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domingo, 29 de octubre de 2017

Programado para que pronto deje funcionar



Una práctica cuyo objetivo es aumentar las ganancias de las grandes empresas, al mismo tiempo que contribuye al crecimiento económico, es la obsolescencia programada, consistente en diseñar productos con fallos o componentes efímeros para que no duren lo que debían. Ello hace necesario comprar, usar, tirar y volver a comprar.
En el suplemento Ideas de El País de 15 de octubre de 2017, Joseba Elola, indica que, como, se señala en el documental Comprar, tirar, comprar  de Cosima Dannoritzer,  esta práctica se consolidó en 2014, cuando “General Electric, Osram y Phillips se reunieron en Suiza y decidieron limitar la vida útil de las bombillas a 1.000 horas. Así se firmaba el acta de defunción de la durabilidad”. Serge Latouche, profesor emérito de Economía de la Universidad de Orsay y promotor del movimiento de decrecimiento, escribe, en el mismo suplemento periodístico, que  fue que el estreno en 2010 de ese documental cuando aumentó considerablemente el interés por un tema que ya había empezado a llamar la atención de los consumidores.
Desde 2010 se han publicado numerosos estudios, se han elaborado proposiciones de ley tanto en Bélgica, Francia e Italia como en el ámbito europeo y se han organizado reuniones entre parlamentarios y representantes de la industria. El 4 de julio de este año 2017, el Parlamento Europeo aprobó (con 662 votos a favor y 32 en contra) el Informe sobre una vida útil más larga para los productos, instando a la Unión Europea a que adopte medidas.  Sin embargo, como tantos otros problemas, la obsolescencia programada es un problema global: los efectos de unas medida europeas comunes seguirían siendo limitados, dada la improbabilidad de que se impusiese una legislación internacional a China o a EE. UU.
Dice Serge Latouche que la sociedad civil está luchando contra esta práctica mediante el desarrollo de los mercados tradicionales de segunda mano, la aparición, esencialmente en Internet, de todo tipo de webs de intercambio o de nuevas formas de resistencia, como los repair cafés (reuniones a menudo participativas de usuarios y de manitas en las que se tratan de reparar aparatos averiados). Es responsabilidad del ciudadano informarse y pensar antes de comprar.
Según Joseba Elola, “en Francia, el país con la legislación más dura de Europa en este campo, se acaba de registrar la primera denuncia de un colectivo de consumidores contra los fabricantes de impresoras. Ocurrió el 18 de septiembre: la asociación Alto a la Obsolescencia Programada acusaba a marcas como Epson, HP, Canon o Brother de prácticas destinadas a reducir deliberadamente la vida útil de impresoras y cartuchos”. Pero, en general, al tratarse de objetos complejos, es difícil demostrar que se ha incluido deliberadamente una pieza defectuosa con el fin de obligar al usuario a comprar un aparato nuevo. Los grupos de presión que representan a la industria  se defienden de múltiples formas: afirman que la mayoría de los consumidores no espera a que el objeto deje de funcionar para comprar uno nuevo y rechazan que los bienes duraderos duren cada vez menos. Por otra parte, según ellos, la obsolescencia programada es simplemente una “triste leyenda”. Otro argumento más perverso que esgrimen es el de la ecoeficiencia: se necesitan menos materias primas y menos energía para la fabricación y mantenimiento de los nuevos aparatos, por lo tanto, comprar uno nuevo es actuar a favor del medio ambiente.
Sin embargo, los recursos naturales son limitados -el planeta Tierra que habitamos responde a las características  de los sistemas cerrados: solo recibe del exterior energía, en este caso, procedente del Sol, astro alrededor del cual está girando- por lo tanto,  esta práctica supone una amenaza sería, principalmente, para nuestros descendientes, a quienes privamos de los recursos naturales necesarios.
La única manera de atajar de raíz el problema es abandonar la sociedad de consumo y de crecimiento económico, es decir, cambiar de paradigma económico, algo que, como ya he dicho, solo pueden hacer los ciudadanos.

