Imaginar y crear el futuro
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viernes, 27 de septiembre de 2024
Retorno a Senegal
Amanece en Ndangane (Senegal), una pequeña aldea situada a orillas del río Saloum, una zona turística en plena eclosión dentro del litoral senegalés. Rodeada de un impresionante entorno natural, la localidad, a unos 150 kilómetros al sur de Dakar, se ha convertido en un destino popular entre los turistas extranjeros que buscan nuevas experiencias en el país. Muchos jóvenes locales lo aprovechan para trabajar en hoteles y restaurantes o como guías turísticos, pero el trabajo suele ser estacional y mal remunerado, y cuando el turismo baja, quedan en una situación precaria que propicia la emigración: el país tiene 18 millones de habitantes, más otros 3 millones que viven en el extranjero.
El desencanto es palpable, y las posibilidades se reducen a la pesca o el turismo, dos sectores con oportunidades laborales limitadas e inestables. “Nunca había pensado en abandonar mi país, pero es que no podía ni comer”, explica Mamadou Thior, de 42 años, en agosto. "Es una realidad que muchos no quieren ver: no hay trabajo. Al final no me quedó más remedio que subirme a una patera [en noviembre de 2018] y poner rumbo a Canarias. No había otra alternativa". Una vez en España, llegó la decepción: “Hablaba con mi familia, pero no les decía la verdad… ¿Qué madre quiere escuchar que su hijo está viviendo entre un centro de detención y la calle, sin apenas comida y sin ninguna esperanza? Fue cuando fui consciente de lo complicado que es vivir en España de ilegal. A los 45 días, me deportaron en un avión de noche. Quedaba lo peor... Enfrentarme a la realidad y volver a ver a mis familiares”, explica Thior.
Mansour Dia, de 23 años subió a bordo de otra patera en mayo de 2023. Partió de una playa cercana a Ndangane, dentro del delta del Saloum, con otras 150 personas a bordo. Nada salió como esperaba. “A los seis días, una tormenta terrible sacudió el bote. Recuerdo a mucha gente gritando y llorando. Había mujeres embarazadas con ataques de pánico, heridos de gravedad y personas que se querían tirar por la borda… Al capitán no le quedó otra alternativa que dar media vuelta e intentar volver a Dakar. Cuando conseguimos llegar, tuve que pensar muy bien qué hacer. Sentía que había fracasado, no solo había perdido los 450.000 CFA que pagué (unos 685 euros), sino que tenía que enfrentarme a mi familia y a la vergüenza de no haber podido alcanzar Europa. Fue una experiencia muy dura”, concluye el joven.
Para las personas que se embarcan en la peligrosa ruta canaria y no consiguen llegar a su destino, el regreso a sus hogares es un proceso doloroso. “No acabas de superarlo nunca. Has invertido mucho dinero, incluso has endeudado a familiares para pagar tu viaje", explica Mansour Dia. "Al regresar sin éxito has perdido dinero, orgullo y dignidad. Conozco a muchos amigos que no quieren volver a casa y otros que, directamente, han querido desaparecer para siempre”.
A su regreso, gran parte de estos jóvenes se enfrentan no solo a traumas físicos y psicológicos, derivados de una travesía peligrosa y fallida, sino también a la decepción y al sentimiento de vergüenza por regresar junto a los suyos sin haber cumplido su objetivo. En una cultura donde la emigración exitosa se celebra como un gran logro, regresar genera un profundo sentimiento de desilusión. Los retornados deben, además, aprender a convivir de nuevo con su pueblo.
Fatoumata Sau tiene 49 años. Hace más de 15 años, se produjo una situación que la marcaría el resto de su vida: “Mi hermano decidió marcharse de casa una noche de verano. Vivíamos con toda la familia en una casa cerca del Delta. En un principio, creímos que había salido a buscar trabajo, pero tras cinco días, empezamos a preocuparnos. A través de amigos suyos, supimos que días atrás había salido en un bote junto a otras 100 personas. Más tarde, supimos que tras un tiempo a la deriva, tuvieron problemas con los motores y decidieron volver a Saint Louis (unos 250 kilómetros al norte de Dakar). Tras aquello, mi hermano no quería volver a casa. Pude convencerlo para que lo hiciera, aunque para él el viaje fallido a Europa supuso una gran decepción y mentalmente le costó recuperarse”, explica.
Después de la experiencia de su hermano, Fatoumata Sau decidió actuar. “Desde hace años, trabajo junto a la Guardia Civil española destinada en Ndangane para educar y concienciar a los jóvenes del gran peligro que corren si suben a una patera rumbo a Europa. Mi hermano quiso probarlo y no se le ha vuelto a pasar por la cabeza volver a montar a una barca para cruzar hasta las islas. Es una auténtica locura”, concluye.
Este septiembre, el presidente de Senegal, Bassirou Diomaye Faye, anunció la creación de una línea telefónica gratuita para que los ciudadanos informen sobre posibles salidas de cayucos y denuncien a sus organizadores, después de la reciente tragedia de Mbour, donde el naufragio de una embarcación a principios de mes se saldó con al menos 40 muertos y 40 desaparecidos.
En el delta del Saloum, pocos quieren hablar de migración, pero evadir el tema es imposible: “Todos tenemos algún familiar o algún amigo que ha salido hacia Europa y está desaparecido o muerto", explica triste Moussa Faye, un taxista de 28 años que reside en la zona. "En mi caso, llevo más de tres meses esperando noticias de mi mejor amigo. Ayer hablé con su madre y está desesperada. Su familia quiere pensar que, posiblemente, haya perdido el móvil y no pueda contactar con ellos. La última información que tenemos es que salió el 20 de abril en una barca con 120 personas a bordo… Después de esto, todo es silencio. No me quiero temer lo peor, pero muchas veces pienso que estará en el fondo del Atlántico junto al resto, o bien, en la morgue en algún hospital de Senegal esperando a que alguien pueda identificarlo”. (Fuente:
El País. Planeta Futuro.
20 de septiembre de 2024)
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