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domingo, 30 de junio de 2019

Haciendo experimentos


En el periódico El País del día 23 de junio de 2019 se publicó una noticia, “Miles de carteras perdidas desvelan un patrón universal de honestidad”, en la que se comentaba un experimento realizado por un grupo de economistas especializados en el estudio de la conducta humana.  En la noticia se indica que “el resultado (del experimento) contradice los modelos clásicos económicos que destacan el propio interés sobre el de los demás”. 
Son muchos los experimentos  cuyos resultados  contradicen la  creencia defendida por los fundamentalistas del libre mercado. Los fundamentalistas del libre mercado no solo suponen que para que los mercados funciones perfectamente la demanda debe igualar a la oferta, sino que, interpretando de una manera sui generis la doctrina de Adam Smith, suponen que el comportamiento humano responde a un previo cálculo de costes/beneficios : los seres humanos son materialistas y egoístas por naturaleza y “no cooperarán con los demás sino en tanto no tengan expectativas de un beneficio propio o se vean obligados a ello por una fuerza externa (Ética para la sociedad civil, 2003:20).   
Experimentos realizados en el ámbito de las neurociencias y en el del desarrollo infantil, nos obligan  a cuestionar la creencia, tan arraigada, de que los seres humanos son como defienden los fundamentalistas del libre mercado. El Premio Nobel 2002  fue concedido a David Kahnerman, psicólogo, y Vernon L. Smith, economista, por haber integrado aspectos de investigación psicológica en la ciencia de la economía.  Según ellos, diversas experiencias llevadas a cabo por médicos y psicólogos han puesto  de manifiesto que, en la actividad de comprar y vender, el ser humano dista mucho de comportarse como un simple ser racional –homo aeconomicus- : el ser humano  es un ser complejo que, además de raciona, tiene sentimientos.
George F. Loewenstein, economista norteamericano, experto en economía del comportamiento, ha realizado experiencias que han puesto de manifiesto que “el egocentrismo, la codicia y la orientación al propio interés trae una sensación de vacío, sinsentido, escasez e infelicidad, mientras el altruismo, la generosidad y la orientación al bien común son fuente de plenitud, abundancia y felicidad”. A nivel emocional, “recibimos lo que damos”.
Podría poner muchos más ejemplos, pero no debo extenderme demasiado. Para terminar mencionaré los experimentos realizados en 1996 que han demostrado que en nuestro cerebro –y en el de otros animales- existen unas neuronas que se han dado en llamar “neuronas espejo”. Cuando uno percibe del dolor de los otros, se movilizan automáticamente los mismos circuitos neuronales afectivos que cuando se siente el propio dolor. Es lo que se llama “empatía”. El destacado  neurólogo Marco Jacoboni  indica que los estudios realizados con las neuronas espejo revelan que los seres humanos somos empáticos por naturaleza.
Gary Olson, profesor de Ciencias Políticas en Moravian College en Betlehem (Pensilvania) , publicó en 2008, un artículo, desde mi punto de vista muy interesante, titulado “de las neuronas espejo a la neuropolítica moral”.  En ese artículo, Gary Olson intenta explicar  cómo, después de que nuestra comprensión de la empatía ha aumentado no hemos sido capaces de construir un mundo más pacífico, sino que seguimos en un mundo colmado de violencia abierta y estructural.  Llega a la conclusión de que el sistema capitalista intenta que  ni pensemos ni sintamos, es decir, intenta mantener a la gente a raya con una identidad construida sobre los valores de mercado. Ustedes habrán oído eso de que “no hay alternativa”.
Sin embargo, a pesar de todo, en estos momentos, está surgiendo un nuevo paradigma económico protagonizado por la sociedad civil. El hecho de que algunos hablen de “economía colaborativa” pone de manifiesto lo alejado que este nuevo paradigma económico se encuentra del vigente sistema económico social.  Un cambio de este tipo necesita su tiempo. La pregunta más importante  es si conseguiremos evitar el desmoronamiento de la civilización y salvar a la Tierra.   

