Mojahed Mohammed Tayseer Ab Dan señala la cicatriz en su frente y luego muestra varias fotos en un móvil. En ellas aparecen los cadáveres de sus padres, hermanos, primos y tíos. Al menos 17 de sus familiares murieron en un ataque israelí contra el edificio en el que vivían en la localidad de Deir el Balah, en el centro de la Franja de Gaza. El pequeño tiene apenas ocho años y, además del trauma de la enorme pérdida, debe hacer frente a una leucemia para la que actualmente recibe tratamiento en Jordania. Es uno de los 79 niños y adolescentes gazatíes enfermos que son atendidos en el King Hussein Cancer Center (KHCC) de Amán. Apenas un puñado de los cerca de 10.000 pacientes oncológicos de Gaza, según el Centro Palestino para los Derechos Humanos (PCHR, según sus siglas en inglés).
“Aunque perdí a toda mi familia igual quiero regresar a Gaza”, dice el pequeño. Su camino hasta este hospital jordano no ha sido fácil. Cuando comenzó la ofensiva israelí sobre Gaza, el 7 de octubre de 2023, los familiares de los niños enfermos con cáncer buscaron alternativas para mantener las quimioterapias y los tratamientos, mientras la situación humanitaria empeoraba día a día y los bombardeos no daban tregua. Los hospitales fueron blanco de ataques, comenzaron a faltar medicinas y tratamientos, porque la ayuda humanitaria entraba a cuentagotas, y a principios de noviembre, el hospital Al Rantisi, el único que tenía el mayor departamento de oncología pediátrica, fue bombardeado.
Los padres de Ab Dan estaban inmersos en intentar encontrar una solución para que el niño siguiera recibiendo tratamiento cuando se produjo el bombardeo que acabó con su vida y la de una parte importante de la familia. Ab Dan resultó herido en la cabeza y tuvo que ser atendido de emergencia. Su abuela materna, Sausan Suleiman Al Atrash, que también perdió a su esposo, quedó a cargo de su nieto. Con la ayuda de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y otras entidades, como la estadounidense St. Jude Children´s Research Hospital, consiguieron una autorización que les permitió salir de Gaza el 12 de noviembre junto a un grupo de enfermos. “He tenido que elegir entre estar con mi nieto, que no tiene a nadie, o con mis dos hijos que quedaron heridos en un hospital de Egipto. Esta situación es horrible”, dice Sausan Suleiman Al Atrash, de 57 años, mostrando la fotografía de los cadáveres de sus familiares, cubiertos por sábanas blancas, y una imagen de Ab Dan abrazando el cuerpo de uno de sus hermanos pequeños, antes de enterrarlo. El rostro de la mujer refleja el dolor y el desgarro que ha vivido en estos meses.
Desde el 7 de octubre de 2023, al menos 42.000 han muerto violentamente en Gaza, según cifras del Ministerio de Salud local, controlado por el movimiento islamista Hamás, que la ONU toma como referencia a falta de poder realizar sus propios cálculos completos. De este total de víctimas mortales, al menos 11.000 eran niños.
Muna Shapair sufre imaginando qué pasará por la cabeza de sus hijas Heba y Yasmín, de 2 y 3 años respectivamente, al ver que su madre ha desaparecido de un día para otro. “No hago más que llorar porque las extraño demasiado”, dice Shapair. El 18 de noviembre esta mujer tuvo que irse de la ciudad de Gaza para acompañar a su hija mayor, Mariam, de seis años, que padece leucemia y debía recibir tratamiento médico en la capital jordana.
En Jordania, según la ONU, vive la mayor comunidad de refugiados palestinos fuera de los territorios palestinos, con un total de 2,3 millones de personas registradas, sobre un total de 5,9 millones. Al igual que todos los niños enfermos que están en este hospital de Amán, Mariam salió de Gaza por el paso de Rafah, en el sur, fronterizo con Egipto, aunque el camino más lógico y más corto hubiera sido salir por el norte de la Franja, cruzar el territorio israelí y entrar en Jordania. Pero este recorrido es imposible desde que comenzó la guerra en Gaza el 7 de octubre de 2023, tras unos mortíferos ataques del movimiento islamista Hamás, que gobierna en la Franja, que provocaron unos 1.200 muertos en Israel y el secuestro de unas 250 personas, de las que un centenar sigue en Gaza.
