Cuatro millones de personas mueren cada año por enfermedades relacionadas con el uso de madera o carbón para cocinar en casa.
Bernard Okaal enseña orgulloso sus tres ollas eléctricas: en una cocina té con leche; en otra, alubias; y en otra, un guiso de tripas. “Antes se llenaba todo de humo”, recuerda, removiendo por turnos, en su negocio de comidas en Kiambu, una localidad a 14 kilómetros de la capital de Kenia. Por unos 120 chelines kenianos (algo menos de 80 céntimos de euro), hay alubias, repollo y chapati (un tipo de pan indio). Y aire fresco. Lo mejor es el aire fresco, dice. Después, claro, del dinero.
Okaal, de 50 años, fue despedido de su trabajo de chef en un hotel
durante la pandemia, y se tuvo que buscar la vida abriendo este negocio
en el que emplea a tres personas y prepara medio centenar de menús al
día. El año pasado compró la primera olla eléctrica de Burn,
una empresa que produce sistemas de cocina menos contaminantes y más
eficientes. “Antes pagaba unos 1.300 chelines (casi 8,5 euros) en gas
para cocinar todo un día. Ahora pago unos 500 en total (unos 3,25) por
usar las ollas y el frigorífico”, dice de memoria. También ha recortado
el tiempo de cocción, asegura, en comparación con los clásicos sistemas
de cocinar encima de un hornillo o de piedras, muy poco eficientes. Tan
entusiasmado está Okaal que ya ha comprado dos ollas eléctricas con
Burn, cada una a unos 12.000 chelines (unos 76 euros) que ha pagado en
plazos pequeños, apenas tres euros a la semana. (El País. Planeta Futuro. 16 de octubre de 2023
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