lunes, 24 de junio de 2019

Las ciudades y los Objetivos de Desarrollo Sostenible


Ahora que tanto se está hablando de Madrid, me ha parecido oportuno estudiar qué relación existe entre las ciudades y la Agenda 2030, es decir, los Objetivos de Desarrollo Sostenible, relación que desconocía hasta que he leído lo que ha sucedido con el proyecto de Carmena.  Debo confesar que, aunque he aprendido mucho, todavía que me queda mucho que aprender.
Según Naciones Unidas, más de la mitad de la población humana vive actualmente en ciudades. Por eso, indica, es tan importante poner el foco en ellas con el objetivo de crear modelos que permitan hacer frente a los retos de la Agenda 2030 y a algunos de sus ODS.
Para empezar, he tomado conciencia de que las ciudades no solo cuentan con un Objetivo específico, el ODS 11 (ciudades y comunidades sostenibles), sino que, además, pueden colaborar en alcanzar las metas que plantean distintos ODS. 
En 2005, se creó la Red Mundial de Ciudades del Aprendizaje de la UNESCO (GNLC). Desde entonces esta Red se ha expandido rápidamente de modo que en septiembre de 2018 se han sumado más de 200 miembros en 50 países, que han logrado resultados significativos.  Con el fin de que todo funcione bien , a pesar de la diversidad socioeconómica y cultural que caracteriza a las ciudades, la UNESCO ha considerado oportuno, tanto para los antiguos como los nuevos miembros, llevar a cabo una revisión detallada de las acciones realizadas o/y por realizar.
El responsable de Comunicación del  Centro se Innovación en Tecnología para el Desarrollo Humano de la Universidad Politécnica de Madrid indica que “muchas ciudades españolas han realizado avances muy importantes en temas de movilidad y calidad del aire haciendo más verdes la ciudades, pero por supuesto queda mucho por hacer y será importante que las ciudades  tomen los ODS como la agencia de referencia para esas transformaciones”.  En este sentido, la Federación Española de Municipios  y Provincias (FEMP) ya está animando a firmar la Declaración de Compromiso de las Ciudades con la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible, que promueve la Red Española para el Desarrollo Sostenible (REDS, con sede en la Universidad Autónoma de Madrid, reds.sdsn.es)
Solo en Madrid ya existen más de 40 huertos urbanos, que gestionados por vecinos apuestan por otro modelo de ciudad,  de producción o de consumo: muy interesante es el proyecto “Madrid agroecológico”.  Lo mismo ocurre en Barcelona, en Valencia o en Sevilla. Este movimiento no siempre es visible, pero sin duda es cada vez más fuerte.
La conveniencia de crear zonas verdes de acceso universal con la finalidad de mejorar la calidad de vida de todos los habitantes de la ciudad, también ayuda al logro del ODS 7, al reducir la temperatura, ofreciendo sombra y absorbiendo la contaminación atmosférica. (ODS 7.-  Garantizar el acceso a una energía asequible, segura, sostenible y moderna para todos).
Nadie discute ya que la densidad y las economías de aglomeración de las ciudades actúan como cadenas invisibles que conectan todos los Objetivos de Desarrollo Sostenible, enlazando la economía, la energía, el medio ambiente, la ciencia, la tecnología y los resultados sociales y económicos a nivel urbano, y por eso, en los próximos días, el Objetivo 11, que aboga, como ya he indicado, por ciudades más seguras, inclusivas, resilientes y sostenibles, será revisado por primera vez como parte del Foro Político de Alto Nivel de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible.
El ODS 6 que busca garantizar la disponibilidad de agua limpia para todos, tiene mucho que ver con la gestión de las ciudades.
El ODS 13 se refiere a la adopción de medidas urgentes contra el cambio climático, es algo en lo que las ciudades juegan un importante papel. 

Para terminar tengo que decir que todos los expertos creen que es imprescindible el trabajo de la sociedad civil, exigiendo a los gobiernos y a las empresas que se tomen en serio los Objetivos de Desarrollo Sostenible. ¿Qué hará el nuevo Gobierno de la ciudad de Madrid?

