Winnie Byanyima (Mbara, Uganda, 65 años), directora ejecutiva de ONUsida, cree que es posible que “la pandemia de sida deje de ser una amenaza para la salud pública en 2030”. Pero para ello, el lenacapavir, un caro antiviral de la farmacéutica Gilead con una eficacia del 100% en la prevención del VIH en mujeres y de alrededor de un 96% en hombres, debe ser accesible para las poblaciones en riesgo. Ahora, con un coste de más de 40.000 dólares (36.678 euros) por persona al año, no lo es.
Bianyima, firme defensora de la justicia social, la igualdad de género y el acceso universal a la salud, ha viajado esta semana a España para entrevistarse con algunos representantes del Gobierno y de la sociedad civil. “He venido porque este país es líder en justicia social, porque ha apoyado el acceso equitativo a las vacunas y por su sistema sanitario público”, afirma durante una entrevista en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, en la que subraya cómo la desigualdad de género es uno de los factores clave en los nuevos contagios. “En muchos países de África subsahariana, tres de cada cuatro nuevas infecciones se producen en niñas o mujeres jóvenes”, señala.
P. ¿Cree que el lenacapavir podrá eliminar la transmisión de VIH?
R. Es una herramienta de transformación que permitirá acelerar e incluso alcanzar en 2030 el Objetivo de Desarrollo Sostenible de que el sida deje de ser una amenaza para la salud pública.
P. ¿Por qué?
R. Porque funciona para dos propósitos. Uno, para tratar a las personas con VIH multirresistente. Y dos, para la prevención, porque tiene el potencial de frenar las nuevas infecciones de VIH, con una eficacia que llega al 100% entre las mujeres cisgénero [que se identifican con el sexo asignado al nacer], entre las mujeres y los hombres que mantienen relaciones heterosexuales y entre las personas transexuales. Es más eficaz que cualquier otra de las herramientas de prevención que existen, como los condones o la PrEP [la profilaxis preexposición, un medicamento que se emplea para reducir las posibilidades de contraer el VIH], en la prevención del sida. No podemos olvidar que el año pasado hubo 1,3 millones de nuevos casos. Pero, además, tiene otros beneficios.
P. ¿Cuáles son?
R. Se administra con una inyección cada seis meses y eso es esencial para la gente que sufre estigma como consecuencia del VIH y no quieren que los vean tomando pastillas [la PreEP requiere una píldora cada 24 horas]. Es muy importante para las personas criminalizadas, como los homosexuales en algunos países, ya que corren menos riesgos de ser reconocidos con dos dosis al año que con una cada día. O para las niñas y mujeres jóvenes, que tampoco quieren ser vistas ingiriendo pastillas.
P. Pero el lenacapavir sigue siendo muy caro.
R. Un tratamiento cuesta para una persona durante un año unos 44.000 dólares [40.335 euros]. En países como Uganda, el gasto sanitario por persona al año es de 12 dólares, y en algunos países incluso de 6 dólares, así que el lenacapavir está fuera de todo alcance. Sin embargo, una herramienta de transformación solo es transformadora si la gente tiene acceso a ella y los expertos aseguran que las empresas de genéricos podrían fabricarlo a un coste de 44 dólares por persona al año. Hay que seguir presionando a Gilead para que sea accesible para todos los que la necesitan.
P. Gilead acaba de anunciar que pondrá el medicamento a disposición de los fabricantes de genéricos en 120 países. ¿Cómo se puede garantizar el acceso universal en el resto?
R. Nuestro reto es cómo hacer que las personas de todo el mundo que corren el riesgo de contraer el VIH tengan acceso al lenacapavir. Y estas personas en riesgo están en países de renta baja, pero también de renta media. El 41% de las nuevas infecciones por VIH se producen en países de renta media y la mayoría de ellos han sido excluidos del acuerdo de Gilead sobre los fabricantes de genéricos. Por otro lado, en los 120 países en los que Gilead pondrá el medicamento a disposición de los fabricantes de genéricos hay una falta de transparencia sobre los precios. La compañía ha dicho que lo suministrará sin fines de lucro a seis empresas. Pero todavía no sabemos cuál será su coste final en estos países. Por otro lado, si una empresa suministra un medicamento a 120 países, controla el suministro.
P. El reciente informe de ONUsida destaca que, mientras que las infecciones mundiales por VIH están disminuyendo, en 28 países se está produciendo un aumento. ¿Cuáles son los principales factores que impulsan esta tendencia a la desigualdad?