viernes, 27 de octubre de 2017

Postcapitalismo



En el paradigma económico que, según Jeremy Rifkin, puede desplazar al actual, ocupan un importante papel los sectores sociales tercero y cuarto, compuestos por multitud de organizaciones autogestionadas, en su mayoría democráticas, que incluyen asociaciones benéficas,  artísticas y culturales, clubes deportivos no profesionales (el ser humano no adopta un papel pasivo, es decir, no es fan de un equipo profesional), cooperativas de productores y  consumidores, empresas sociales, plataformas de microcrédito o  microfinanciación  una lista interminable de instituciones formales e informales . Salvando la distancia temporal y en consecuencia loa últimos adelantos en información y comunicación, es de destacar una interesante  coincidencia con Erich Fromm en su libro La revolución de la esperanza.
Un libro que coincide con Jeremy Rifkin en las características del nuevo paradigma económico es  el libro escrito por el periodista británico Paul Mason, Postcapitalismo. Hacia un nuevo futuro, al que El País del 1 de marzo de 2016 dedica un artículo. Según Paul Mason, “la época dorada del capitalismo ya es historia en el mundo desarrollado y en no muchas décadas en el resto de países”. A lo largo de este innovador libro, Paul Mason nos ofrece una amplia panorámica de la historia del capitalismo, mientras sostiene que está condenado a morir y que dará paso a algo completamente nuevo: el postcapitalismo.
En cuanto al futuro, Mason indica que estamos en un disyuntiva clara: un modelo colaborativo o a una especie de feudalismo tecnológico en el que se multiplicarían las desigualdades. El modelo colaborativo conducirá a una sociedad más feliz, más humana y menos consumista. Con frecuencia, menciona el concepto de “Estado progresista”, promotor del procomún colaborativo. A ese respecto, pide a los Gobiernos que apoyen a las organizaciones propias del tercero y cuarto sectores sociales en detrimento de las estructuras empresariales clásicas. En cuanto a los ciudadanos, se pregunta: “Si no actuamos después de las mayores crisis del capitalismo, entonces ¿cuándo?”.
Según el artículo periodístico, Paul Mason cita, como ejemplo, el caso de Wikipedia, algo imposible de imaginar hace solo 20 años. “Es el mejor ejemplo, una herramienta gratuita que sale adelante gracias al esfuerzo colaborativo de miles de personas, que ha destruido de un plumazo el negocio de las enciclopedias y que priva a las firmas publicitarias de 2.800 millones de euros al año en ingresos”.
En opinión de Noami Klein "Paul Mason i,ustra sin piedad la muerte de nuestro sistema económico y nos presenta una visión bien argumentada de las alternativas reales a nuestro alcance".

