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jueves, 1 de octubre de 2020

Teoría de la elección racional

 Las élites del vigente sistema económico-social, interpretando de forma un tanto sui generis la doctrina de Adam Smith, suponen  que el comportamiento humano responde a un previo cálculo de costes/beneficios, o, en otras palabras se comporta como una «máquina de calcular». Teoría de la elección racional.

Según la teoría de la elección racional, las personas siempre escogen aquellas opciones que implican un menor coste y un mayor beneficio. En ese sentido, el ser humano es básicamente egoísta e individualista. Esta teoría apareció a mediados del siglo XX  en Estados Unidos. Desde el principio estuvo muy asociada al tema político. En el fondo era una búsqueda de sustentación para la idea de que el capitalismo es coherente con la naturaleza humana. En el capitalismo cada quien busca su máximo beneficio. La teoría, por su parte, buscaba mostrar que esto ocurría en cada ser humano.

Sjn embargo, como expondré a continuación, la teoría de  la elección racional no ha sido avalada por ninguna de las investigaciones en Psicología y Neurociencia.

Jeremy Rifkin, en estos momentos, uno de los pensadores más importantes, en la introducción de su libro La civilización empática. La carrera hacia una conciencia global en un mundo en crisis ha escrito:

«En las ciencias biológicas y cognitivas está surgiendo una visión buena y radical de la naturaleza humana que es motivo de discusión en los círculos de la comunidad financiera y en la Administración. Descubrimientos recientes en el estudio del cerebro y del desarrollo infantil nos obligan a replantear la antigua creencia de que el ser humano es agresivo, materialista, utilitarista, no interesado por los demás. La creencia creciente de que somos una especie esencialmente empática tiene consecuencias trascendentales para  la sociedad. […] Quizá la cuestión más importante a la que se enfrenta la humanidad es si podemos lograr la empatía global a tiempo de salvar la Tierra y evitar el derrumbe de la civilización».

 George F. Loewenstein, economista norteamericano, experto en economía del comportamiento, ha realizado experiencias que han puesto de manifiesto que «el egocentrismo, la codicia y la orientación al propio interés trae una sensación de vacío, sinsentido e infelicidad, mientras que el altruismo, la generosidad y la orientación al bien común son fuente de plenitud, sentido, abundancia y felicidad». A nivel emocional, recibimos lo que damos.

Experimentos realizados en 1996 han puesto de manifiesto la existencia en nuestro cerebro –y en el de otros animales- de las que se han dado en llamar neuronas espejo. Cuando uno percibe el dolor de los otros, se movilizan automáticamente los mismos circuitos neuronales afectivos que cuando se siente el propio dolor. Es lo que se entiende por empatía.  

El destacado neurocientífico Marco Iacoboni indica que los estudios relacionados con las neuronas espejo revelan que los seres humanos somos empáticos por naturaleza.

Steven Pinker, psicolingüista de la Universidad de Harvard, en un artículo sobre la ciencia de la moralidad (2008), sentenció: «El hombre llegará a ser mejor si se le muestra como es».

Si somos seres empáticos, ¿cómo se explican algunas de las cosas que están sucediendo?

En 2008 Gary Olson, profesor de Ciencias Políticas, publicó un artículo, desde mi punto de vista muy interesante, titulado De las neuronas espejo a la neuropolitica moral.

En ese artículo, Gary Olson intenta explicar cómo, después de que nuestra comprensión de la empatía ha aumentado, no hemos sido capaces de producir un mundo más pacífico, sino que seguimos en un mundo colmado de violencia abierta y estructural.  Según él ello se debe a que desde pequeños se no educa y se nos entretiene para evitar que nos enteremos o que entendamos, el dolor de los demás. Y ello porque la exposición a determinadas nuevas verdades  acerca de la empatía (pruebas incuestionables de nuestra naturaleza moral innata) supone una amenaza directa a los intereses de las élites.

Opina Gary Olson que la maquinaria capitalista intenta mantener a la gente a raya con un fantasma ideológico: la noción construida sobre los valores de mercado.

