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lunes, 16 de diciembre de 2019

Ecocidio


En 1972, Olof Palme, en la inauguración de la Primera Conferencia sobre el Clima pronunció el término “ecocidio”, idea que en tiempos más reciente  ha empujado con fuerza la tristemente fallecida Polly Higgins, ya citada en este blog en màs de una ocasiòn. Y cuyo trabajo continúan varios profesores de la Universidad de Castilla la Mancha que han iniciado un proyecto de excelencia sobre Responsabilidad de las Multinacionales por Violaciones de Derechos Humanos  y al Medio Ambiente (REPMULT).  La crisis climática implica enormes retos para todos, sobre todo, para las grandes empresas. A ese respecto cabe preguntar si podemos esperar que en esta nueva etapa, anunciada por Business  Roundtable, Larry Fink o el Foro Económico Mundial, todas las empresas  acepten esa responsabilidad  por violaciones de derechos humanos y al medio ambiente. 
En la actualidad, son muchas las catástrofes ambientales (crímenes ambientales),  tristemente la mayor parte de ellos acompañadas  por muerte de activistas que se oponen a tales crímenes, que “llevan aparejadas la ignominia de la impunidad  nadie responde o se responde a través de compensaciones que por su cuantía y modo, resultan ignominiosas.  En no pocos casos las víctimas se ven sometidas a procesos largos y complejos, auténticos calvarios judiciales, que les producen una nueva victimización.  A poco que uno tenga algo desarrollado los sentidos ante la injusticia, esta circunstancia resulta especialmente deplorable  cuando las víctimas son las más desfavorecidas y los victimarios, las grandes multinacionales”.
Desde hace tiempo, la rama de la criminología,  creada en 1990, que implica el estudio de daños y crímenes ambientales, Green Criminology  nos advierte de que los países más necesitados de desarrollo ponen su legislación medioambiental al servicio de las grandes empresas. Se trata de una forma suicida de atraer inversiones, pero cuya injusticia   puede ser perpetuada a través del tratado de inversión firmada entre la empresa y el país”.  En su libro El club de la miseria. Qué falla en los países más pobres del mundo (segunda edición 20O9) Paul Collier, Director del Centro de Estudios Africanos en la Universidad de Oxford, indica que una “trampa” que mantiene estancado  a algunos países del “círculo de la pobreza”  son los recursos naturales.
Polly Higgins (nacida en 1968)  abogada, experta en derecho ambiental, trabajó con todos los medios a su alcance para  colocar el ecocido al lado del genocidio o de los crímenes de lesa humanidad en el núcleo  duro del derecho penal internacional.  En 2010, presentó  a las Naciones Unidas una propuesta de enmienda al Estatuto de Roma para incluir el ecocidio como un crimen internacional junto con el genocidio, los crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad.  
La propuesta de Polly Higgins "no es una quimera, sino el modo más razonable y efectivo de articular una obligación jurídica en toda regla que se asienta en el derecho internacional de los derechos humanos. Los Principios Rectores de Naciones Unidas consideran que los Estados están obligados asegurar que las empresas multinacionales bajo su control respetan los derechos humanos allí donde actúan, lo que implica la obligación de castigar penalmente las violaciones más graves. Nadie puede dudar que los grandes atentados contra el medio ambiente suponen un atentado contra los derechos humanos, con una dimensión colectiva o internacional, sino además intergeneracional”.
Los ciudadanos debemos exigir que “nuestros políticos emprendan cuanto antes la tarea de elaborar una Convención Internacional sobre el Delito de Ecocido. Como ocurre en el resto de los aspectos relativos al cambio climático, la pelota está en el tejado”.
Todo lo que, hasta ahora, se ha colocado entre corchetes, esta extraído de un artículo, Ecocidio, escrito por tres catedráticos de Derecho Penal y directores del proyecto de excelencia de Responsabilidad de las Multinacionales por Violaciones de Derechos Humanos y al Medio Ambiente, citado. En la correspondiente página web se indican que el “objetivo del proyecto de investigación es sentar las bases para una respuesta penal a las graves violaciones de los derechos humanos cometidos por las empresas multinacionales. Esta respuesta se orienta no solo a la sanción, sino también a la prevención y a la reparación del daño, en conformidad con lo indicado en los principios rectores y tomando como base la responsabilidad empresarial y la capacidad de autorregulación de estas organizaciones”.

