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martes, 30 de octubre de 2018

Nacimiento de una nueva economía



A raíz de  la crisis financiera de 2008 estudiosos de distintas ramas del saber señalaron que esa crisis no era la única que nos debía preocupar, pues íntimamente relacionadas con ella se encontraban una crisis económica, una crisis ecológica y una crisis de derechos humanos  o crisis de valores. Crisis todas ellas mundiales, no locales.
Alain Touraine, sociólogo y, entonces, director del Instituto de Altos Estudios de París, en un artículo titulado “Las tres crisis” y publicado en El PAÍS del día 6 de enero de 2010,  afirmaba: “En vez de soñar de forma irresponsable con una salida a la crisis que suele definirse, demasiado alegremente, en función de la reanudación de los beneficios de los bancos, debemos  tomar conciencia de la necesidad de renovar y transformar la vida política para que sea capaz de movilizar todas las energías posibles contra unas amenazas que son mortales.[…] Se trata de defender al conjunto de la humanidad”.
A  juicio de Touraine, no es el actual sistema económico-social el que puede abordar el problema, pues sus instituciones “están apoyadas por legiones de intereses que se oponen a un cambio fundamental”. Solo puede resolver el problema la acción de mujeres y hombres que  vislumbran las enormes posibilidades que tienen por el simple hecho de ser seres humanos, es decir, por tener “conciencia de espacie” y  por ello, sentirse en la obligación de transformar el sistema económico transformando su forma de vivir. Transformar la actual manera de organizar la vida económica, reduciendo las diferencias en ingresos, democratizando la economía mundial y creando una sociedad más sostenible desde el punto de vista ecológico.
Según Enrique Gil Calvo, sociólogo y profesor en la Universidad Complutense de Madrid, escribió (“Performances”, EL PAÍS, 8 de agosto de 2012)  que la mejor solución, por ahora algo utópica es la de convertir la actual crisis de los mercados en una verdadera crisis del sistema, eventualmente capaz de dar a luz a un nuevo modelo de sociedad.  Una sociedad sostenible y no basada en el depredador capitalismo neoliberal”.
El principal problema es si llegará a tiempo de que la humanidad caiga en el precipicio a que nos conduce el vigente sistema económico social; un sistema que (1) ha convertido todo en mercancía -incluso los derechos humanos y los bienes comunes de la humanidad-; que (2) desconoce las características del planeta Tierra en que vivimos, un sistema cerrado en el que no es posible un crecimiento ilimitado; que (3) considera la ética incompatible con la economía –según Adela Cortina, catedrática en la Universidad de Valencia, “hay algo muy claro en estos momentos: si nos hubiéramos comportado éticamente, no tendríamos una crisis como la actual”-; que (4) supone que el ser humano es egoísta por naturaleza, en contra de los resultados obtenidos en Psicología y Neurociencia. “Acusar a toda la especie humana por los terribles excesos cometidos por una clara minoría es erróneo e injusto.  Todos nacemos con la capacidad para la compasión, la generosidad, la abnegación y la empatía”, Luis Rojas Marcos, profesor de Psiquiatría en la New York University. “El hombre llegaría a ser mejor si se le muestra como es”. Steven Pínker, psicolingüista de la Universidad de Harvard, en un artículo sobre la ciencia de la moralidad (2008). 
“Quizá la cuestión más importante a la que se enfrenta la humanidad es si podemos lograr la empatía global a tiempo para salvar la Tierra y evitar el derrumbe de la civilización” (La civilización empática. La carrera hacia una conciencia global en un mundo en crisis, Jeremy Rifkin, Barcelona, Paidós, 2010:14)
La mejor noticia es que, aunque lentamente, la transformación deseada por Alain Touraine, Enrique Gil Calvo y Jeremy Rifkin ha empezado a tener lugar. Es lo que se llama “economía colaborativa” o “procomún colaborativo”.
NOTA. La primera parte de esta texto está extraída del capítulo 1, ”Crisis. Siglo XXI”,  de  mi libro  Imaginar y crear el futuro, 2ª ed. 2017, Madrid, Bubok.