Luis Rojas Marcos, profesor de Psiquiatría en la New York University, es autor de un libro que mereció el Premio Espasa Ensayo 1995, titulado  de Las semillas de la violencia.  Este profesor, analizando los factores que contribuyen al talante violento, señala que «el crimen florece allí donde reina el desequilibrio entre aspiraciones y oportunidades o existen marcadas desigualdades económicas», y recuerda a Erich Fromm cuando dice que «los hombres y las mujeres no pueden vivir como un mero objeto, y sufren intensamente cuando se ven reducidos a una máquina que simplemente come y se propaga, aunque tengan toda la seguridad que desean».

Prosperidad sin crecimiento es un libro que nació como un informe encargado o su autor, Tim Jackson, por un ente asesor del gobierno británico. Cuando fue publicado, en septiembre de 2009, no se dio noticia de él en ningún medio, fue ninguneado por el mismo gobierno que lo había encargado. Pero, a pesar de la reticencia inicial de la clase política, el informe fue ganando lectores entre economistas, académicos, activistas medioambientales y, finalmente, ciudadanos de a pie que buscaban respuesta a la crisis mundial.

Tim Jakson señala, en este informe, la importancia de crear una economía que refleje nuestra naturaleza social, que apoye nuestro altruismo.  Hay que construir –dice- instituciones económicas que se apoyen en la consideración de las personas como seres empáticos y no como sostiene la teoría de la elección racional, pues la primera nos considera como seres humanos completos y la segunda solo como máquinas de calcular. En definitiva, es necesario crear instituciones que, en vez de incentivar comportamientos egoístas, incentiven comportamientos de ayuda mutua.

Lo anterior supone modificar nuestras actuales normas culturales. Luis Rojas Marcos, escribe: «Las normas culturales son resistentes, pero no son inmunes al cambio. En el proceso de transmisión de generación en generación, evolucionan, se moldean y se adaptan a las nuevas necesidades y exigencias de los hombres y las mujeres de cada época».

Sin duda, estamos en una época que nos empujan a un cambio de cultura que obliguen a un cambio de sistema económico.

 Publicado el 22 de septiembre de 2020 en la revista Amanece Metrópolis

domingo, 24 de mayo de 2020

El covid-12 y la Economía Social y Solidaria


Som Energia es una cooperativa de Economía Social y Solidaria que suministra energía eléctrica procedente de fuentes renovables, energía solar, hace unos días en su blog publicó un texto sobre “Iniciativas solidarias ante la emergencia sanitaria y social”. Ese texto fue, posteriormente, enviado por correo a todas las personas que tienen contratada con ella el suministro de energía eléctrica. Considero, no oportuno sino mi responsabilidad, resumir el contenido de ese texto.
El texto empieza señalando que “ante la alerta social y sanitaria actual han surgido diversas iniciativas solidarias para hacerle  frente”-“Desde Som Energía conscientes de la dificultad  del momento y de la importancia de responder colectivamente, estamos apoyando diversas iniciativas.  Una aportación al Fondo  Cooperativo para la Emergencia  Social y Sanitaria, impulsado por diferentes organizaciones de la Economía Social y Solidaria. Entre las  entidades impulsoras está la Red de Economía Solidaria”.
Señalan que también se han adherido a la campaña #TodosALaMesa de la cooperativa Opions. “La campaña pretende apoyar a los colectivos más afectados por la crisis y, al mismo tiempo, fortalecer dos sectores de importancia para el futuro” (Importancia para el futuro, porque están relacionados con los Objetivos de Desarrollo Sostenible). Esos dos sectores son “la agricultura agroecológica del territorio y los proyectos que fomentan el consumo responsable”.
Opcions ha conseguido un “fondo destinado a comprar productos de agricultura agroecológica local y los repartirá entre los colectivos en situación más vulnerable. Todas las personas que participen en la campaña recibirán, como regalo, la revista Opción, ”De la Tierra al Plato” con información y propuestas sobre la distribución alimentaria.
Por otra parte, se indica cómo se puede colaborar, a través de Goteo, con el Fondo Cooperativo para la Emergencia Social y  Sanitaria o si se  quiere participar en la campaña  #TodosALaMesa, o si se prefiere colaborar en alguna otra iniciativa, conocer y difundir, aconseja consultar el Banco de Recursos de Solivid. Por último, indica que se puede consultar la Guía de Iniciativas de Economía Solidaría ante el Covid-19 de REAS, la Red de Economía Alternativa y Solidaria