jueves, 12 de diciembre de 2019

Responsabilidad Social de las Empresas (RSE)


Se entiende por Responsabilidad de la Empresa (RSE) –algunos prefieren decir  Responsabilidad Social Corporativa (RSC), al conjunto de comportamientos éticos de una empresa, relacionados con sus impactos sociales, medioambientales, laborales y derechos humanos. Una empresa socialmente responsable debe contar con gestores que, sin descuidar la búsqueda de beneficios económicos, tengan en cuenta el futuro a medio y largo plazo, es decir, que se preocupen por el planeta que van a dejar en herencia a sus hijos y nietos.
Es fácil apreciar la imposibilidad de que, en el contexto de un sistema económico  en el que se considera que la ética es una interferencia en el funcionamiento del mercado, las empresas no acepten ninguna responsabilidad social.
En general, las empresas piden que la RSE sea algo voluntario, argumentan que no se deba obligar a nadie a un comportamiento  ético. Curiosa separación entre ética y economía que no tiene lugar en la vida normal. ¿Acaso la actividad empresarial no es  una actividad  humana como cualquier otra?
¿Qué pensar de los crímenes ambientales de los que son culpables y su lucha para que no se consideren un crímenes contra la humanidad?
En el panorama actual del cambio climático y una insoportable desigualdad económica origen de disturbios  y protestas de todo tipo, la responsabilidad social está generando uno de los debates más acuciantes.
A ese respecto, es extremadamente importante la declaración de la Busines Roundtable, realizada en el verano de este año. La organización Busines Roundtable reúne a los presidentes ejecutivos de 181 de las mayores empresas de Estados Unidos, desde Amazon  hasta Xeros, pasando  por las mayores empresas de comercio minorista (Almart), tecnología (Apple), energía  (Exxon Mobil),  telecomunicaciones, automóvil (Ford), finanzas…  Se trata de compañías que cuentan  con más de 15 millones de empleados y unos ingresos anuales superiores a 7 billones de dólares.  En la citada declaración, esta organización indicó que las empresas, en lugar de pensar únicamente en los beneficios económicos,  política que mantienen desde hace veinte años,  deben pensar en el bienestar de todos los grupos de interés.
Por esa iniciativa o por cualquier otro motivo que desconozco, las empresas se están sintiendo obligadas a anunciar el cambio de algunos de sus comportamientos.  Larry Fink, director ejecutivo de BlackRock, el administrador de fondos más grande del mundo dijo a sus clientes que “solo haría negocios con empresas que beneficiaran a la sociedad de alguna manera”.
Otros multimillonarios estadounidenses, como Warren Buffet, Bill Gates o Ray Dalio  han hecho llamadas para reducir la desigualdad, “como si una voz de alerta estuviera murmurando a sus oídos que para salvar el capitalismo, hay que arreglarlo”.
El Foro Económico Mundial, más conocido como foro de Davos –que reúne a los más importantes líderes empresariales y políticos cada año en Suiza- publicó hace unos días el Manifiesto de Davos. Se trata de una declaración sobre los principios deberían seguir las compañías, muy parecida a la realizada por Business Roundtable.
Klaus Schwab, fundador y presidente ejecutivo del foro ha escrito: “Las empresas deberían pagar un porcentaje justo de impuestos, mostrar tolerancia cero frente a la corrupción,  respetar los derechos humanos en sus cadenas globales de suministro y defender la competencia en igualdad de condiciones”.  Señala que es necesario ajustar la remuneración de los ejecutivos, que desde la década de 1970 se ha disparado. Y añade que el fin último de las empresas debe ser “mejorar el estado del mundo”.  ¿Qué pretenden, en realidad?

