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lunes, 13 de junio de 2016

Banalidad del mal

"Banalidad del mal" es una expresión acuñada por Hannah Arendt (1906-1975), filósofa alemana de origen judio, en su libro Eichmann en Jerusalen. En este libro, Hannah Arendt, no solo describe el sumario y desarrollo del juicio, que tuvo lugar en 1961 contra Adolf Eichmann, teniente coronel se la SS y uno de los mayores criminales de la historia, sino que también analiza su personalidad através de las explicaciones que el criminal daba de sí mismo. estudio.
     Tras un concienzudo, Hannah Arendt llegó a la conclusión de que el mal puede ser obra de gente común que renuncia a pensar, que no percibe los sentimientos ajenos y se abandona a la corriente de su tiempo: Eichmann era un hombre ordinario muy eficiente a la hora de realizar las tareas que se le encomendaba.  Dice Arendt que en los ejecutores materiales del genocidio no existía un pozo de maldad abismal, ni tampoco una particular inclinación por la crueldad: eran, más bien, individuos capaces de obrar sin reflexionar en las consecuencias de sus actos, que se limitaban a cumplir órdenes y actuar  según se esperaba de ellos. Se aquí la expresión  "banalidad del mal".
     Hannah Arendt no disculpaba a los ejecutores materiales de los crímenes, sino al contrario, pretendía dar cuenta de la complejidad humana y aconsejaba a estar alerta ante la banalidad del mal para evitar que volviera a manifestarse. En un artículo de opinión, "El malentendido sobre Hannah Arendt" (El País, 9 de agosto de 2013), la escritora Monika Zgustova escribe "Y esto es válido también para los tiempos que vivimos".
     ¿Por  qué, dice Zgustova, que "es también es válido para los tiempos que vivimos"?  A mi juicio, porque el imperante sistema económico-social, además, de ser injusto e inhumano ,  intenta por todos los medios (fundamentalmente, a través de la educación y la propaganda) que los ciudadanos ni piensen si sientan, en otras palabras, se comporten como simples obedientes consumidores.  Sin embargo, quizás porque todo ha sido demasiado rápido,  cada vez son más los ciudadanos que piensan, sienten y obran como seres dotados de empatía, como seres pertenecientes a la especie humana. ¿Qué sería sin ellos?  Ellos, cada vez en mayor número, son los únicos que pueden cambiar el sistema.

4 comentarios:

Óscar Gartei dijo...

Anular el pensamiento crítico es el primer paso para lograr una masa de trabajadores eficientes y que no se oponen al sistema. Así, se les puede ordenar que hagan cualquier cosa sin que rechisten, o que acepten medidas legislativas que les coartan las libertades. Nos transforman en consumidores y poco menos que máquinas sin razonamiento.

Porque el mal, en efecto, a veces nace de la indiferencia y del silencio. Del dejar pasar los atropellos sin intervenir, de la omisión. A veces, incluso nace también de las buenas intenciones. El mal (aunque es un concepto en el que no creo mucho), es el camino más fácil y el que la mayoría escoge.

J. Felipe dijo...

Fahrenheit 451, la novela de Ray Bradbury llevada al cine por François Truffaut expone muy bien esta situación. 451ºF es la temperatura a la que arde el papel y de eso se trata precisamente de una brigada de bomberos que en vez de apagar incendios se dedica a ¡quemar libros! La historia se desarrolla en un futuro distópico en el que se le ha restado la capacidad de pensar y decidir por si misma de las personas.

¿Llegaremos a eso? Sin duda, en el camino estamos, por eso quizá haya llegado el momento de intentar impedirlo.

Un saludo

Camino a Gaia dijo...

No dudo de la capacidad alienante de la máquina del fango en que se ha convertido la prensa. No dudo la capacidad estratégica de los tanques de ideas en su labor mercenaria de aplastar las verdades incómodas. Pero tampoco dudo de las leyes de la Naturaleza. De las consecuencias que son inevitables e inherentes a todo acto. Tanta información para tan poca verdad acaba pesando. En forma de endogamia ideológica que empieza a parir aberraciones, palabras con espuma rabiosa y delirante, canciones de cuna para los arsenales.
Hasta el mas terrible de los horrores puede hacerse cotidiano, cada invierno puede matar como si no hubiese primavera.

Juliana Luisa dijo...

Muchas gracias por vuestros comentarios. No hace falta decir que estoy de acuerdo. No quise ser pesimista y mencioné la existencia, cada vez mayor, hay que reconocer, de personas que completan el pensar y sentir con el actuar. Pero va todo tan despacio, que, a veces, no puedo dejar de dudar si llegaremos a buen puerto.

Un saludo