 

martes, 18 de junio de 2019

Una OMC paralela


La OMC (Organización Mundial de Comercio), la institución que fija las normas para el comercio global, no pasa por su mejor momento. Atascada desde años en la Ronda de Doha, cuestionada por muchos de sus miembros, se enfrenta ahora a los embates del presidente
estadounidense.  La crisis actual es tan grave que podía llevarla a desaparecer.
Según una noticia aparecida en El País (10 de junio de 2019), “la Unión Europea va a salir al rescate de la Organización Mundial de Comercio, amenazada por el sabotaje de EE.UU. Bruselas ha lanzado una iniciativa internacional para establecer una vía de arbitraje alternativa que evite al final de año el colapso de la OMC si la administración de Donald Trump mantiene el actual bloqueo del organismo. El documento elaborado por la UE, al que ha tenido acceso EL PAÍS, afirma con rotundidad la voluntad de preservar los principios y rasgos esenciales del sistema de resolución de conflictos de la OMC. El nuevo sistema será un reflejo exacto de la institución con sede en Ginebra”.
Desde mi punto de vista la UE debería aprovechar esta situación para corregir los defectos que tiene la antigua OMC.  Defectos denunciados por múltiples organizaciones y especialistas en la materia. La UE debe de dar ejemplo de buen hacer y corregir esos defectos.
Un defecto es la relación entre la OMC y la Declaración de los Derechos Humanos.  “La subcomisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas reaccionó oficialmente ante el Director de la OMC para recordarle la primacía de los derechos humanos sobre las políticas y programas económicos” (Susan George, Pongamos a la OMC en su sitio, 2002, 39). Pero el Director de la OMC no consideró oportuno atender ninguna de estas recomendaciones.  La OMC siempre ha obrado como si nunca se hubieran firmado, no solo la Declaración Universal de Derechos Humanos, sino también la Convención de la Esclavitud o la Convención sobre los Derechos del  Niño.  Ahí se encuentra los orígenes de la actual explotación infantil.  Sin ninguna cortapisa las empresas multinacionales  optan por el sistema de contratación más barato: los niños.  Para la OMC los derechos humanos son una mercancía: solo podrá disfrutar de ellos quienes tengan dinero. Acuerdo General sobre el Comercio de  Servicios, AGCS.
Para la OMC, también son mercancía los bienes comunes de la Humanidad.  Esta decisión nos está conduciendo  al abismo.
Muy controvertido el Acuerdo sobre Agricultura.  Este tema fue tratado en Ronda de Doha, iniciada en 2001.  Los países en desarrollo trataban de obtener un acceso libre de obstáculos para sus productos agrícolas. Esto significaba que los países desarrollados deberían eliminar, o reducir en forma significativa, la protección que da a su agricultura por la vía de subsidios directos a los agricultores o subsidios a las exportaciones. Esta ahora estas negociaciones han fracasado.  Paul Collier, catedrático de economía y policía pública, director del Centro para el Estudio de las Economías Africanas, en su libro El club de la miseria. Qué falla en los países más pobres del mundo (2009), apunta que la política comercial de los países ricos es, en parte, culpable de la existencia del “club de la miseria”.  En palabras de Collier (2009:261), “como todos sabemos, la política comercial de la OCDE presenta algunos aspectos indefendibles […] es una estupidez proporcionar ayuda con el fin de promover el desarrollo para después adoptar políticas comerciales que lo impiden”.
Jeremy Rifkin en su libro La sociedad de coste marginal cero. El Internet de las cosas, el procomún colaborativo y el eclipse del capitalismo (2014:235), hablando de las manifestaciones contra la OMC que tuvieron lugar en Seattle en 1999, señala lo que lo que publicó al día siguiente The independent.
La forma en la que [la OMC] hace uso de [su] poder está dando pábulo a la sospecha cada vez más extendida de que sus siglas [en inglés WTO] significan World Take Over [dominio o control del mundo]. En una serie de resoluciones ha rechazado medidas para ayudar a los pobres del mundo y para proteger el medio ambiente y la sanidad, en beneficio de empresas privadas.
La UE debe saber que la solidaridad llevada a las relaciones comerciales puede hacer que el comercio internacional sea realmente un instrumento de progreso económico y humano para todos los países del mundo. La teoría de los juegos, un área de la matemática aplicada que se ha convertido en una herramienta muy importante para la economía. En relación con el comercio internacional considera imprescindible el “modelo de juegos de suma no cero”, juegos donde todos ganan o todos pierden, dependiendo de que jueguen bien o mal, como sucede en el juego que practican los jugadores de un mismo equipo. Robert Wrigh, periodista y prolífico autor de best sellers sobre ciencia, psicología evolutiva, historia, religión y teoría de juegos, en una conferencia, El mal en el animal humano, pronunciada en la Ciudad de las Ideas, expresó su convencimiento de que la única forma que tiene la Humanidad de sobrevivir es aprender a practicar juegos de suma no cero.

