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sábado, 17 de agosto de 2019

Empatia y solidaridad


Estamos en un momento de la historia de la humanidad en el que lo primero que necesitamos es no olvidar que pertenecemos a la especie humana, tener conciencia de especie.  De este tema ya he hablado hace mucho tiempo. Ahora retomo este tema, porque considero urgente demostrar que es falsa la expresión de Juan Cruz: “La maldad somos nosotros. Se ha ido haciendo con la historia”.
Para entender mejor todo, conviene saber que para el vigente sistema económico-social, interpretando de forma un tanto sui generis la doctrina de Adam Smith, el comportamiento del ser humano responde a un previo cálculo de coste/beneficios. Los seres humanos son egoístas, naturalmente interesados en sí mismos, sus afectos y disposiciones son irreformables, y no cooperarán con los demás en tanto no tengan expectativas de un beneficio propio, o se vean obligados a ello por una fuerza externa. ¿Es por eso que Juan Cruz (El País, 26 de julio de 2019) dice:  “La maldad somos nosotros”. “La violencia, la guerra, la maldad. La huellas del mal está en nosotros”.
Sin embargo, esta idea del ser humano no ha sido avalada por ninguna de las investigaciones en Psicología y Neurociencia.  Es un tema que desde el principio me ha preocupado y al que he dedicado muchas “entradas”. Empecé mencionando el descubrimiento de las neuronas-espejo y mencionando que cuando existe una manipulación consciente y masiva por parte de la élite, se vuelve cada vez más difícil poner de manifiesto nuestra naturaleza empática. La cultura capitalista bloquea, de forma, intencionada nuestra  naturaleza empática.
En un momento determinado me referí a la unánime opinión de que solo podremos sobrevivir si se amplía nuestra empatía hasta que incluya a todos los seres humanos. Jeremy Rifkin, en su libro La civilización empática. La carrera hacia una conciencia global en un mundo en crisis (2010:13), escribe:
“Descubrimientos reciente en el estudio del cerebro y del desarrollo infantil nos obligan a replantear la antigua creencia de que el ser humano es agresivo, materialista, utilitarista, no interesado por naturaleza. La conciencia creciente de que somos una especie especialmente empática tiene consecuencias transcendentales para la sociedad”
“Esta nueva forma de contemplar la naturaleza humana abrir las puertas a una narración que no se ha contado hasta ahora”. “Quizá la cuestión más importante a la que se enfrenta la humanidad es si podemos lograr la empatía global a tiempo de salvar la  tierra y evitar el derrumbe de la civilización”.
En 2008, Gary Olsom, profesor de Ciencias Políticas, publicó un artículo titulado De las neuronas espejo a la neuropolítica moral, en el que intentaba explicar cómo después de que nuestra compresión de la empatía ha aumentado  no hemos sido capaces de producir un mundo más pacífico si no que seguimos en un mundo  colmado de violencia abierta y estructural. Llega a la conclusión de que desde pequeños se nos educa y se nos entretiene para evitar que nos enteremos, o que entendamos el dolor  de los demás. Y ello porque la exposición a determinadas nuevas verdades acerca de la empatía supone una amenaza directa a los intereses de las élites.
  Me pareció oportuno consultar el libro de Luis Rojas Marcos, psicolingüista  en la Universidad de Harvard, que mereció el Premio Espasa Ensayo 1995, titulado   Las semillas de la violencia (1995). En ese libro, Rojas Marcos indica que “el crimen florece allí donde reina el desequilibrio entre aspiraciones y oportunidades o existen marcadas desigualdades económicas;  recuerda a Erich Fromm cuando dice que “que “los hombres y las mujeres no pueden vivir como un mero objeto y sufren intensamente cuando se ven reducidos a una máquina que simplemente come y propaga”. 
Una parte importante de los seres humanos no solo  han sido reducidos, por el sistema capitalista, a simples máquinas, sino que, además, el mismo sistema les ha provisto de multitud de “juguetes” que les impide pensar.  Y como señala Juan Cruz en el texto indicado, “dejar de pensar nos vuelve inhumanos, decía Hannah Arendt.
Pertenezco al grupo de ciudadanos que cree que, a pesar de todo, la empatía y la solidaridad del ser humano, junto con su poder creador, pueden conducir a un paradigma económico distinto del actual. El único problema es que tenemos poco tiempo. Necesitamos que se tome conciencia de que nosotros, los seres humanos, no somos la maldad.

1 comentario:

Camino a Gaia dijo...

Quizá habría que tener en cuenta el porcentaje de personas que carecen de empatía y que a su vez tienen una querencia por el poder, precisamente porque ven en él una forma de garantizarse la impunidad.