Hace diez años, la comunidad internacional se comprometió a poner fin al trabajo infantil en
todas sus formas en 2025, pero actualmente 138 millones de niños y
niñas en todo el mundo están obligados a trabajar, una cifra podría ir
en aumento debido a los recortes en cooperación decretados por Estados
Unidos y otros donantes occidentales.
Son las conclusiones de un informe conjunto publicado este miércoles por
Unicef y la Organización Internacional de Trabajo (OIT) que se realiza
cada cuatro años. “Estas cifras nos siguen mostrando un panorama desolador de
trabajo y de explotación. La pobreza hace que familias vulnerables
empujen a sus hijos al mercado laboral por pura supervivencia. Y el
contexto actual de recortes en la ayuda al desarrollo genera una gran
preocupación”, dice a este periódico Rocío Vicente, especialista de
programas internacionales en Unicef-España.
Desde enero, cuando Donald Trump volvió a la Casa Blanca, USAID, la agencia de cooperación de Estados Unidos, responsable de más del 40% del volumen mundial de ayuda al desarrollo,
se ha prácticamente desmantelado. A eso se suman recortes en solidaridad
en otros países, como Alemania o Reino Unido. Si disminuyen los fondos
internacionales destinados a fomentar la educación, garantizar la
protección social y reducir la el hambre en el mundo, inevitablemente
habrá familias vulnerables que se vean obligadas a enviar a alguno de
sus hijos a trabajar.
“Los recortes en la financiación mundial amenazan con hacer retroceder
los logros conseguidos con tanto esfuerzo. Debemos volver a
comprometernos con que los niños estén en las aulas y en los patios de
recreo, y no trabajando”, pide en este informe la directora ejecutiva de
Unicef, Catherine Russell.
En el estudio, publicado un día antes del Día Mundial contra el Trabajo Infantil que se celebra cada 12 de junio, se reconocen progresos: el número
global de pequeños de entre cinco y 17 años obligados a trabajar se ha
reducido en 22 millones desde 2020.
"La pobreza hace que familias vulnerables
empujen a sus hijos al mercado laboral por pura supervivencia. Y el
contexto actual de recortes en la ayuda al desarrollo genera una gran
preocupación", indica Rocío Vicente, Unicef
“Tras un preocupante aumento del trabajo infantil en las estimaciones
mundiales de 2020, el temido empeoramiento tras la pandemia de covid no
se ha hecho realidad y el mundo ha conseguido volver al camino del
progreso”, celebran los autores del estudio.
Desde 2020 y por regiones, en Asia y el Pacífico, la cifra de niños que
trabajan se redujo de 49 millones a 28 millones. En América Latina y el
Caribe, el número de personas entre 5 y 17 años que trabajan pasó de 8,2
millones a 7,3 millones en el mismo periodo de tiempo.
La situación es más preocupante en el África subsahariana,
donde hay 87 millones de niños y niñas que se ven obligados a trabajar.
La cantidad no ha variado en los últimos cuatro años, porque la
población ha aumentado significativamente, aunque sí se ha reducido
ligeramente en términos porcentuales (del 23,9% al 21,5%) .
“En África, el peso de la agricultura de subsistencia es muy fuerte y
además es un sector poco regulado. A menudo, la familia entera,
castigada por la pobreza, debe colaborar en las tareas. Por eso el
número de niños, sobre todo de menos de 11 años, que trabaja, no se ha
reducido”, dice Vicente.
El informe calcula que del total de niños que se ven obligados a
trabajar, 54 millones realizan labores peligrosas, que ponen en riesgo
su salud, seguridad y desarrollo: desde una mina en África a las opacas
fábricas textiles de Asia. Un 61% de los menores que trabajan lo hacen
en el sector agrícola, un 27% en los servicios, como el trabajo
doméstico o los mercados, y un 13% en las industrias.
En este drama que castiga a la infancia hay también una importante
cuestión de género. Los niños tienen más probabilidades que las niñas de
verse inmersos en el mundo del trabajo a cualquier edad, pero cuando se
incluyen las tareas domésticas no remuneradas de 21 horas o más a la
semana, la brecha de género se invierte, y son las niñas las que se ven
rápidamente explotadas.
“Esto tiene que ver con las estructuras patriarcales que hacen que en
algunos países las niñas y adolescentes estén en este rol de cuidadoras,
que se casen a edades tempranas y trabajen desde muy jóvenes asumiendo
cargas y responsabilidades que no son propias de su edad. Son perfiles
muy vulnerables e invisibilizados, que además de explotación, sufren
violencia”, estima Vicente.
Según Gilbert F. Houngbo, director general de la OIT, “el progreso es
posible” y las cifras lo demuestran. En el año 2000 había 245 millones
de niños y niñas en todo el mundo forzados a trabajar. La buena noticia
es que 25 años después hay 107 millones de niños menos en esta
situación, a pesar de que la población infantil aumentó en 230 millones
en el mismo periodo.
"Los padres deben recibir apoyo y tener
acceso a un trabajo decente que les permita que sus hijos estén en la
escuela y no vendiendo cosas en los mercados o trabajando en las granjas", señala Gilbert F. Houngbo, OIT
El estudio de la OIT y Unicef calcula que para acabar con el trabajo
infantil en los próximos cinco años, los progresos deberían producirse a
un ritmo 11 veces superior. Especial preocupación despierta la franja
de edad de entre cinco y 11 años, donde los avances han sido más lentos
en estos años. En cifras, en el año 2000 había 91 millones de niños y
niñas de esta edad en situación de trabajo infantil y ahora son 78
millones.
“Perdemos a los niños a edades muy tempranas”, resume Vicente. La
experta de Unicef estima que hay pequeños que empiezan ayudando a sus
familias en plantaciones de cacao o algodón algunas horas por día y que,
poco a poco, entran en ese engranaje, van abandonando la escuela sin
que nadie sea capaz de poner remedio, y después “es muy difícil que
vuelvan a reengancharse”.
“Son niños que probablemente no puedan salir de este círculo
y terminarán trabajando en condiciones muy precarias, quizás en el
sector informal, y con riesgo de ser explotados. Nuestro foco tiene que
ser la prevención”, agrega.
En la práctica, ¿cómo se
protege más y mejor a los niños? “Identificando a los pequeños en
situación de riesgo, y también “proporcionando un acceso universal a la
educación”, especialmente en zonas en crisis, responde el informe.
Además, se insta a los gobiernos a invertir en protección social en los
hogares vulnerables, por ejemplo, con prestaciones universales por hijo,
para que las familias no se vean obligadas a recurrir al trabajo
infantil. Por último, también se subraya la importancia de reforzar las
leyes y la responsabilidad empresarial para acabar con la explotación.
“Tenemos que tipificar qué es un trabajo peligroso, tiene que haber más
inspecciones para evitar los delitos contra los menores”, cita Vicente. (Fuente: El País. Planeta Futuro, 11 de junio de 2025)