lunes, 10 de junio de 2019

Vivir en Marte


Unos veinte días después de que Moisés Naím informara de la preocupación de algunos millonarios por la salud del capitalismo, se informó en El País (19 de mayo de 2019) el interés de algunos millonarios por los viajes a la Luna y a Marte. El título de la noticia era “los millonarios galácticos”.
En esa noticia se indica: “La NASA cuenta para lograr su objetivo con las compañías privadas, menos sujetas a los vaivenes que han lastrado la carrera espacial pública, de una Administración a otra, en las últimas décadas”.
Pero las compañías privadas no se limitan a una aportación en dinero. Jeff Bezos, el hombre más rico del mundo, fundador de Amazon, ha creado una empresa espacial a la que ha llamado Blue Origin. En su página web, se indica que la “visión de Blue es un futuro en el que millones de personas viven y trabajan en el espacio. Para preservar la Tierra, nuestro hogar, para los nietos de nuestros nietos, debemos ir al espacio para aprovechar sus recursos y energía ilimitados. Si podemos reducir el coste de acceso al espacio con vehículos de lanzamiento reutilizables, todos podemos disfrutar de un futuro dinámico para la humanidad”. En El País, se muestra una fotografía de Jeff Bezos mostrando su módulo lunar Blue Moon.
En la misma noticia se menciona a otro multimillonario, Elon Musk, jefe de Tesla, una compañía estadounidense  que diseña, fabrica y vende coches eléctricos, componentes para la propulsión de vehículos eléctricos y baterías domésticas a gran escala, y SpaceX, una empresa de transporte aeroespacial, fundada en 2002. SpaceX  ha desarrollado varios cohetes, Falcon, con la meta de ser vehículos de lanzamiento espacial reutilizables; también ha desarrollado una nave espacial, Dragon, y he entendido que, en estos momentos, se encuentra desarrollando una nave que piensa usar para enviar colonias de humanos en futuras misiones a Marte. Elon Musk, en una conferencia de la Real Sociedad Aeronáutica en Londres, su intención de establecer la primera ciudad humana en Marte.
Según una noticia de El País del 16 de mayo de 2019 titulada “Arranca el plan de Elon Musk de conectar al mundo a Internet por satélites”, SpaceX planea lanzar una serie de satélites para comenzar “el despliegue de una ambiciosa constelación que ofrezca conexión de banda ancha en todo el mundo”.
“OneWeb, el principal competidor de SpaceX, cerró una ronda de inversión de 1.250 millones de dólares para la producción en masa de  satélites tras lanzar y desplegar satisfactoriamente los primeros en febrero. Por su parte Jeff Bezos también será protagonista de esta ambiciosa carrera espacial al anunciar en Madrid su proyecto de desplegar más de 3.000 satélites que ofrezca  acceso de banda ancha al 95% de la zona habitable de la Tierra”.
En el periódico se indica: “Esta aventura espacial podrá convertirse en una gran fuente de ingresos para que Musk acelere su plan de convertirnos en una especie multiplanetaria”.
¿Qué pensar de todos esos proyectos, protagonizados por  el “1%” de todos  las personas que habitan nuestro planeta?  ¿Pretenden huir de un capitalismo que, según ellos, se está “rompiendo”? Desde mi punto de vista, lo que están demostrando es que carecen de la más mínima empatía, característica del ser humano: no se les ha pasado por la cabeza contribuir, aunque sea mínimamente, a alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible, prefieren salir corriendo a Marte.

viernes, 7 de junio de 2019

¿Qué está pasando con el capitalismo?


