brote de variantes de poliovirus a causa de la guerra en curso. Dos niños quedaron paralizados, antes de que una rápida respuesta de vacunación detuviera el virus.

     En una situación de dificultades y peligro extremos, la comunidad internacional tiene la responsabilidad de no dejar a nadie atrás y dar prioridad a la salud y el bienestar. No es algo inaudito: desde la guerra civil de El Salvador en los años ochenta hasta el conflicto en la región sudanesa de Darfur a principio de los años 2000, se han negociado periodos de alto el fuego llamados «Días de Tranquilidad» para interrumpir las guerras y velar por que las vacunas vitales lleguen a las comunidades atrapadas en zonas inaccesibles afectadas por conflictos.

     Hoy, la detección de poliovirus en Gaza es otro recordatorio aleccionador de la difícil situación a la que se enfrenta la población. La continuación del conflicto no solo incrementará el número de víctimas mortales en el territorio, también obstaculizará los esfuerzos por detectar y responder a amenazas prevenibles para la salud, como la poliomielitis. Aunque se han puesto en marcha actividades inmediatas para llegar a todos los niños con la vacuna antipoliomielítica, en última instancia un alto el fuego y la entrada sin trabas de la ayuda son las únicas formas definitivas de proteger a la población y prevenir un brote fulminante. El mundo mira. La gran pregunta es: ¿Cuándo hará algo? (Fuente: El País, Planeta Futuro, 31 de julio de 2024. Autor Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud.)

     En la Agenda 2030  "garantizar una vida sana y promover el bienestar en todas las edades" es el ODS 3

     NO A LAS GUERRAS. No son propias del verdadero ser humano

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