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jueves, 25 de julio de 2019

Afrotopía


Afrotopia es un libro  del senegalés Felwine Sarr, citado en la “entrada” del día 19 de este mes, editado por Casa Africa en colaboración con La Cararata,  que contribuye a un mejor conocimiento de la actualidad de los países africanos.  Para Sarr se trata de pensar en África en movimiento pasando por encima de los conceptos y términos que se han utilizado para describir y baremar el continente (crecimiento económico, Producto Interior Bruto, …) y  que han fracasado al aplicarlos a las sociedades africanas y que, en realidad,  han negado “la creatividad propia de estas sociedades y su capacidad para producir otros futuros posibles”.  En otras palabras,  las sociedades occidentales sean constituido en referente que descalifica “cualquier trayectoria y forma de organización social” distinta a la suya. De ahí la importancia y necesidad, según Felwine Sarr, de elaborar un proyecto, en muchos países africanos, que emane de su propio ser y visión del mundo, alejando modelos sociales que no son adecuados para ellos y que carecen de sentido para quienes los habitan. Deshacerse, en definitiva, del modelo que impera a nivel global, en el que prima “la cantidad sobre la calidad”, “el tener sobre el ser”.
Pero, sobre todo, Sarr alude al déficit de pensamiento, a la necesidad de articular un pensamiento sobre el presente y el devenir de África.
Lo anterior enlaza  con lo que los intelectuales africanos han mostrado en múltiples ocasiones: la necesidad de descolonizar el pensamiento y crear una comunidad intelectual  que pensara y reflexionara primero sobre África desde dentro y, después sobre el mundo contemporáneo. Una de las causas del empobrecimiento económico y social de África es la previa depauperación de las mentes africanas a las que se ha condenado exclusivamente a tratar de sobrevivir.
Africanos expertos de distintas ramas del saber señalan la exigencia de que  África no sea un pálido reflejo de Europa. “Si  queremos que la humanidad de un paso más allá, que queremos elevarla a un nivel diferente de aquel a donde la ha llevado Europa, hay que inventar, entonces hay que descubrir”. Sarr habla de la relación con lo económico de un orden mecanicista, racionalista  que somete al mundo y a sus recursos a una explotación en beneficio de una minoría, desequilibrado así las condiciones de vida.
Consciente de que “pensar África es caminar bajo un amanecer incierto”, el autor de Afrotopía, expresa el deseo de que su discurso no se quede en palabras, para lo cual, a lo largo del libro, pone ejemplos y aspectos muy concretos en los que comenzar a incidir para llegar a una auténtica “revolución cultural”.
 África no tiene que alcanzar a nadie, no tiene que imitar a nadie. Necesita lograr su descolonización a través de un encuentro fecundo consigo misma.
En treinta y cinco años, la población africana representará un cuarto de la humanidad. Un peso demográfico y una vitalidad que inclinarán los equilibrios sociales, políticos, económicos y culturales del planeta. Afrotopía no es un dulce sueño. Es una utopía activa que pretende sacar a la luz los vastos espacios posibles de las realidades  africanas y fecundarlos; es conducir a la humanidad a un nivel superior. (“África o el ser más que el tener”, blog.elpaís, “África no es un país” 14 de diciembre de 2018)
Esta idea estuvo presente los días  en que celebró el Congo Internacional Film Festival (CIFF), el festival de cine más veterano de la República Democrática del Congo –van por la decimocuarta edición- que este año se celebró en “la ciudad volcánica de Goma, en el este del país, esa región donde late uno de los peores conflictos del planea”.
“Ya hace 25 años que la guerra plantó aquí sus raíces y desde entonces, además de cinco millones de muertos, la violencia ha condenado a la población al desplazamiento constante, al miedo y a la vida donde el mañana  es casi imposible de predecir. Las decenas de grupos armados cambian de nombre y de intensidad marcando por días o temporadas, los grados de violencia, mientras de las minas siguen saliendo oro, diamantes y coltán”.
Por eso el CIFF no va de estrellas y de estrenos. La idea es aprovechar la situación para construir la paz, la dignidad, el pensamiento crítico. “Y para eso hacemos falta todos”, afirma Kenye, fotógrafo de 21 años.
Según la moderadora de las sesiones de debate del CIFF , este festival y la entidad que lo organiza constituyen un espacio de esperanza para Goma y para todo el país. Es cierto que las meras condiciones de seguridad hacen que convocar a un pase de películas cuando ya ha caído la noche, sea un reto. Pero hay que atreverse a ver cine, a hacerlo y a preguntarnos que queremos para nuestro futuro, Es una cuestión de responsabilidad. Para ella,  solo hay dos opciones: “O nos  comprometemos con la reconstrucción y el desarrollo de nuestro país y lo convertimos en una tierra pacífica o nos dejamos retroceder”. (“Un festival de cine como desafío al conflicto en Congo”, El País, 23 de julio de 2019)

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