R. El VIH, como cualquier otra pandemia, está impulsado por las desigualdades en el disfrute de los derechos humanos. A muchas personas las ahuyenta el estigma que pesa sobre la enfermedad, por lo que no acuden ni a servicios de prevención ni de tratamiento. Ocurre mucho en América Latina, que no tiene en realidad leyes que criminalicen a las personas del colectivo LGTBIQ, pero todavía algunas de ellas llegan tarde a los tratamientos, cuando están a punto de morir. La otra, por supuesto, es la criminalización. Hay unos 60 países en el mundo que criminalizan a las personas LGTBIQ y entre ellos están algunos de los que tienen las tasas más altas de infección de VIH.
P. ¿Y en cuanto al género?
R. La desigualdad de género es también un motor importante de nuevas infecciones, sobre todo en África. Las adolescentes y las mujeres jóvenes se infectan tres veces más que los hombres. En muchos países de África subsahariana, tres de cada cuatro nuevas infecciones se producen en niñas o mujeres jóvenes. Esto comienza con la falta de acceso a las escuelas de las niñas, porque muchas tienen que abandonar sus estudios muy pronto y sabemos que los colegios son el lugar más seguro para ellas. Cuando una niña permanece en la escuela hasta secundaria, se reduce en un 50% el riesgo de que contraiga el VIH. Cuando no lo hacen, es más probable que sean presas de la violencia sexual, en muchos casos tolerada socialmente. Por eso, hay que luchar contra la violencia sexual, pero también garantizar a las niñas el acceso universal y gratuito hasta la educación secundaria.
P. La Cumbre Mundial de la Salud que se ha celebrado esta semana en Berlín ha dedicado un espacio específico a la búsqueda de inversiones. ¿Es posible construir sistemas sanitarios sólidos en los países que dedican gran parte de su presupuesto a pagar la deuda externa?
R. El gran tema de la desigualdad es el de la financiación. Los países con las rentas más bajas son los que tienen la mayor carga de VIH. Hay países ahogados por la deuda externa, que están pagando cuatro o cinco veces más de deuda de lo que destinan a la salud, por lo que resulta muy difícil financiar la prevención y el tratamiento del VIH. Además, los países ricos también afrontan una miríada de desafíos que están captando sus recursos, como otros conflictos, las políticas de adaptación y mitigación del cambio climático o la migración, lo que implica que la ayuda al desarrollo esté disminuyendo. Así que nos enfrentamos a una situación en la que podríamos ver un retroceso en todos los avances que se han hecho contra el VIH.
P. ¿Cómo se puede evitar?
R. Urge una reestructuración de la deuda. Por eso apoyo la petición que hizo en la reciente Cumbre del Futuro el secretario general de la ONU [António Guterres] de iniciar un proceso de revisión de toda la arquitectura financiera internacional, tanto para abordar la deuda insostenible de los países en desarrollo como para mejorar su acceso a la financiación. Por ejemplo, si un país como Malaui acude a los mercados financieros, obtiene un tipo de interés ocho veces más alto que otros países como Alemania.
P. ¿Cree que si los Estados miembros de la OMS logran pactar el Tratado de Pandemías el acuerdo contribuirá a combatir el VIH?
R. Absolutamente. Perdimos una oportunidad de abordar las desigualdades en el sistema económico mundial durante la covid. La próxima pandemia se acerca, es solo una cuestión de tiempo. ¿Queremos repetir lo que vivimos con la covid, con millones de personas muertas y economías hundidas? Por eso, es importante un acuerdo vinculante que permita aislar el patógeno, desarrollar las vacunas, que esa tecnología sea de acceso universal y que se pueda crear en cada región capacidad para producir sistemas de diagnóstico, terapias y vacunas. (Fuente: El País. Planeta Futuro, 14 de octubre de 2024)
El Objetivo de Desarrollo Sostenible, citado en la noticia, es el ODS 3: "garantizar una vida sana y promover el bienestar en todas las edades". Una meta de ese objetivo es "poner fin a las epidemias del SIDA, la tuberculosis, la malaria y las enfermedades tropicales desatendidas y combatir la hepatitis, las enfermedades transmitidas por el agua y otras enfermedades transmisibles" y otra meta es "lograr la cobertura sanitaria universal, en particular la protección contra los riesgos financieros, el acceso a servicios de salud esenciales de calidad y el acceso a medicamentos y vacunas seguros, eficaces, asequibles y de calidad para todos".
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