En La revolución de la esperanza, Erich Fromm, después de explicar los problemas creados por una revolución industrial, no adecuadamente manejada, dedicar un capítulo al tema de la esperanza y, otro, a indicar qué significa, para él, pertenecer al género humano y los problemas, de todo tipo, que se derivan de no actuar como tal, describe los pasos, a su juicio, idóneos para "humanizar" una sociedad, sin renunciar a los adelantos de la ciencia y la técnica.
Partiendo de la evidencia de que "uno de los rasgos más patológicos en nuestra sociedad es la tendencia a hacer pasivo al hombre privándolo de la oportunidad de participar activamente en los asuntos de la sociedad, en la empresa en que trabaja y, de hecho, aunque de forma más disfrazada, en sus asuntos personales", Fromm aborda la posibilidad de cambiar la "vida social, económica y cultural" en "tal forma que estimule y fomente el crecimiento [no económico] y lo vivo" del ser humano, único camino de proporcionarle felicidad.
El primer paso que propone Fromm se refiere a las relaciones de los trabajadores con la empresa. En este sentido, esta paso constituye un interesante antecedente de lo que ahora llamamos Responsabilidad Social de la Empresa (RSE), con la salvedad de que Fromm no aborda ningún aspecto relacionado con el medio ambiente. En los años en los que se escribe y publica este libro los temas medioambientales no habían llegado a adquirir la importancia que tienen ahora, por ejemplo, todavía no había surgido el concepto de huella ecológica.
El segundo paso, propuesto por Fromm, se refiere al papel del ciudadano en las decisiones políticas. Erich Fromm diseña un sistema análogo al que los filósofos políticos contemporáneos denominan "gobierno por discusión", gobierno por consenso o gobierno participativo. En consonancia con lo que indica Jeremy Rigkin en su obra La civilización empática, indica que, en este proceso, pueden llegar a ser útil el desarrollo y uso de las técnicas de la información y de la comunicación. Sin embargo, diversos acontecimientos, que no es éste el lugar de describir, ha desaparecido la única forma de democracia existente.
Para mantener al ciudadano obediente y pasivo, como indicaba Zbignew Crzesinski (véase entrada anterior), nada mejor que una educación y cultura diseñadas con ese objetivo. Una educación, a todos los niveles -incluso universitario- repetitiva y con una estructura empresarial, pensada para disponer de mano de obra con destino a la empresa. Y una cultura que empuja al ciudadano al mayor consumo posible.
Desde mi punto de vista, los pasos propuestos por Erich Fromm sigue siendo adecuados para hacer mejor la sociedad actual. Considero que puede ser de utilidad analizar la forma cómo este psicólogo social imaginó que se podía empezar a caminar.
2 comentarios:
Un ejemplo de manipulación de la educación en favor de los grandes lobbys de empresarios es el Plan Bolonia; eliminación de determinadas licenciaturas por ineficientes, o por no sé que causas baladíes (vid. las humanidades) y la implementación de otras como las relacionadas con el mundo empresarial....
Buena entrada
Cordial saludo
Sin embargo el Plan Bolonia era un muy buen Plan. Puedo presumir de conocerle muy bien. Lo que van a hacer ahora, al menos en España, no tiene que ver nada con ese Plan.
Un abrazo
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