martes, 23 de octubre de 2018

Pobreza infantil



El término pobreza infantil se aplica a los niños y niñas que provienen de familias pobres  o huérfanos criados con recursos estatales limitados o, en algún caso, ausentes. Los datos de que se dispone ponen de manifiesto que el colectivo que más esta sufriendo las consecuencias de la crisis económica es la infancia. Nunca se ha tenido en cuenta que es el sector más débil e inocente. Nadie elige el lugar de nacimiento. Papel del azar. Por otra parte, nunca se ha reparado en la importancia que tiene romper el ciclo de transmisión de la pobreza de padres a hijos. No se podrá alcanzar un desarrollo sostenible si no se rompe ese ciclo.
El objetivo número 1 de  los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) aprobados el 25 de septiembre de 2015  por los Estados miembros de Naciones Unidas, (Agenda 2030) es  “Fin de la pobreza”.
Como instituciones de la economía colaborativa, alternativa al actual sistema económico, existen varias organizaciones no gubernamentales (ONGs) que están desarrollando diversos programas de lucha contra la pobreza infantil.
En España, donde uno de cada tres niños está en riesgo de pobreza, se acaba de estrenar una institución, alto comisionado, contra la pobreza que trabaja de forma interministerial, con el objetivo de disminuir, o mejor, eliminar la pobreza infantil.  Una de las primeras propuesta ha sido incrementar la prestación por hijo a cargo, que ahora es de solo 291 euros al año, cantidad insuficiente para hacer frente al gasto anual en libros y material escolar. Además se da la circunstancia de que estas familias a veces no pueden pagar facturas, les cortan la luz o el agua o incluso sufren desahucio. Suelen vivir en casas pequeñas, con humedades que predisponen a la enfermedad.
La ONG Save the  Children ha calculado que para cubrir el coste mínimo de criar un hijo o hija en condiciones dignas y asegurar un correcto desarrollo y bienestar es necesario una cantidad de dinero que oscila entre los 480€ a 590€ mensuales.
En una entrevista al director de este recién alto comisionado contra la pobreza infantil, este indicó que “la pobreza deja cicatrices a lo largo de toda la vida […] Condenamos al fracaso educativo a niños que podrían tener un enorme potencial para la sociedad. La pobreza en la infancia nos lleva a desaprovechar su talento natural. Estos chicos podrían ser adultos productivos, con buenas profesiones, pero muchas veces se convierten en un coste para la sociedad·”. Y señala los objetivos que, según él, se deben perseguir a corto y largo plazo.  (Planeta Futuro, El País, 4 de octubre de 2018, “La pobreza infantil en España nos lleva a desaprovechar talento”)
Entre los pliegues de la inmigración y en relación con la pobreza infantil hay que tener en cuenta  la cantidad de niños que llegan a España no tutelados.  ¿Entran en las competencias del alto comisionado contra la pobreza infantil?   También en este caso no atender a ese problema, denota una falta de empatía y solidaridad, es decir, de humanidad,  además de incumplimento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, con todo lo que ello supone.