Las hijas menores de Shapiar se quedaron junto a su padre, desplazadas en una escuela de Jan Yunis, en el sur de la Franja. Aunque es una zona teóricamente segura, en la que están hacinados decenas de miles de desplazados, también se han registrado bombardeos israelíes en ella en las últimas semanas. “Hace días que no veo a mis hijas porque no logro comunicarme con ellas. Veo las noticias y me pregunto si estarán bien”, lamenta esta madre de familia, que sabe que solo podrá regresar cuando termine la guerra, algo que aumenta su desesperación. Por ahora, ella, su hija y otras familias en su misma situación viven en una habitación de hotel de Amán y reciben apoyo de organizaciones humanitarias para su sustento en Jordania, incluyendo tarjetas telefónicas para que puedan estar en contacto con sus familiares en Gaza, algo muy complicado debido a las precarias conexiones.
Antes del 7 de octubre de 2023, los pacientes con cáncer en Gaza ya tenían que atravesar un duro camino de obstáculos para intentar curarse. Debido al bloqueo israelí en vigor desde 2007, no todos los equipos médicos necesarios ni todos los tratamientos estaban disponibles y un número importante de pacientes oncológicos tenía que pedir un permiso a Israel para salir de Gaza e ir a un centro médico de Cisjordania o Jerusalén-Este para someterse a un escáner completo o recibir sesiones de radioterapia. En agosto de 2023, dos meses antes del inicio de la guerra en Gaza, Israel concedió 58.000 permisos de salida de la Franja, pero solo 2.000 eran para enfermos. Una parte de los pacientes que pedían permiso de salida a Israel recibían una respuesta negativa o no recibían ninguna respuesta.
Meses de espera
Rihab Gallban tiene una mirada tímida. Sentada en una silla de ruedas y con su pie derecho enyesado, esta niña de 11 años dejó su ciudad, Jan Yunis, en diciembre de 2023, para poder recibir en Jordania el tratamiento contra el cáncer en el pie que sufre y someterse a distintas cirugías que le permiten estar hoy recuperada casi del todo. “Nunca había salido de Palestina. Dejar a mi familia ha sido lo más difícil. Los extraño mucho. Quiero que termine la guerra para poder volver a Gaza y estar con ellos”, dice a este periódico, al borde del llanto, refiriéndose a sus padres y a sus cuatro hermanas y cuatro hermanos.
A la espera de que su futuro se defina, la chica se concentra en los estudios y, junto a los otros niños gazatíes en edad escolar, ha sido becada para estudiar en un colegio privado, la Amman National School, donde ya acuden 25 niños gazatíes. “No creo que sea necesario ser palestino para apoyar a estas familias y niños. Creo que Gaza ha sufrido durante mucho tiempo y sus habitantes han pagado un precio muy alto”, explica Zeina Abu Innab es una de las personas responsables del centro educativo, que ayuda a estas familias e intenta que ningún niño se quede sin estudiar.
La ONG Médicos Sin Fronteras (MSF) ha calculado que hay 12.000 personas en Gaza que han resultado heridas y necesitan una evacuación médica urgente. El número de gazatíes que necesitan tratamiento por enfermedades previas y también deberían ser evacuados es más difícil de calcular, como también lo será el número de personas que han muerto por falta de atención médica en este año de guerra.
“Los criterios de las autoridades israelíes para aprobar las solicitudes de evacuación no son claros y los pacientes a menudo tienen que esperar meses para recibir una respuesta”, explica Moeen Mahmood Shaief, coordinador general de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Jordania. Según la OMS, casi el 60% de las casi solicitudes de evacuación médica desde Gaza han sido denegadas en los últimos meses. (Fuente: El País. Planeta Futuro, 17 de octubre de 2024)
Como complemento, voy a copiar una parte del último párrafo de un trabajo, Calamitoso mundo, publicado en El País 25 de octubre de 2024. "En fin, solo deciros desde unas páginas que no leeréis, porque usáis el periódico, con toda razón, para limpiaros el culo, que os amo, queridisimos pobres, y que me producís una lástima solo semejante a la que siento por mi al comprobar mi incapacidad para arreglar los males de este mundo calamitoso".
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