miércoles, 30 de octubre de 2019

La nueva física


            Hace unos días tuve acceso a un libro del Fritjof Capra, El punto crucial. Ciencia, sociedad y cultura naciente (1992) del que me parece interesante escribir en esta “entrada”, porque, como se indica en el prólogo, se refiere al “dramático cambio de conceptos e ideas que tuvo lugar en el campo de la física en el primeras décadas de este siglo (siglo XX)  y que aún se puede advertir en el desarrollo de nuestras actuales teorías sobre la materia”.
Según él, “Los nuevos conceptos de la física han ocasionado un profundo cambio en nuestra visión del mundo, determinando el paso de una concepción mecanicista-cartesiana y newtoniana, a una visión holística y ecológica”. Y añade, “La nueva visión del universo físico no fue en absoluto fácil de adoptar para los científicos de comienzos de siglo. La exploración del mundo atómico y subatómico les hizo entrar en contacto con una realidad extraña e inesperada que parecía desafiar cualquier explicación coherente. En sus esfuerzos por comprender esta nueva realidad, los científicos se dieron cuenta –muy a su pesar- de que sus conceptos básicos, su lenguaje y toda su manera de pensar eran inadecuados para describir los fenómenos atómicos. Estos problemas no eran simplemente intelectuales, sino que comportaban una intensa crisis emocional y, por decirlo así, hasta existencial. Los hombres de ciencia necesitaron mucho tiempo para superar esta crisis, pero al final se vieron premiados con un conocimiento profundo de la naturaleza de la materia y de sus relaciones con la mente humana”.
Para Capra la crisis en la que,actualmente, se encuentra la humanidad, es semejante a la crisis por la que pasó la física en los años veinte: es consecuencia de intentar “aplicar los conceptos de una visón anticuada del mundo –la mecanicista visión del mundo de la ciencia newtoniano-cartesiana- a una realidad que ya no puede comprenderse desde ese punto de vista”. “Para describir este mundo de manera adecuada, necesitamos una perspectiva ecológica que la concepción cartesiana del mundo no nos puede ofrecer”. La concepción cartesiana del mundo no nos puede dar la perspectiva ecológica que necesitamos, pero, según él, tampoco la física moderna es compatible con nuestra sociedad actual, pues no es capaz de reflejar las relaciones armoniosas e interdependientes que observamos en la naturaleza. Para alcanzar “este estado de equilibrio dinámico –dice-se necesitará una estructura económica y social radicalmente diferente: una revolución cultural en el verdadero sentido de la palabra”. Necesitamos un nuevo “paradigma”. “La supervivencia de toda nuestra civilización podría depender de nuestra capacidad para efectuar este cambio”.
En ese libro, Capra dedica un capítulo a lo que llama “Los dos paradigmas” (La máquina newtoniana del mundo y la nueva física), otro a “La influencia del pensamiento cartesiano-newtoniano” y otro a “La nueva visión de la realidad” en el que incluye “La transición a la era solar”.
Llegado a ese punto, me pareció conveniente buscar, en Internet, algún dato biográfico de Fritjol Capra. He encontrado que consagró 20 años a la física de partículas antes de centrar su interés en otras ramas de investigación. Según él para contribuir significativamente al gran desafío de generar un futuro sostenible, los físicos necesitarán reconocer que su ciencia solo será una de las muchas disciplinas científicas necesarias para comprender las dimensiones biológica, ecológica, cognitiva y social de la vida.
Se define a sí mismo como un educador y un ecologista militante. Es director y fundador del Center for Ecoliteray de Berkeley (California) que promueve la reflexión sobre la ecología y los sistemas en la enseñanza primaria y secundaria.
Cuando, en una entrevista, (https://www.tendencias21.net/Fritjof-Capra-la-ciencia-fisica-es-la-base-de-una-vida-sostenible_a1577.html) le preguntaron  cómo se involucró en ese Centro contestó: “Durante los pasados 30 años, he trabajado como científico y divulgador, y también como educador y activista medioambiental. En 1995, algunos colegas y yo fundamos este centro para promover la ecología y la filosofía de sistemas en las escuelas públicas. Durante los últimos 10 años, hemos desarrollado una pedagogía especial, la educación para una vida sostenible. Crear comunidades humanas sostenibles significa, en primer lugar, comprender la habilidad inherente a la naturaleza de sustentar la vida, para después rediseñar nuestras estructuras físicas, tecnológicas y las instituciones sociales en concordancia con esa comprensión. Eso es lo que queremos decir con ecológicamente culto".
"Me siento feliz de poder decir que nuestro trabajo ha recibido una gran respuesta  por parte de los educadores. Hay un intenso debate sobre los estándares y las reformas educativos, pero basado en la creencia de que el objetivo de la educación es preparar a los jóvenes solo para competir en el entorno de la creencia de que el objetivo de la economía global. El hecho es que esta economía no sirve para preservar la vida sino para destruirla se ignora normalmente, y de ahí el verdadero desafío efucativo de nuestro tiempo. [...] Nuestra pedagogía, la educación para una vida sostenible es experimental, sistémica y multidisciplinar. Convierte los colegios en comunidades de aprendizaje, a los jóvenes en ecológicamente cultos y les aporta una visión ética del mundo y de las posibilidades de vivir  de vivir como personas completas".

sábado, 26 de octubre de 2019

Física y crisis de valores


Hace siete días – el 4 de octubre- presenté la opinión de estudiosos de varias ramas del saber acerca las crisis financiera, ecológica y de valores en que la humanidad de encuentra en estos momentos y presenté la opinión de Claudio Magris sobre la exigencia de que escrutemos el mundo hasta el fondo, “El mal radical, la radical insensatez con que se presenta el mundo, exige que lo escrutemos hasta el fondo, para poderlo afrontar con la esperanza de superarlo”. “El mal radical, la radical insensatez con que se presenta el mundo, exige que lo escrutemos hasta el fondo, para poderlo afrontar con la esperanza de superarlo”.
En ese escrutinio voy a empezar por el libro de Willis  Harman El cambio de mentalidad. La promesa del Siglo XXI (1998, Centro de Estudios Ramón Areces). Willis Arman fue un ingeniero futurista y autor estadounidense asociado con el movimiento del potencial humano. Estaba convencido de que la revolución industrial tardía se iba a enfrentar a un período de gran crisis cultural que exigiría una profunda transformación de la conciencia humana. Para Harman todas las sociedades se apoyan en algún conjunto de supuestos básicos, tácitos en su mayor parte, sobre quiénes somos, en qué tipo de universo estamos y qué es, en última instancia, lo que es importante para nosotros. Algunos de estos conjuntos de supuestos los encontramos subyacentes a las instituciones y tradiciones, patrones de ideas y sistemas de valores, que caracterizan a una sociedad. Normalmente, no se formulan ni se enseñan porque no hay necesidad de hacerlo; cada persona nacida en esa sociedad los absorbe, como por ósmosis. Se aceptan como dadas, como obviamente ciertas. A lo largo de la historia, apenas han sido cuestionadas por la mayoría.  Por eso es necesario analizar nuestro sistema de valores. Y, según él,  “La historia nos enseña que los cambios verdaderamente fundamentales en las sociedades no han sido provocados al dictado de los gobiernos o de los resultados de las batallas, sino a través de una multitud de personas anónimas que han cambiado su mentalidad, y en ocasiones solamente en una pequeña parte”.
En la contraportada del libro citado se puede leer: “Vivimos inmersos en una de las transiciones más críticas de la historia de la humanidad: el cambio de sistema de valores de la sociedad occidental. Ni el poder político, ni el económico, ni el militar pueden compararse al poder de un cambio de mentalidad. Al cambiar, deliberadamente, sus imágenes de la realidad, los seres humanos transformamos el mundo. […] Algo tan moderado y tranquilo como el cambio  de mentalidad emerge de la profundidades del inconsciente y se extiende a lo largo y ancho del mundo cambiando todo”.
María Novo, Directora de la cátedra UNESCO de Educación Ambiental y Desarrollo Sostenible de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED, España), dedica el primer capítulo de su libro El desarrollo sostenible. Su dimensión ambiental y educativa (2006, Pearson Educación) a que analizar la forma cómo el modelo científico dominante en Occidente, en la época de la Modernidad, ha llevado el mundo a las crisis ambiental y de valores del presente.
María Novo nos muestra, en este capítulo, los pilares de la Modernidad a  través de, principalmente, Descartes, Bacon, Galileo y Newton. En la doctrina de estas personas es en donde se encuentra “el conjunto de los supuestos básicos” sobre los que se apoya nuestro actual sistema económico-social: “quienes somos, en qué tipo de universo estamos, qué es, en última instancia, lo qué es importante para nosotros”. En ellos se encuentran las bases sobre las que se asienta la conducta occidental de los últimos siglos en relación con la naturaleza y el ser humano.
El pensamiento cartesiano plantea una visión matemática de la realidad física. Las matemáticas representan para Descartes el orden total. La economía es o debe ser una ciencia  social y, sin embargo, en nuestro sistema la economía es una ciencia matemática que resuelve prácticamente todos los problemas mediante la utilización de hojas de cálculo.
Según la noticia “El FMI plantea a España una rebaja de sueldos de hasta un 10% para crear empleo” (El País, 2 de agosto de 2013), “los técnicos del fondo han metido la rebaja de sueldos del 10%, junto con otras medidas, en sus hojas de cálculo y el resultado que les da es que se impulsaría el crecimiento, se crearía empleo y se reduciría el déficit”.
