Como prometí sigo con el articulo publicado en El País. Planeta Futuro acerca de Ruanda y el Reino Unido.
A la empobrecida Ruanda le viene bien la inyección de fondos
extranjeros incluida en este acuerdo con el Reino Unido. “Nuestras
ambiciones de desarrollar el país son grandes, pero nuestros recursos
son limitados”, razona Yolande Makolo, portavoz del Gobierno ruandés, en
su despacho lleno de arte y muebles de madera oscura. Parte del dinero
se destina al desarrollo de Ruanda, por ejemplo, a la mejora de la
educación. “Daremos una inyección de capital a las escuelas donde van
los niños refugiados”, asegura Makolo, “para que tanto ellos como los
ruandeses estén mejor”.
En diciembre, el Tribunal Supremo
del Reino Unido dictaminó que Ruanda no puede considerarse un país
seguro. La sentencia se basó en información recopilada por
organizaciones como Human Rights Watch,
que afirma que, a día de hoy, “siguen produciéndose graves abusos
contra los derechos humanos, como la represión de la libertad de
expresión, detenciones arbitrarias, malos tratos y tortura por parte de
las autoridades ruandesas”. Amnistia Internacional critica el "vergonzoso plan".
Sacha Deshmukh, responsable de la ONG en el Reino Unido, ha declarado
que “el acuerdo con Ruanda —un país con un historial de graves
violaciones de los derechos humanos, incluidas detenciones arbitrarias,
tortura y represión de la libertad de expresión— ha sido terriblemente
mal concebido y cruel”.
En las últimas semanas,la Cámara de los Lores británica también se ha
ocupado de estudiar la situación de seguridad en Ruanda. Los Lores
enviaban sus enmiendas de la ley a la Cámara de las Comunes, que
procedía a devolvérselas sin tomarlas en consideración, en lo que se
conoce como “ping-pong parlamentario”. Horas antes de que el Parlamento
diera finalmente luz verde a la ley, Sunak anunciaba: “El primer vuelo
despegará dentro de 10 o 12 semanas. Algo más tarde de lo que queríamos,
pero siempre dejamos claro que este procedimiento llevaría su tiempo”.
El 15 de abril, unos documentos del Gobierno británico filtrados revelaron que está
previsto deportar a Ruanda a “más de 30.000″ solicitantes de asilo en
los próximos cinco años. Sin embargo, en el primer año se producirán
entre varias docenas y centenares de deportaciones. En marzo, a petición
del Parlamento, la oficina de auditoría británica calculaba que Londres
—además de los 433 millones— pagará más de 175.000 euros por “persona
reubicada”. Una cantidad que debería cubrir gastos como vivienda,
alimentación y educación. La indemnización se pagará por fases a través
del Gobierno ruandés durante un periodo de cinco años, siempre que el
deportado permanezca en el país africano. Si este decide marcharse, por
ejemplo, para regresar a su lugar de origen, se interrumpirá el pago. En
ese caso, se pagarán unos 11.000 euros “para facilitar la salida
voluntaria”.
En los últimos años, los británicos han enviado a Ruanda a varios
expertos jurídicos y empleados del Servicio Británico de Inmigración
para ayudar al Gobierno ruandés a establecer los trámites de asilo e
inmigración. Los refugiados pueden solicitar asilo en Ruanda en centros
de tránsito como el albergue Hope. Si no lo hacen, pueden someterse a un
procedimiento alternativo tras el cual pueden convertirse en residentes
o ciudadanos ruandeses.
Makolo espera que el procedimiento de asilo o inmigración en el albergue
Hope dure “de dos a tres meses”. A continuación, a los deportados se les
asignará una casa. Según la portavoz gubernamental, serán recibidos con
los brazos abiertos por “ruandeses hospitalarios”. “Entendemos lo que
es tener que huir”, señala, en referencia al genocidio que tuvo lugar
hace exactamente 30 años, en el que al menos 800.000 personas fueron
brutalmente asesinadas. Al menos dos millones de ruandeses huyeron del
país.
Los británicos se animaron a hacer negocios con Ruanda en 2021, porque el
país centroafricano había mostrado anteriormente su disposición a
acoger a refugiados y migrantes de la guerra civil libia. Después de que
se difundieran por todo el mundo imágenes de migrantes en este país maltratados,torturados y vendidos como esclavos, el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR)
pidió a los países en 2018 que ayudaran a evacuar a los migrantes
varados. Los primeros Desde entonces, más de 2.000 refugiados han llegado al país africano,
desde donde serán reubicados en un país seguro a través de ACNUR.