domingo, 21 de octubre de 2018

Medicamentos. Bien Común



No es la primera vez que escribo sobre los medicamentos y la industria farmacéutica.  Para el vigente sistema económico los medicamentos son simplemente una mercancía y la industria farmacéutica un negocio solo preocupado, por maximizar sus ganancias económicas. De su gestión se encarga la Organización Mundial de Comercio (OMC), a través del Acuerdo sobre los Derechos de Propiedad relacionados con el Comercio, y  los medicamentos están relacionados con el Comercio, porque son una mercancía.  La enfermedad se ha convertido en un gran negocio. El mercado farmacéutico supera las ganancias por ventas, a las armas o las telecomunicaciones. ”Cada dólar invertido en fabricar un medicamento se obtienen mil de ganancia”.
Siempre con el objeto de aumentar sus ganancias económicas, las industrias farmacéuticas se  dedican a investigar en patologías –a veces inexistentes- que solo afectaban a los ciudadanos de los países ricos. Hay muchas enfermedades que no son objeto de investigación por el simple hecho de que las personas  que tienen esas enfermedades carecen del suficiente poder adquisitivo. Es el caso de los  países pobres. ¿Cómo es posible un sistema que no castiga a los autores de tantas muertes remediables?
Si en la Declaración Universal de Derechos Humanos se indica que la salud es  un derecho de todos los seres humanos, los medicamentos deben ser un bien  común. En el libro La gran encrucijada. Sobre la crisis ecosocial y el cambio de ciclo histórico  (Varios autores, ed. Ecologistas en Acción, 2016:197) se indica que “ es de especial importancia prestar atención a los bienes públicos y de interés general, así como a los bienes comunes entendidos en un sentido amplio, acorde  a las nuevas circunstancias de crisis ecológica abordado con criterios de justicia. Esto supone que junto a los recursos naturales y a los servicios de los ecosistemas sería necesario entender la noción de bienes comunes y de interés general a sectores claves  para el funcionamiento de sociedades complejas, como son el sector energético, el de comunicaciones –incluido Internet-, el sector bancario, los servicios sociales básicos, la investigación científica y los medicamentos”. 
“La propiedad privada es muy eficiente para determinados fines. Pero creer que la mejor forma de gestión es ponerlos virtualmente todo en manos privadas –que es lo que propugnan la mayoría de los economistas partidarios del libre mercado- no pasa ‘la prueba del algodón’. Sobre todo cuando se trata de bienes y servicios públicos que todo el  mundo necesita”. (Jeremy Rifkin, La sociedad de coste marginal cero. El Internet de las cosas, el procomún colaborativo y el eclipse del capitalismo, 2014:202) “Es probable que estos datos desconcierten a la mayoría de los economistas porque su disciplina está muy ligada a la idea de que el ser humano es egoísta por naturaleza y solo aspira a optimizar su propia autonomía.[…] Los científicos cognitivos nos dicen que nacemos con unos circuitos neurales que nos permiten sentir empatía ante el sufrimiento ajeno y que la supervivencia de nuestra especie se ha debido mucho más a la sociabilidad colectiva que a las tendencias egoístas” (Jeremy Rifkin, libro anteriormente citado, 2014:204)
Recientemente mencioné el nacimiento de una campaña, “No es sano”   (noessano.org.es), promovida por más de media docena de organizaciones que lucha por defender y promover el acceso universal a los medicamentos como parte indispensable del derecho a la salud. “No es sano investigar sólo en enfermedades rentables, no es sano anteponer los beneficios económicos a la salud, no es sano especular con los medicamentos”.  Se piden “gobiernos, instituciones y centros de investigación que promuevan iniciativas de I+D basadas en nuevos modelos de investigación y desarrollo de medicamentos que no dependan exclusivamente de las patentes como incentivo y modelo de negocio”. Solo posible en un nuevo paradigma económico, según Jeremy Rifkin,  el procomún colaborativo.

