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martes, 20 de octubre de 2020

Asamblea ciudadana

 En este blog, las entradas correspondientes a los días 8, 10 y 15 de abril del año 2013 las dediqué a hablar de los siguientes temas: Sabiduría de las multitudes; ¿Cuándo una decisión colectiva es más sabía que una individual?; y Democracia y sabiduría de las multitudes. Lo recuerdo ahora porque bajo el nombre de “asambleas ciudadanas” algunos gobiernos, por distintos motivos, han empezado a recurrir a la sabiduría de las multitudes en busca de las mejores estrategias contra el cambio climático.

El 28 de junio de 2020, el periódico El País publicó una noticia titulada “Ciudadanos elegidos por sorteo para buscar soluciones al cambio climático”. “Una asamblea ciudadana elegida al azar en Francia acaba de presentar sus propuestas contra el calentamiento del planeta, una iniciativa también puesta en marcha en Suecia o el Reino Unido que el Gobierno de Pedro Sánchez se comprometió llevar a cabo en España”.

En 2014 en Suecia surgió lo que se llamó Parlamento Popular por el Clima que desde  entonces hace llegar propuestas contra el cambio climático al Gobierno del país; propuestas  procedentes desde un movimiento desde abajo liderado por organizaciones ambientalistas y personas preocupadas por estas cuestiones. En cambio, en el Reino Unido y en Francia se ha organizado desde los poderes públicos, y con una especie de lotería ciudadana para seleccionar a un grupo de personas representativo de la sociedad. Solo en este último caso se está utilizando la “sabiduría de las multitudes” para buscar soluciones al cambio climático. El azar juntó a muy diversos perfiles de toda Francia, con realidades muy distintas, a los que no se les pidió tener ningún conocimiento de climatología, economía o cualquier otro ámbito fueron los  elegidos para hablar sobre cómo lograr los drásticos recortes de emisiones que se requieren para evitar que el planeta siga calentándose y que tanto pueden influir en las vidas de todos. “Ha sido una gran idea hacer esta asamblea, se puede poner en tela de juicio que hayamos sido escogidos por sorteo, pues no somos especialistas, pero después de haber escuchado y debatido con profesionales, expertos y científicos nos damos cuenta de que sí podemos sacar algo positivo para reducir las emisiones”, destaca uno de los participantes, en principio muy reacio a participar y ahora un convencido de la responsabilidad humana en el cambio climático después de escuchar a varios climatólogos en la primera sesión de la convención. La primera reunión de un proceso que con la pandemia se ha alargado nueve meses y que acaba de terminar justo ahora.

En una entrevista a la politóloga  Arentxa Mendiharat (Bayona, Francia, 1972), con ocasión de la publicación de su libro La democracia es posible. Sorteo cívico y deliberación para rescatar el poder de la ciudadanía (Consonni), publicada en el periódico El País del 12 de octubre de 2020, se le pregunta qué es el sorteo cívico.  “El sorteo cívico –contesta- consiste en reunir a un grupo de personas al azar, sin tener en cuenta sus conocimientos, para que lleguen a decisiones comunes en asuntos de gran relevancia para todos. Se trata de un modelo de la Grecia antigua que se está recuperando cada vez más”.

En la entrevista, esa politóloga afirma estar de acuerdo con la importancia de los expertos y del conocimiento científico, pero indica que aunque  ”los expertos son fundamentales, la cuestión es quien tiene acceso a ellos”. Sin embargo, en un sorteo puede ser elegida cualquier persona que “tenga luego acceso directo a estos expertos”. Y añade: “Cuando hablamos de expertos no nos referimos solo a los académicos como  se entiende desde la élites, sino también a expertos de la sociedad civil, pues hay mucho conocimiento en la calle”. Además, “grupos de personas diversas en su manera de ver el mundo, toman mejores decisiones que grupos homogéneos de expertos y expertas. Personas elegidas por sorteo que tienen acceso a conocimiento por un tiempo determinado y a técnicas de  deliberación”.

“Todas las personas somos capaces de tomar decisiones de políticas públicas mientras estemos informadas y tengamos tiempo y recursos para deliberar”. “Estamos programados para ser colectivamente inteligentes”, afirma, junto con Arentxa Mendiharat, el periodista americano James Surowiecki,  en su libro Cien mejor que uno. La sabiduría de la multitud o por qué la mayoría es más inteligente que la minoría.

No cabe duda de que una buena gestión de la sabiduría de las multitudes puede permitir la creación de una democracia participativa que sustituya a la actual democracia representativa, que tantos problemas está creando.

jueves, 1 de octubre de 2020

Teoría de la elección racional

 Las élites del vigente sistema económico-social, interpretando de forma un tanto sui generis la doctrina de Adam Smith, suponen  que el comportamiento humano responde a un previo cálculo de costes/beneficios, o, en otras palabras se comporta como una «máquina de calcular». Teoría de la elección racional.

Según la teoría de la elección racional, las personas siempre escogen aquellas opciones que implican un menor coste y un mayor beneficio. En ese sentido, el ser humano es básicamente egoísta e individualista. Esta teoría apareció a mediados del siglo XX  en Estados Unidos. Desde el principio estuvo muy asociada al tema político. En el fondo era una búsqueda de sustentación para la idea de que el capitalismo es coherente con la naturaleza humana. En el capitalismo cada quien busca su máximo beneficio. La teoría, por su parte, buscaba mostrar que esto ocurría en cada ser humano.