lunes, 23 de octubre de 2017

Eclipse del capitalismo



Jeremy Rifkin en el libro La sociedad de coste marginal cero (2014:29) escribe: “En un simposio del Banco de la Reserva Federal de los Estados Unidos   celebrado en Kansas City en agosto de 2001, Lawrence Summer, ministro de Hacienda en los Estados Unidos  durante la administración del presidente Bill Clinton y  exrector de la Universidad de Harvard, y Bradford DeLong, profesor de Economía de la Universidad de California en Berkeley, plantearon este problema [el problema del descenso del coste marginal]. En esta ocasión, señalaron que” las nuevas tecnologías de la información y la incipiente revolución de las comunicaciones por Internet amenazaban con (como indiqué en la entrada anterior) llevar el capitalismo a una realidad de coste marginal casi nulo en los decenios siguientes”. Tanto Summers como DeLong eran conscientes que ello podía conducir a la creación de monopolios, a pesar de que un monopolio no satisface la condición básica del vigente sistema económico.
El pasaje más interesante de la ponencia de Summers y DeLong es cuando confiesan no saber cuál será el paradigma que acabe sustituyendo al capitalismo. El hecho mismo de que mencionaran la posibilidad de un paradigma nuevo revelan las anomalías que ensombrecen la viabilidad a largo plazo del régimen económico vigente.
Otra razón para poner en tela de juicio el modelo económico actual está relacionada con el hecho de que la teoría capitalista convencional no tiene en cuenta las características del planeta Tierra, en el que vivimos, y ello está creando graves problemas. Uno de esos problemas se deba a la acumulación de emisiones de dióxido de carbono en la atmósfera a causa de la combustión de ingentes cantidades de combustibles fósiles: acumulación que está dado lugar al cambio climático y a la destrucción sistemática de la biosfera terrestre De aquí la crisis ecológica en la que estamos inmersos, cuya única solución es adoptar un paradigma económico distinto.
El vigente sistema no solo no tiene en cuenta las características de planeta Terra, sino tampoco las capacidades que adornan las ser humano: el ser humano, como han demostrado los estudios en Psicología y Neurociencia, no responde al modelo de elección racional que propugna el vigente sistema económico. Es un grave error menospreciar el poder creados del ser humano.
Por otra parte, la teoría capitalista ha convertido todo, incluidos los derechos humanos y los bienes comunes de la Humanidad en mercancía, es decir, en algo de lo que solo pueden disfrutar quienes tengan suficiente capacidad adquisitiva. En relación con los bienes comunes, se ha demostrado que el modelo de elección natural conduce a su agotamiento o desaparición, pero que existe un modo de gestión, la elección pública, que permite disfrutar de esos bienes al mismo tiempo que se mantienen para las generaciones venideras. El sistema de elección pública fue diseñado por la primera mujer a la que se concede el Premio Nobel de  Economía: Elinor Ostrom, Premio Nobel de Economía 2009.
Todo ello ha dado lugar a un nuevo paradigma económico que Jeremy Rikin denomina “procomún colaborativo”. ‘Procomún’, traducción de ‘commons’ anglosajón. No competitivo, sino colaborativo de acuerdo con el sistema de elección pública.
 Jeremy Rifkin termina su libro diciendo: “La transición de la era capitalista a la Edad Colaborativa va cobrando impulso en todo el mundo, y es de esperar que lo haga a tiempo de restablecer la biosfera y de crear una economía global más justa, más humanizada y más sostenible para todos los seres humanos de la Tierra en la primera mitad del siglo XXI”. Todo depende de la actitud de los ciudadanos, únicos protagonistas de cambio.

martes, 17 de octubre de 2017

Economía digital



En el periódico El País  del 27 de septiembre de 2017 se informa de la celebración de la 29º cumbre internacional de centros de estudios especializados en negocios. Según el título de la noticia, el presidente ejecutivo del Grupo PRISA, Juan Luis Cebrián, “Los empleos precarios de la economía digital son caldo de cultivo de populismos”, una afirmación que habría que analizar despacio. Sin embargo, el tema principal que se abordó en esa cumbre fue el de las consecuencias de los avances tecnológicos, avances que, según uno de los conferenciantes, “han revolucionado y seguirán revolucionando la economía”.
La revolución de la economía, consecuencia de los adelantos tecnológicos, se debe a que estos dan lugar a un muy importante descenso del coste marginal, Ello me ha llevado, primero, a informarme, de a que se llama coste marginal y, después, a consultar, entre otros, un libro de Jeremy Rfkin, una persona que, según muchos estudiosos, ha hecho del pronóstico del futuro su profesión, titulado  La sociedad de coste marginal cero. El Internet de las cosas, el procomún colaborativo y el eclipse del capitalismo, publicado en 2014. Jeremy Rfkin ya había publicado antes La Tercera Revolución Industrial, El fin del trabajo, entre otros.
Según el Diccionario de la Lengua Española, el coste marginal es el  ‘aumento de los costes de producción al incrementar en una unidad la cantidad producida. El coste marginal se utiliza en las empresas para determinar la cantidad de bienes a producir y los precios de los productos.
En el libro citado (2014:16), Rifkin menciona OsKar Lange, un profesor de la universidad de Chicago de principios del siglo XX, que “intuyó el dilema subyacente a un capitalismo maduro en el que la búsqueda de innovaciones tecnológicas para fomentar la producción y reducir los precios haría caer al sistema en una contradicción”. 
“Según Lange, cuando un empresario introduce tecnologías que le permiten bajar el precio de lo que produce, adquiere temporalmente una ventaja sobre los competidores […]. Esto les obliga a responder introduciendo sus propias innovaciones con el fin de aumentar su productividad y reducir sus precios en un ciclo que no tiene fin”. (Competir y aumentar la productividad son dos rasgos definitorios del sistema capitalista). Los economistas de hoy no saben cómo “impedir que la economía de mercado se acabe autodestruyendo ante las nuevas tecnologías que acercan la sociedad cada vez más a una era marcada por un coste marginal cercano a cero”. “Aunque el capitalismo  está muy lejos de autodestruirse, está claro que cuanto más nos acerca a una sociedad de coste marginal cercano a cero  su supremacía otrora incontestada se diluye y abre paso a una manera totalmente nueva de organizar la vida económica”.
Rifkin (2014:30) indica que Internet,  al mismo tiempo que nos acerca cada vez más a una era de bienes y servicios casi gratuitos, permite el auge del procomún colaborativo como modelo dominante para organizar la vida económica. “Estamos tan acostumbrados a creer que el Estado y el mercado capitalista son los únicos medios para organizar la sociedad, que nos olvidamos de otro modelo de organización del que dependemos a diario para obtener toda una gama de bienes y servicios que no proceden del Estado ni del mercado”. 
Jeremy Rifkin concede una gran importancia al tercer y cuarto sector social, hasta ahora silenciados.