Permanecen alojados a las afueras del pueblo de Gashora, a 65 kilómetros
al sur de Kigali. En un gran recinto vallado, encajonado entre dos
lagos, hasta 700 personas esperan sus solicitudes de asilo para Europa,
Canadá o Estados Unidos. El “centro de tránsito de emergencia” está
financiado por la Unión Europea, que hasta ahora ha puesto a su
disposición 34,5 millones de euros.vuelos llegaron a Ruanda en 2019.
Los refugiados con familia se alojan en pequeños bungalós entre un grupo
de pinos. En una de las casas está Abdulfattah Ahmed, de Somalilandia.
Su hija mayor, vestida con una camiseta rosa de Barbie, está sentada en
la mesita junto al sofá mientras ve vídeos de TikTok en su teléfono.
Ahmed y su esposa, Jamah, abandonaron Somalilandia en 2019 después de
que sus familias los rechazaran y atacaran; ambos pertenecen a grupos
étnicos diferentes, lo que llevó a sus parientes a decidir que su
relación debía terminar.
Tras un extenuante viaje, los dos fueron torturados y
violados en un centro de detención a su llegada a Libia. Lograron
fugarse y llegaron hasta la capital, Trípoli. Europa estaba al alcance
de la mano, pero Jamah se quedó embarazada. Surgieron las dudas.
“Pensamos, ¿de verdad nos vamos a subir a un barco destartalado rumbo a
Europa con un bebé?”, relata Ahmed. Poco después tuvieron otras dos
hijas, gemelas. Un amigo los instó a considerar una alternativa: quienes
reúnen los requisitos para obtener el estatuto de refugiado en Europa
pueden esperar su solicitud de asilo en Ruanda. Ahmed y su mujer no
tardaron en enterarse de que tenían muchas posibilidades de conseguirlo.
Se inscribieron en ACNUR, que trasladó a la familia a Gashora en
noviembre. Como a los demás refugiados, a Ahmed le ofrecieron permanecer
en Ruanda. “Mis hijas están a salvo aquí”, dice agradecido, mientras
pasa suavemente la mano por el pelo de su hija. Sin embargo, quedarse no
es una opción para Ahmed. “Quiero ir a Europa”.
En
Gashora, muchos comparten ese sentimiento. “Ningún refugiado ha elegido
la vida en Ruanda hasta ahora”, señala Dhananjaya Bhattarai, de ACNUR.
Explica que solo se trae aquí a los refugiados que tienen posibilidades
de obtener el estatuto de refugiado en un país occidental. De los 2.095
refugiados que llegaron de Libia, 1.569 fueron reasentados. El resto
permanece en el centro de Gashora a la espera de que se les conceda el
asilo.
Los compañeros de alto rango de Bhattarai ubicados
en Ginebra se muestran críticos con el “acuerdo de Ruanda”, que es
diferente del acuerdo de migración que ACNUR concluyó con el Gobierno
ruandés. Según el organismo de la ONU, el plan incumple la obligación
del Reino Unido con la Convención de la ONU sobre el Estatuto de los
Refugiados de 1951, que establece la protección internacional. Exige que
los solicitantes de asilo sean protegidos en el país al que llegan, y
no enviados por la fuerza a “zonas inseguras” como Ruanda.
Las
críticas no han sentado nada bien a la portavoz Makolo. “La respuesta
de ACNUR es hipócrita”, afirma. “Nos demonizan, pero llevamos años
trabajando bien juntos en Gashora”. Según Makolo, ACNUR nunca ha
expresado a los ruandeses su preocupación por los derechos humanos.
“Sabemos que el acuerdo migratorio está siendo utilizado como elemento
disuasorio por los británicos”, afirma. “Pero hacemos lo que podemos
para recibir a la gente con dignidad y darles una oportunidad. Los
solicitantes de asilo buscan seguridad, aquí la tenemos”. Makolo
califica de racistas las palabras de ACNUR. “No consideramos que vivir
en Ruanda sea un castigo”.
El problema de las personas que intentan llegar a Europa en busca de un mundo mejor me ha recordado un libro que ha leído hace tiempo: COLLIER, Paul (2010) El club de la miseria: que falla en los países más pobres del mundo.Bogotá: Random House Mondadori S.A, 331 págs. del que pueden leer una reseña en Internet.