martes, 16 de octubre de 2018

Reducción de dióxido de carbono



He leído en el periódico El País  una noticia titulada “La lucha contra el CO2 en el transporte divide a Europa”.  El CO2, dióxido de carbono, es el gas de efecto invernadero que más contribuye al calentamiento global de larga duración y  dada la extrema importancia que tiene el cambio climático, me  he considero oportuno comentar el contenido de esa noticia.
La noticia empieza diciendo: “Europa afronta dividida una de las batallas cruciales en la lucha contra el cambio climático: eliminar el dióxido de carbono (CO2) del transporte por carretera, que acumula cerca de un cuarto de las emisiones de la UE”.
¿Qué es el cambio climático? Se está hablando tanto de él que probablemente diga lo que ya todos ustedes saben. Perdonen, pero es que “adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos” es  uno de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) aprobados el 25 de septiembre de 2015 por los 195 miembros de Naciones Unidas. Una muestra de la importancia del fenómeno del cambio climático para llegar a un mundo sostenible es el hecho de que en la colección de 11 libros que presentado el periódico El País y la FAO sobre “El estado del planeta”, el número 2 estaba dedicado al cambio climático. ¿Es a irreversible? ¿Qué podemos hacer?
“Si, con nuestras acciones, provocamos alteraciones graves en el clima o en otro aspectos de su funcionamiento, seremos nosotros quienes suframos las consecuencias. Ellos, el planeta y sus océanos, de una forma u otra, seguirán aquí. En realidad somos nosotros, los humanos, quienes estaríamos en riesgo de desaparecer. […] Estamos configurando un clima en el que no podremos seguir viviendo. O al menos, no como lo hemos hecho hasta ahora”. En el fondo lo que está en juego es el futuro de nuestros hijos y el de los suyos.
Expuestas, muy brevemente, las consecuencias del cambio climático, vuelvo a la noticia. ”La  ambición en la lucha contra el calentamiento global de Alemania –que durante las negociaciones previas al Acuerdo de París de 2015 formó un bloque de presión con los EE. UUU. de Barack Obama y la China de Xi-Jinpink- se ha desdibujado. Y ahora lidera el bloque de países de la EU que quieren ralentizar el proceso de recortes de emisiones de CO2 (el principal gas de efecto invernadero) del transporte por carretera por el temor de dañar a la industria automovilística”. ¿Se merece la industria automovilística ese temor? Sin duda, no. La industria automovilista se destaca por la multitud de trampas, de todo tipo, que ha hecho para ocultar la magnitud y composición de las emisiones emitidas por los coches que sacan a la venta. Además del caso de Volkswagen, la respuesta del sector ante el número de muertes debidas a la contaminación atmosférica y el acuerdo entre varias compañias para no aplicar tecnologías que permitían reducir las emisiones, hoy mismo nos enteramos que “la policía registra las oficias de Opel por el fraude del diésel”. Ese fraude es el protagonizado por Volkwagen hace unos años.
Otra excusa del Gobierno de Angela Merkel es la pérdida de puestos de trabajo. No entiendo el cambio de actitud de Alemania. ¿Cuándo puestos de trabajo se perderán debido a la inteligencia artificial?  
Eurpnews, en una noticia tituada "Urge limitar el calentamiento global a 1,5ºC", informaba que el 13 de octubre miles de manifestantes habían salido "a las calles de París presionando al gobierno francés y a la comunidad internacional para exigir más políticas contra el cambio climático. Unas movilizaciones que también se han convocado en Ginebra y Bruselas". Además se decía: "Necesitamos una transición global con respecto a cómo nos desplazamos, producimos, consumismos y comemos. Desde la energía a la planificación urbana y agrícola para reducir las emisiones". Se está demostrando que solo los ciudadanos podrán hacer efectiva podrán hacer efectiva esa transición.