viernes, 6 de octubre de 2017

Dos empresas diferentes



En El País del 4 de octubre de 2017 se publicó una noticia titulada “Llega al armario la chaqueta inteligente. Levi’s y Google lanzan una prenda cuyos botones sirven para controlar el móvil”. Según el cuerpo de la noticia, el modelo salió a la venta el día 3 de octubre en Internet y ya se vende en tiendas de Santa Mónica, Chicago, Nueva York y San Francisco. “Su precio asciende a 298 euros”.
La cazadora cuenta con zonas clave, como las magas, donde los sensores están integrados en la fibra, altavoz y micrófono. Paul Dilinger, vicepresidente de la innovación de Levi’s, dice creer que “la tecnología sin finalidad no es su objetivo” y señala: “Queremos cubrir una necesidad real de un nuevo consumidor que está en movimiento”.
La segunda noticia fue publicada en la sección de Negocios del mismo periódico el día 17 de septiembre de 2017. Se trata de una firma vasca que “da vida a los residuos plásticos para su reutilización en moda, textil, alimentación y automoción”.
De las instalaciones de esta firma sale a diario material reciclado apto para, por ejemplo, fabricar gafas de sol, chaquetas y pantalones, alfombrillas para el coche o un tipo de baldosa hecha con residuos de etiquetas de botellas. “Paralelamente ha puesto en marcha otros proyectos, como una iniciativa innovadora consistente en la transformación de redes marinas (también emplean las mallas que se utilizan en las obras para cubrir las fachadas de los edificios) en un material de nylon que después se emplea para fabricar monturas de gafas de sol y prendas textiles”.
Es un ejemplo de “las ventajas de la economía circular y el empleo verde”. Según el director general de la empresa, “la actividad que desarrolla la empresa evita la emisión de 42.000 toneladas anuales de CO2, permite consumir un 20% menos de agua, un 50% menos de energía y reducir  en un 60% la contaminación.
Estas dos empresas son posibles gracias a la inteligencia de que estamos dotados los seres humanos, pero existe una gran diferencia entre ambas: la sabiduría. En la situación en que la Humanidad se encuentra en estos momentos, desigualdad económica, cambio climático, problemas de polución, agotamiento de algunos recursos naturales, no es sabio lanzarse a fabricar “una prenda cuyos botones sirven para controlar el móvil”.   Si la Humanidad quiere sobrevivir necesita más que nunca sabiduría. La afirmación de Paul Dilinger indicando la “necesidad real de un nuevo consumidor” nos induce a pensar que su verdadero objetivo está relacionado con las ganancias económicas de Levi´s y Google. A mi juicio, más que nunca necesitamos inteligencia acompañada de sabiduría, como sucede en la segunda empresa  cuyo objetivo es adaptarse a las características de la nave espacial Tierra, en que nos encontramos.