En un trabajo periodístico “Desigualdad económica: ¿qué hay de nuevo?” para El País (2 de junio de 2019), Moisés Naím señala que, no hacía mucho,  el fundador de Bridgewater, uno de los fondos de inversión más grandes del mundo, Ray Dalio,  dijo: “Soy capitalista y hasta yo digo que el capitalismo está roto. Si el capitalismo no evoluciona, va a desaparecer”.  Según la revista Forbes, Dalio ocupa el puesto número 60 en la lista de las personas más ricas del planeta.
Por otra parte, también según Moisés Naím , Jamie Dimon, jefe del gigantesco banco JPMorganSchase, cuyo sueldo el año pasado fue de 30 millones de dólares, también anda preocupado por la salud del capitalismo. “Gracias al capitalismo, millones de personas han salido de la pobreza, pero eso no quiere decir que el capitalismo no tiene defectos, que no esté dejando mucha gente atrás o que no debe ser mejorado”.    
¿Cómo es que los titanes de la industria, cuyos intereses están muy unidos al capitalismo, lo estén criticando de esa manera?
Naím indica que “en el mundo académico hay las mismas preocupaciones” y señala a Paul Collier, importante economista, profesor de la Universidad de Oxford, citado varias veces en este blog por su libro El club de la pobreza (Turner, 2009). Paul Collier  ha publicado recientemente (año 2018) un libro El futuro del capitalismo, en el que advierte que  “el capitalismo moderno tiene el potencial de elevarnos a todos a un nivel de prosperidad sin precedentes, pero actualmente está en bancarrota moral y va encaminado hacia una tragedia”.
La crítica más común es la gran desigualdad económica a que conduce el capitalismo: pequeñas élites donde se concentran ingresos y riqueza (el famoso 1%) y grandes masas condenadas a la pobreza.  Moisés Naím indica que esta crítica “se había atenuado gracias al éxito que tuvieron países como China, India y otros en reducir la pobreza”, debido, según él, “en gran medida, a la adopción de políticas de liberalización económica que estimularon el crecimiento, el empleo y aumentaron los ingresos”.
Pero la crisis financiera de 2008,  más bien, las políticas aplicadas para solucionar el problema, está haciendo insostenible la  desigualdad entre ricos y pobres.  Para terminar, Naím  dice: “El impacto  de la inteligencia artificial en la desigualdad es aún incierto, pero todo indica que será enorme. Y esta novedad puede hacer obsoletas todas nuestras ideas acerca de las causas de la desigualdad y sus consecuencias”.
El hecho de que en este texto se citara el libro de Paul Collier El futuro del capitalismo, me ha recordado a Paul Mason, columnista de The Guardian y una de las caras más conocidas del canal británico Channel 4, autor de un libro titulado Postcapìtalismo. Hacia un nuevo futuro (Paidós. 2016), en el que se plantea la posibilidad de que el capitalismo  haya alcanzado sus límites y esté mutando en algo totalmente nuevo.  En la Introducción, Paul Mason indica que “lo que comenzó en 2008 como una crisis económica mutó con los meses en una crisis social y ahora ha pasado a ser una crisis global”.  En esa Introducción señala: “La élite y sus partidarios cierran filas  en defensa de los mismos principios nucleares: las altas finanzas, los bajos salarios, el secretismo, el militarismo, la propiedad intelectual y la energía basada en el carbono. La mala noticia es que controlan casi todos los Gobiernos del mundo; la buena, que en la mayoría de países gozan de muy escasa aceptación o popularidad entre la gente”; e indica:  “Casi inadvertidamente, franjas enteras  de la vida económica están empezando a moverse a un ritmo diferente en los nichos y huecos que deja abiertos el propio sistema de mercado. Allí han proliferado –muchos de ellos como resultado directo de la descomposición de antiguas estructuras tras la crisis de 2008- monedas paralelas, bancos de tiempo, cooperativas y espacios autogestionados; y los economistas profesionales apenas se han percatado de ello”.  Los medios la han llamado economía colaborativa. También se habla de “procomún” y de “producción entre iguales”, pero pocos se han molestado en preguntarse qué significa para el capitalismo en sí.
Es lo que Jeremy Rifkin, en su libro La sociedad de coste marginal cero (Paidós, 2014), llama “procomún colaborativo”, del que, en este blog,  ya he hablado en varias ocasiones. Según Jeremy Rifkin: “La transición de la era capitalista a la Edad Colaborativa va cobrando impulso en todo el mundo, y es de esperar que lo haga a tiempo de restablecer la biosfera y de crear una economía global más justa, más humanizada y más sostenible para todos los seres humanos de la Tierra en la primera mitad del siglo XXI”.