miércoles, 10 de octubre de 2018

Capitalismo y tecnología



Las instituciones que dirigen el imperante sistema económico-social –El Fondo Monetario Internacional (FFMI), el Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio (OMC)-defienden y dicen creer en las bondades del mercado perfecto, diseñado por Adam Smith. «En este mercado perfecto, el comprador obtiene, además, el mejor precio, pues la competencia entre los vendedores de un mismo producto les forzará a vender lo más barato posible  (una vez cubiertos sus costes y cierto beneficio) para vender más que sus competidores» (José Luis Sampedro. El mercado y la globalización, Barcelona, ed. Destino,  2002:22).  Otra característica de ese tipo de mercado es el ajuste automático entre la oferta y la demanda:  si la demanda de bienes y servicios por parte del consumidor aumenta, los vendedores aumentarán los precios como consecuencia  de ello. Y si los precios aumentan demasiado, la demanda caerá y obligará a los vendedores a  reducirlos.
La tecnología aumenta la productividad y, en consecuencia, permite que el fabricante venda sus productos a un coste más bajo. Ese fenómeno se observó al inicio de la revolución industrial. Henry Ford, fundador  de Ford Motor Company, comenzó a aplicar las técnicas de trabajo en cadena, con lo que consiguió  aumentar la productividad. Entonces, según los economistas, los trabajadores se conformaban  con ganar lo suficiente para vivir y permitirse algunos pequeños lujos: preferían tener más tiempo de ocio que ingresos adicionales como consecuencia de una mayor cantidad de horas de trabajo.  Henry Ford, para vender el exceso de coches que se amontonaban en los almacenes, emprendió una intensa labor de propaganda, ofreció a sus trabajadores salarios más altos y más tiempo libre. Se dice que, a través de la propaganda,  consiguió fomentar y expandir las necesidades humanas, es decir, se afirma que fue el creador del fenómeno del consumo en que ahora estamos inmersos.
En el vigente sistema económico-social,  el hecho de que un fabricante introduzca un tecnología que aumente la productividad  y, en consecuencia, que le permita vender más barato, obliga  a sus competidores a buscar nuevas tecnologías para aumentar, aún más, la productividad y poder  vender sus productos a un precio más bajo con el objetico de recuperar sus clientes, obtener otros nuevos o las dos cosas.  En otras palabras, las nuevas tecnologías van reduciendo el coste marginal del producto a vender, entendiendo por coste marginal el coste de producir una unidad del producto de que se trate. Cuanto  más bajo sea su coste marginal, ese producto se puede vender a precio más bajo, hasta que acaba siendo virtualmente gratuito. «Cuando mantener el valor del capital ya invertido se convierte en el principal objetivo de los empresarios, el progreso económico cesa o, al menos, se reduce considerablemente». De suceder esto, el beneficio, el alma del capitalismo, se acabaría evaporando. Las empresas no podrán garantizar ni los beneficios ni la rentabilidad que exigen sus accionistas.
En este caso, los líderes del mercado están intentando hacer frente a este fenómeno  la creación de  un monopolio. Un monopolio les permita impone precios superiores al coste marginal de los productos que venden. Aunque, antes de ahora, en algunos casos especiales  han existido monopolios, siempre han sido temporales, porque los monopolios no encajan en la teoría de mercado perfecto.
Hace unos días,  el economista y catedrático de la Universidad de Valencia, Antón Costas publicó en El País, (suplemento Negocios, 9 de septiembre de 2018), un artículo titulado «Por qué los muy ricos progresan y los demás no», que me parece interesante mencionar. El profesor Costeas recuerda que ahora se cumple el décimo decenio de la crisis de 2008 y señala que ni los Gobiernos  ni las élites financieras «han comprendido que esta crisis ha sido el anuncio del fin de un modelo económico, político y social que ha llegado a su agotamiento». «Algo está cambiando. En la reunión de gobernadores de bancos centrales que tiene lugar todos los años en agosto en Jackson Hole (Virginia, EE UU), la de este año ha traído una novedad. Por primera vez, en la agenda de la reunión se prestó atención a la concentración empresarial como responsable de los bajos salarios y la desigualdad». La concentración empresarial conduce a un monopolio.
Más recientemente, 19 de septiembre de 2018, se pudo leer, en el mismo periódico, una noticia en la que se decía que la Comisión Europea había anunciado «la apertura de una investigación a BMW, Daimler –fabricante de Mercedes- y Volkswagen –incluye Audi y Porsche-».  Bruselas quería  saber si estas empresas habían escondido «un acuerdo común para no competir entre ellas ni desarrollar tecnologías que permitan reducir las emisiones».  Ese acuerdo demostraría que esas empresas no desean entrar en la influencia de las nuevas tecnologías en el del coste marginal.
La comisaria europea de Competencia afirmó: «Si se prueba, esta confabulación puede haber privado a los consumidores de la posibilidad de comprar coches menos contaminantes, a pesar de que la tecnología estaba disponible para los fabricantes».  Una vez más se pone de manifiesto que a las grandes corporaciones no les preocupa en número de muertes por debidos a las emisiones contaminantes de sus coches: únicamente están interesadas por las ganancias económicas.
