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viernes, 15 de febrero de 2013

Desarrollo humano y democracia participativa

     En más de una ocasión, se ha señalado en este blog que el fin último del actual sistema económico es el crecimiento económico; y se ha indicado que, vistas las consecuencias derivadas de centrarse en ese objetivo, se hace necesario un cambio. ¿Es el Producto Interior Bruto (PIB) el parámetro más adecuado para medir la riqueza de un país? ¿qué es más importante: el aumento del PIB o el bienestar de las personas? ¿cuál debe ser el papel del Estado? .  Por otra parte, también se ha mencionado la desconexión entre ética y economía  con que funciona el sistema y cómo Amartya Senn encendió una luz en el horizonte gracias a su contribución a la hora de confeccionar  el Índice de Desarrollo Humano de PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo).  Hoy, con la brevedad acostumbrada, voy a referirme a la íntima conexión existente entre desarrollo humano y democracia participativa.

     Quizá la primera indicación de la conexión entre desarrollo humano y democracia participativa proceda del hilo conductor de todo el Informe sobre Desarrollo Humano correspondiente a 1993. En ese Informa se indicaba la importancia de la participación de la gente en la vida económica, cívica y política: "lo importante es que la gente tenga un acceso constante a la adopción de decisiones y el poder. La participación en este sentido es un elemento esencial en el desarrollo humano".  Por otra parte, en el Informe de 1997, se dice: "la gente debe organizarse para la acción colectiva encaminada a influir en la circunstancia y decisiones que afectan a sus vidas".

     En la introducción del libro colectivo Democracia participativa y desarrollo humano (ed. DYKINSON, Madrid, 2007, Ahedo Gurrutxaga y Pedro Ibarra, editores) se indica: "La participación nos hace más humanos. Nos concede por ejemplo conciencia en el protagonismo del propio devenir histórico, nos educa en tolerar las diferencias, en comprender la responsabilidad de las propias acciones. Nos conduce, en última instancia, a entender que cada persona, cualquiera que sea el lugar que ocupa en la sociedad, es protagonista, activo o pasivo: ocupa un lugar en el mundo.

     El que la gente decida ella misma cómo organizar y distribuir normalmente escasos bienes colectivos mejora el desarrollo de las condiciones materiales y económicas de sus vidas. Pero, además, en este caso, la participación es un valor en mismo: participar es apostar por la dignidad humana, apostar porque la persona ejerza al máximo todas sus potencialidades, que sea la protagonista de su destino, de todos sus destinos.

     Sin duda existen quienes creen que lo positivo, lo inteligente, es que los ciudadanos se puedan dedicar a sus quehaceres privados, mientras que otros les resuelven sus problemas colectivos. Pero ya sabemos a qué conduce esa decisión: los que deberían resolver los problemas colectivos, además de no tener ninguna formación específica, utilizan su posición para su enriquecimiento; y, en busca de riqueza se venden al mejor postor -en este momento, los mercados-. Mientras tanto, entretienen al ciudadano con todo tipo de actividades de juego y recreo y construyen grandes superficies con múltiples objetos de consumo ...; el objetivo es que el ciudadano no piense. Desde el punto de vista filosófico, renunciar a pensar es renunciar a pertenecer a la especie humana, lo que, a la larga, eso conduce a la insatisfacción e infelicidad; y, desde el punto de vista material ... ya estamos viendo las consecuencias.

     No se puede hablar de desarrollo humano si no se pertenece a la especie humana; y no hay desarrollo humano fuera de algún tipo de democracia participativa.

    

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente reflexión.
Como he dicho en otro blog, "por mucho que valga un hombre nunca tendrá valor más alto que el de ser hombre"; partimos de esa base y sólo añadir que el gobernante es igual que el gobernado, cedemos nuestra "soberanía" particular en favor de los gobernantes que no saben o no quieren hacer bien la labor encomendada.
cordial saludo

J. Felipe dijo...

Buen artículo y excelente reflexión como dice Inma.

Por añadir algo, hoy hay numerosos medios y un desarrollo teconológico suficiente para desarrolalr un modelo de democracia participativa o, en cualquier caso, mucho más participativa que la actual y al alcance de todos.

Por citar solo dos ejemplos, España es, no recuerdo, si no el que más, uno de los países de la UE que más firmas precisa para que una iniciativa popular tenga entrada en el parlamento. Y, aún así, ya hemos visto lo que ha pasado hace unos días con la Plataforma contra los deshaucios que, a pesar de haber obtenido el triple de firmas necesarias, de no ser por el temor a incendiar la calle, jamás la habría aceptado el partido de gobierno.

Por otro lado España es el país que menos referendum organiza de su entorno. Hay que remontarse al de la OTAN en 1986 en el último caso. No se trata de convocar consultas a este nivel todos los días pero es obvio que al menos en casos tan flagrantes como el actual, en el que el gobierno no solo ha incumplido la mayor parte de sus promesas electorales sino que camina decididamente en dirección contraria, que menos que haber preguntado al pueblo su respaldo u oposición.

Un saludo.

Juliana Luisa dijo...

Muchas gracias por vuestras aportaciones.

Un saludo