El contenido de este blog se ha cedido al dominio público: puede ser copiado, parcial o totalmente, sin previo permiso de la autora.


martes, 29 de enero de 2013

Humanizar la sociedad tecnológica. Propuesta

      Lo natural es pensar que los adelantos científicos y técnicos sirvan para liberar al ser humano del trabajo repetitivo y, así, dejarle tiempo libre para desarrollar todas sus potencialidades. Sin embargo, las cosas no han sido así: ahora el ser tiene menos tiempo para la familia, los amigos, para hacer lo que realmente le llena y le hace feliz, que el que tenía antes de existir la máquina. Las consecuencias de todo tipo no se han dejado sentir.

     Ahora, salvo excepciones, el ser humano se ha convertido en un ser pasivo, pendiente de que le indiquen qué productos debe consumir y sin tiempo libre porque debe trabajar para comprar objetos que realmente no necesita.

     Según Albert Camus, novelista, ensayista, dramaturgo, filósofo y periodista francés nacido en Argelia, "el problema más grave que se plantea a los espíritus contemporáneos: el conformismo, y la pasión más funesta del siglo XX, la servidumbre. Más que el equilibrado, el hombre normal es el hombre domesticado". Quizás convenga recordar que a Albert Camus se le concedió en 1957 el Premio Nobel de Literatura por "el conjunto de una obra que pone de relieve los problemas que se plantean en la conciencia de los hombres de hoy".  Con anterioridad, Albert Einstein dijo que temía el día en que la tecnología sobrepasase nuestra humanidad, porque, en ese momento, el mundo solo tendría una generación de idiotas.

     Con la idea de contribuir a que la sociedad tecnológica sea una sociedad humana, Erich Fromm en el capítulo "Humanización de la sociedad tecnológica" de su libro El principio de la esperanza, señala los pasos que, a su juicio, pueden conducir a un cambio de la sociedad; y dedica el último capítulo. "¿Podremos hacerlo?", a describir cómo podrían seguirse esos pasos, mediante métodos democráticos.

     Fromm basa su estrategia en la formación de grupos de personas (unos, de 10 a 20 personas y, otros, tipo club, de 100 a 500 personas) que "pueden ser formados dentro de agrupaciones políticas, religiosas y sociales ya existentes, o bien por individuos de diferente extracción social y marco social".  Esos grupos deben practicar la solidaridad, la empatía, la amistad ... y ser críticos, sin dejarse llevar por "el consuelo de la constante indignación". Crítica positiva que lleva a la acción y no crítica negativa que no lleva a ninguna parte.

     Estos grupos "desarrollarían un nuevo estilo de vida, sin sentimentalismos, realista, valeroso y activo".  Poseerían un nuevo estilo de consumo, no necesariamente mínimo, sino un consumo significativo que sirva a las necesidades de la vida y no a las de los productores". "Tratarían de trascender su yo [individualismo] y de estar abiertos al mundo". "(...) tendrían su propia vida cultural y se educarían en los conocimientos que el presente sistema educativo le falta transmitir".

     "Los grupos serían autónomos, aunque los mantendría en contacto una común organización flexible, que facilitaría la comunicación entre ellos".

     "Es esencial que los grupos no se basen en formulaciones particulares de conceptos que los miembros tengan que aceptar para participar en ellos. (...) Podemos imaginar, por ejemplo, un grupo que esté a favor de la desobediencia civil y otro que no lo esté. Cada individuo tendría la oportunidad de sumarse a aquel grupo particular que mostrara la actitud más afín a la suya", sin, por ello, dejar de pertenecer a un movimiento mayor cuyo objetivo es humanizar la sociedad tecnológica.

No hay comentarios: