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martes, 9 de marzo de 2021

Educación empática

“Uri Treisman, un matemático del campus de Berkeley en la Universidad California observó, asombrado, que sus estudiantes asiático-americanos tendían a obtener mejores resultados que sus estudiantes afroamericanos e hispanos. Para comprender el porqué, Treisman realizó un seguimiento de los tres grupos de estudiantes de los tres grupos de estudiantes en el campus, para saber s había algo en su socialización que pudiera explicar la diferencia. Descubrió  que los estudiantes asiático-americanos iban siempre en grupo, comían juntos y se relacionaban entre sí, y constantemente hablaban de sus tareas de clase, probando hipótesis, cuestionando puntos de vista y […] negociando una comprensión y un consenso colectivo  sobre cómo enfocar sus tareas. Por el contrario, los estudiantes afroamericanos e hispanos eran más propensos a caminar solos y menos dados a hablar entre sí de sus tareas escolares.

Para comprobar se éste era el factor clave que explicaba la diferencia en los niveles de rendimiento en el aula, Treisman congregó a los estudiantes afroamericanos e hispanos, asignó a cada grupo un lugar de estudio y los ayudó a aprender a trabajar de forma colectiva y participativa. Los resultados fueron impresionantes: muchos de sus estudiantes, que eran alumnos necesitados de refuerzo, terminaron siendo estudiantes  de notable o sobresaliente. […] Si bien   aún no es la norma, un número cada vez mayor de aulas en la universidad y en la educación secundaria (incluso en los cursos inferiores) están empezando a transformarse en entornos de trabajo participativo, al menos durante breves periodos de tiempo. Es frecuente que clases de gran tamaño se dividan  en grupos más pequeños de trabajo. Posteriormente, se reúnen en sesiones plenarias en las que comparten sus conclusiones, generalmente en forma  de  trabajos de grupo. La nueva función del profesor no es tanto la de ser un conferenciante, como la de facilitar y establecer un contexto, explicar la naturaleza de la tarea, recoger los trabajos de los diversos grupos y ejercer de árbitro en un esfuerzo para llegar a un consenso en el aula. Al tiempo que del profesor se espera que comparta sus conocimientos académicos y que señale las similitudes y diferencias en los puntos de vista existentes en la disciplina académica de la que forma parte, así como en las propias reflexiones y creencias de los estudiantes, la participación del profesor se concibe como una contribución importante al diálogo, pero no es la última palabra en el tema sometido a debate. […] El aprendizaje ya no consiste solo en llenar la mente de los estudiantes con conocimientos expertos, sino también n pensar en forma crítica y participativa”. (Jeremy Rifkin, La civilización empática. La carrera hacia una conciencia global en un mundo en crisis Paidós, 2010:595-597).

Personalmente, tuve ocasión de sustituir la forma tradicional de impartir una clase –el profesor imparte una conferencia y los alumnos toman apuntes, pero no consultan otras fuentes de información- y acercarme a una enseñanza participativa.  Debo confesar que se  trata de una experiencia altamente gratificante, que pone de manifiesto hasta qué punto los alumnos son capaces de pensar y no solo memorizar. 

Se ha demostrado que el ser humano s empático. Como dice Jeremy Rifkin, ¿estamos a tiempo de alcanzar la empatia global necesaria para evitar el desmoronamiento de la civilización y salvar la Tierra?

 

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