En noviembre de 2010, Esperanza Aguirre, entonces presidenta de la Comunidad, en la inauguración de XX Encuentro Financiero Internacional de Caja Madrid, dijo que los mercados financieros “están gobernados por leyes tan insobornables como las leyes de la física, la química y la biología. Quienes hablan de la dictadura del mercado no se dan cuenta de que cometen el mismo error que los que pretenden abolir por decreto la ley de la gravedad”.
Soledad Gallego, en La gran evasión como daño colateral (El País, 15 de febrero de 2015) recuerda el papel de las matemáticas en el imperante sistema económico-social y señala “a las matemáticas no se les pide moral y trasmiten a los profanos una rotunda sensación de cosa inapelable”. Debido a que a las “matemáticas no se les pide moral”, en nuestro sistema económico la ética se considera una interferencia en el funcionamiento de los mercados.
Alfredo Pastor, que fue profesor del Instituto de Estudios Superiores de la Empresa (IESE) y con una gran experiencia docente en aulas de varias universidades, escribió un libro titulado La ciencia humilde. Economía para ciudadanos en el que, según él, pretendía demostrar cómo la economía está al servicio del ciudadano”. Evitando las demostraciones difíciles y prescindiendo de muchos detalles, este profesor hace que el lector vea “más fácilmente cuáles son los límites de la economía” y da a entender que “el vasallo es la economía y el señor el ciudadano”, de hecho, Pastor, inicialmente, había pensado en otro título: El buen vasallo.
Como indiqué el día 17 de este mes, la Academia Sueca, a la hora de conceder el Premio Nobel de Economía 2019, mostró su rechazo a la consideración de que la economía era una ciencia matemática.
Si nos fijamos en Descartes, encontramos una visión del mundo en la que lo verdaderamente importante es lo que haga nuestra mente a través de operaciones intelectuales que han quedado desprovistas del influyo de las emociones y los sentimientos. De acuerdo con esa visión del ser humano, el vigente sistema económico-social supone que el ser humano se comporta como una “máquina de calcular”, Homo economicus. Amartya Sen, Premio Nobel de Economía, en un libro titulado Los tontos racionales. Una crítica sobre los fundamentos conductivistas de la teoría económica, sostiene que los principios de este Homo economicus son los de “un imbécil social, un tonto sin sentimientos, un ente ficticio sin moral, dignidad, inquietudes, sin compromisos”. ¿Dónde han quedado los resultados de las investigaciones en Psicología y Neurociencia? ¿Dónde las neuronas espejo? El Homo economicus carece de solidaridad, de empatía, de ética, …
En cuanto los animales, según Descartes, son una especie de autómatas que funcionan simplemente por reacción mecánica a los estímulos, del modo que lo haría una máquina. Consecuentemente, el conocimiento matemático  de los mecanismos de funcionamiento de estas “máquinas”  por parte de los seres humanos daría a estos la posibilidad de manejar a todo lo vivo a su alcance. De aquí la poco, o nula, preocupación por el medio ambiente.
“En el año 1727 moría Newton, reconocido y venerado por todo el mundo científico. En esos momentos, de forma generalizada y especialmente en Inglaterra, sus planteamientos desbordaban ya el propio ámbito de la Ciencia y eran considerados como una evidencia que bien podía guiar la visión general del mundo. La mayor parte de los científicos y filósofos que le sucedieron siguieron defendiendo, en líneas generales, su visón mecanicista y la consideración de la naturaleza como una máquina”. “Pero, como la historia nos demuestra, las ideas científicas no se convierten en visones del mundo, salvo cuando encuentran acogida en los procesos sociales y políticos. […] Esto ocurrió con los planteamientos cartesianos, con el empirismo y con el reduccionismo mecanicista. Su extensión se hizo efectiva cuando atravesaron las barreras de la filosofía y de la ciencia y fueron bien acogidos en los territorios de la sociología y de la economía”. (M. Novo, 2006:13)
Se explica así el lento avance en alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Es urgente cambiar de mentalidad si queremos dejar a nuestros descendientes un planeta habitable.