Sjn embargo, como expondré a continuación, la teoría de  la elección racional no ha sido avalada por ninguna de las investigaciones en Psicología y Neurociencia.

Jeremy Rifkin, en estos momentos, uno de los pensadores más importantes, en la introducción de su libro La civilización empática. La carrera hacia una conciencia global en un mundo en crisis ha escrito:

«En las ciencias biológicas y cognitivas está surgiendo una visión buena y radical de la naturaleza humana que es motivo de discusión en los círculos de la comunidad financiera y en la Administración. Descubrimientos recientes en el estudio del cerebro y del desarrollo infantil nos obligan a replantear la antigua creencia de que el ser humano es agresivo, materialista, utilitarista, no interesado por los demás. La creencia creciente de que somos una especie esencialmente empática tiene consecuencias trascendentales para  la sociedad. […] Quizá la cuestión más importante a la que se enfrenta la humanidad es si podemos lograr la empatía global a tiempo de salvar la Tierra y evitar el derrumbe de la civilización».

 George F. Loewenstein, economista norteamericano, experto en economía del comportamiento, ha realizado experiencias que han puesto de manifiesto que «el egocentrismo, la codicia y la orientación al propio interés trae una sensación de vacío, sinsentido e infelicidad, mientras que el altruismo, la generosidad y la orientación al bien común son fuente de plenitud, sentido, abundancia y felicidad». A nivel emocional, recibimos lo que damos.

Experimentos realizados en 1996 han puesto de manifiesto la existencia en nuestro cerebro –y en el de otros animales- de las que se han dado en llamar neuronas espejo. Cuando uno percibe el dolor de los otros, se movilizan automáticamente los mismos circuitos neuronales afectivos que cuando se siente el propio dolor. Es lo que se entiende por empatía.  

El destacado neurocientífico Marco Iacoboni indica que los estudios relacionados con las neuronas espejo revelan que los seres humanos somos empáticos por naturaleza.

Steven Pinker, psicolingüista de la Universidad de Harvard, en un artículo sobre la ciencia de la moralidad (2008), sentenció: «El hombre llegará a ser mejor si se le muestra como es».

Si somos seres empáticos, ¿cómo se explican algunas de las cosas que están sucediendo?

En 2008 Gary Olson, profesor de Ciencias Políticas, publicó un artículo, desde mi punto de vista muy interesante, titulado De las neuronas espejo a la neuropolitica moral.

En ese artículo, Gary Olson intenta explicar cómo, después de que nuestra comprensión de la empatía ha aumentado, no hemos sido capaces de producir un mundo más pacífico, sino que seguimos en un mundo colmado de violencia abierta y estructural.  Según él ello se debe a que desde pequeños se no educa y se nos entretiene para evitar que nos enteremos o que entendamos, el dolor de los demás. Y ello porque la exposición a determinadas nuevas verdades  acerca de la empatía (pruebas incuestionables de nuestra naturaleza moral innata) supone una amenaza directa a los intereses de las élites.

Opina Gary Olson que la maquinaria capitalista intenta mantener a la gente a raya con un fantasma ideológico: la noción construida sobre los valores de mercado.

Luis Rojas Marcos, profesor de Psiquiatría en la New York University, es autor de un libro que mereció el Premio Espasa Ensayo 1995, titulado  de Las semillas de la violencia.  Este profesor, analizando los factores que contribuyen al talante violento, señala que «el crimen florece allí donde reina el desequilibrio entre aspiraciones y oportunidades o existen marcadas desigualdades económicas», y recuerda a Erich Fromm cuando dice que «los hombres y las mujeres no pueden vivir como un mero objeto, y sufren intensamente cuando se ven reducidos a una máquina que simplemente come y se propaga, aunque tengan toda la seguridad que desean».

Prosperidad sin crecimiento es un libro que nació como un informe encargado o su autor, Tim Jackson, por un ente asesor del gobierno británico. Cuando fue publicado, en septiembre de 2009, no se dio noticia de él en ningún medio, fue ninguneado por el mismo gobierno que lo había encargado. Pero, a pesar de la reticencia inicial de la clase política, el informe fue ganando lectores entre economistas, académicos, activistas medioambientales y, finalmente, ciudadanos de a pie que buscaban respuesta a la crisis mundial.

Tim Jakson señala, en este informe, la importancia de crear una economía que refleje nuestra naturaleza social, que apoye nuestro altruismo.  Hay que construir –dice- instituciones económicas que se apoyen en la consideración de las personas como seres empáticos y no como sostiene la teoría de la elección racional, pues la primera nos considera como seres humanos completos y la segunda solo como máquinas de calcular. En definitiva, es necesario crear instituciones que, en vez de incentivar comportamientos egoístas, incentiven comportamientos de ayuda mutua.

Lo anterior supone modificar nuestras actuales normas culturales. Luis Rojas Marcos, escribe: «Las normas culturales son resistentes, pero no son inmunes al cambio. En el proceso de transmisión de generación en generación, evolucionan, se moldean y se adaptan a las nuevas necesidades y exigencias de los hombres y las mujeres de cada época».

Sin duda, estamos en una época que nos empujan a un cambio de cultura que obliguen a un cambio de sistema económico.

 Publicado el 22 de septiembre de 2020 en la revista Amanece Metrópolis