sábado, 17 de agosto de 2019

Empatia y solidaridad


Estamos en un momento de la historia de la humanidad en el que lo primero que necesitamos es no olvidar que pertenecemos a la especie humana, tener conciencia de especie.  De este tema ya he hablado hace mucho tiempo. Ahora retomo este tema, porque considero urgente demostrar que es falsa la expresión de Juan Cruz: “La maldad somos nosotros. Se ha ido haciendo con la historia”.
Para entender mejor todo, conviene saber que para el vigente sistema económico-social, interpretando de forma un tanto sui generis la doctrina de Adam Smith, el comportamiento del ser humano responde a un previo cálculo de coste/beneficios. Los seres humanos son egoístas, naturalmente interesados en sí mismos, sus afectos y disposiciones son irreformables, y no cooperarán con los demás en tanto no tengan expectativas de un beneficio propio, o se vean obligados a ello por una fuerza externa. ¿Es por eso que Juan Cruz (El País, 26 de julio de 2019) dice:  “La maldad somos nosotros”. “La violencia, la guerra, la maldad. La huellas del mal está en nosotros”.
Sin embargo, esta idea del ser humano no ha sido avalada por ninguna de las investigaciones en Psicología y Neurociencia.  Es un tema que desde el principio me ha preocupado y al que he dedicado muchas “entradas”. Empecé mencionando el descubrimiento de las neuronas-espejo y mencionando que cuando existe una manipulación consciente y masiva por parte de la élite, se vuelve cada vez más difícil poner de manifiesto nuestra naturaleza empática. La cultura capitalista bloquea, de forma, intencionada nuestra  naturaleza empática.
En un momento determinado me referí a la unánime opinión de que solo podremos sobrevivir si se amplía nuestra empatía hasta que incluya a todos los seres humanos. Jeremy Rifkin, en su libro La civilización empática. La carrera hacia una conciencia global en un mundo en crisis (2010:13), escribe:
“Descubrimientos reciente en el estudio del cerebro y del desarrollo infantil nos obligan a replantear la antigua creencia de que el ser humano es agresivo, materialista, utilitarista, no interesado por naturaleza. La conciencia creciente de que somos una especie especialmente empática tiene consecuencias transcendentales para la sociedad”
“Esta nueva forma de contemplar la naturaleza humana abrir las puertas a una narración que no se ha contado hasta ahora”. “Quizá la cuestión más importante a la que se enfrenta la humanidad es si podemos lograr la empatía global a tiempo de salvar la  tierra y evitar el derrumbe de la civilización”.
En 2008, Gary Olsom, profesor de Ciencias Políticas, publicó un artículo titulado De las neuronas espejo a la neuropolítica moral, en el que intentaba explicar cómo después de que nuestra compresión de la empatía ha aumentado  no hemos sido capaces de producir un mundo más pacífico si no que seguimos en un mundo  colmado de violencia abierta y estructural. Llega a la conclusión de que desde pequeños se nos educa y se nos entretiene para evitar que nos enteremos, o que entendamos el dolor  de los demás. Y ello porque la exposición a determinadas nuevas verdades acerca de la empatía supone una amenaza directa a los intereses de las élites.
  Me pareció oportuno consultar el libro de Luis Rojas Marcos, psicolingüista  en la Universidad de Harvard, que mereció el Premio Espasa Ensayo 1995, titulado   Las semillas de la violencia (1995). En ese libro, Rojas Marcos indica que “el crimen florece allí donde reina el desequilibrio entre aspiraciones y oportunidades o existen marcadas desigualdades económicas;  recuerda a Erich Fromm cuando dice que “que “los hombres y las mujeres no pueden vivir como un mero objeto y sufren intensamente cuando se ven reducidos a una máquina que simplemente come y propaga”. 
Una parte importante de los seres humanos no solo  han sido reducidos, por el sistema capitalista, a simples máquinas, sino que, además, el mismo sistema les ha provisto de multitud de “juguetes” que les impide pensar.  Y como señala Juan Cruz en el texto indicado, “dejar de pensar nos vuelve inhumanos, decía Hannah Arendt.
Pertenezco al grupo de ciudadanos que cree que, a pesar de todo, la empatía y la solidaridad del ser humano, junto con su poder creador, pueden conducir a un paradigma económico distinto del actual. El único problema es que tenemos poco tiempo. Necesitamos que se tome conciencia de que nosotros, los seres humanos, no somos la maldad.