Sin duda, necesitamos un nuevo paradigma económico más humano y acorte con las características del planeta Tierra que habitamos.
Siempre que se menciona la expresión «cambio de paradigma» se recuerda lo sucedido en Astronomía en la época de Galileo.  Se afirmaba que la Tierra era el centro de Universo y alrededor de ella giraba el Sol, pero, en un momento determinado, las observaciones celestes empezaron a no encajar, obligaron a aceptar que la Tierra, como otros tantos satélites, giraba alrededor del Sol.
En el actual sistema económico-social, interpretando de forma un tanto sui generis la doctrina de Adam Smith, se supone que, el ser humano responde al modelo sociológico de la elección racional, es decir, su comportamiento responde a un previo cálculo de costes/beneficios. Esta teoría de la elección racional no ha sido avalada por ninguna delas investigaciones en Psicología y Neurociencia. Esto llevó a que Steven Pinker, psicolingüista de la Universidad de Harvard, en un artículo sobre la ciencia de la moralidad (2008) sentenciara: «El hombre llegará a ser mejor si se le muestra como es». En otras palaras, el capitalismo gira alrededor de la idea de que el ser humano es Homo economicus, cuando, en realidad, el ser humano es Homo sapiens, un ser creativo y empático. Es urgente cambiar el paradigma económico.  Jeremy Rifkin, uno de los pensadores sociales  más importantes de nuestra época, en la Introducción a su  La civilización empática. La carrera hacia una conciencia global en un mundo en crisis (2010, Madrid, Espasa Libros), escribió: «Quizás la cuestión más importante  a la que se enfrenta la humanidad es si podemos lograr la empatía global a tiempo para salvar la Tierra y evitar el derrumbe de la civilización».  Además, el capitalismo ignora que el planeta Tierra que habitamos es un sistema cerrado. Esta ignorancia nos está llevando el precipicio.
Jeremy Rifkin, es autor de otro libro, La sociedad de coste marginal cero. El Internet de las cosas, el procomún colaborativo y el eclipse del capitalismo (Barcelona, Espasa libros, 2014)  donde, no solo, menciona cómo hemos llegado a la «sociedad de coste marginal cero», sino también  las características de un  paradigma económico alternativo, que ya ha empezado a funcionar y que él denomina «procomún colaborativo». Según Jeremy Rifkin, «En la escena mundial está apareciendo un sistema económico nuevo» que él denomina «procomún colaborativo».
El todavía vigente sistema económico ha convertido en mercancía todas las actividades humanas, incluso los derechos humanos y los bienes comunes de la Humanidad. Son bienes comunes de la Humanidad todos los recursos de la Tierra (los bosques, el agua, las semillas, las playas, el paisaje etc.) y el conocimiento humano. La palabra «procomún» se refiere a los bienes comunes de la humanidad. En relación con esos bienes,  Rifkin señala que el actual sistema de gestión conduce a su desaparición y menciona el modelo de gestión descrito por la economista Premio Nobel, Elinor Ostrom, que garantiza un uso continuo del bien común sin que este sufra ningún deterioro. (Gestión de la Amazonía por las poblaciones indígenas). 
Puesto que es imposible, en tan poco espacio, detallar en que consiste este nuevo paradigma económico, a continuación, presentaré unos pocos apuntes simplemente para poner de manifiesto hasta qué punto ha empezado a ser realidad la economía del procomún colaborativo.
-- «El procomún colaborativo prospera junto al mercado convencional y transforma nuestra manera de organizar la vida económica ofreciendo la posibilidad de reducir radicalmente las diferencias en ingresos, de democratizar la economía mundial y de crear una sociedad más sostenible desde el punto de vista ecológico en la primera mitad del siglo XXI». (El País, 7 de septiembre de 2017)
-- En el mismo periódico, unos días más tarde (21 de junio de 2014) se publicó un artículo titulado «La imparable economía colaborativa», en el que se indica: «Miles de plataformas electrónicas de intercambio de productos y servicios se expanden a toda velocidad en un abierto desafío a las empresas tradicionales».
-- «Un reciente informe de la consultora PricewaterhouseCoopers señala que las principales actividades de la economía colaborativa representarán 335.000 millones de dólares en 2025 a nivel mundial. España es ya la tercera potencia en Europa en este sector con más de 500 empresas creadas alrededor de estos servicios, por delante incluso de países como Alemania». (https://www.elperiodico.com/es/economia/20160412/economia-colaborativa-barcelona-auge-iniciativas-5047254)
-- «Primeros pasos para regular la economía colaborativa en Europa»  «Los principales resultados de este evento formarán parte del debate que tendrá lugar en Málaga, con la vista puesta en co-crear una serie de directrices y recomendaciones para los gobiernos, las instituciones públicas y los negocios, para construir una economía con valores y que garantice el bienestar de las personas».( https://www.tendencias21.net/Primeros-pasos-para-regular-la-economia-colaborativa-en-Europa_a43741.html)
Según Jeremy Rifkin (2014:384), «La transición de la era capitalista a la Edad Colaborativa va cobrando impulso en todo el mundo, y es de esperar que lo haga a tiempo de restablecer la biosfera y de crear una economía global más justa, más humanizada y más sostenible para todos los seres humanos de la Tierra en la primera mitad del siglo XXI».

Publicado en la revista cultural "amanecemetrópolis.net" el 9 del presente mes