En un principio el título de esta entrada iba a ser "Vida de perros", pero pronto me he dado cuenta de que, dentro del actual sistema económico-social, la vida del ciudadano normal es mucho peor que la que llevan, en ese mismo sistema, los perros. Veamos.
Primero está, tanto para los ciudadanos como para los perros, la fase o etapa de domesticación. En esa etapa, se forma al ciudadano para que sea útil para elevar el crecimiento económico de su país: un ministro de Educación aconsejaba a los jóvenes a ser prácticos y no estudiar aquello que les gustaba. En esa fase, a los perros se les enseña a utilizar sus potencialidades como especie, por ejemplo, su excelente olfato. ¿Por qué al ciudadano no se le enseña a pensar crítica y creativamente, es decir, en palabras de Eduard Carbonell, no se le enseña, por lo menos, a "adquirir conciencia de especie".
Terminada esta etapa de la vida, el ciudadano iniciará otra como trabajador. Pero para contribuir al crecimiento económico de su país hay que ser competitivos y la competitividad supone una disminución de los gastos laborales y medioambientales. Como decía un presidente de la CEOE (Confederación Española de Organizaciones Empresariales), "hay que trabajar más y ganar menos". Es decir, ese ciudadano no tendrá tiempo para la familia, dialogar con sus hijos y/o hijas, hacer labores de voluntariado, para realizar actividades creativas o que sirvan para aumentar el capital social del entorno en que vive.
De todas formas, como siempre habrá algún rato libre, el sistema ha previsto qué puede hacer: cumplir las obligaciones como "fan" de un equipo de fútbol o de cualquier deporte o puede comprar cosas que no necesita -hay que potenciar el consumo, indica el actual sistema económico- sobre todo de artefactos creados gracias a las TIC (Técnicas de Información y Comunicación). En todos los casos, el ciudadano es un agente pasivo y, en relación con la última actividad -compra de artefactos tecnológicos- Einstein dijo que temía el día en que la tecnología sobrepasase nuestra humanidad, porque, en ese momento, el mundo solo tendría una generación de idiotas.
Y llega la última etapa: la jubilación. A pesar del deteriora que, con la edad, empieza a sufrir nuestro cuerpo, tendremos tiempo para hacer lo que queramos, el Estado se encargará de nuestro sustento a través del sistema de pensiones. Pero ¿qué hacer si solo nos han enseñado a trabajar y consumir? Nos dedicaremos a pasear, a jugar a las cartas, quizás podamos apuntarnos a esos viajes que organizan nuestros dirigentes, pensando no en nosotros, sino en el sector hotelero,...
Sin embargo, ha surgido un problema: hay muchos jubilados y pocos trabajadores que coticen en la Seguridad Social, que es en dónde el Estado saca el dinero para las pensiones. ¿Qué hacer? Se pueden hacer muchas cosas, pero la empatía, la solidaridad, la inteligencia y la sabiduría son incompatibles con un sistema económico que solo sabe atender a la evolución del Producto Interior Bruto (PIB), y, únicamente, ha pensado en aumentar la edad de jubilación, reducir el valor de las pensiones y/o hacer que el jubilado siga trabajando para completar la pensión.
Es cierto que no es así para todos los ciudadanos, pero nadie puede negar que lo es para una amplia mayoría. Hay que demostrar que el ser humano es muy difícil domesticar. Como dijo Erich Fromm, es necesario y posible cambiar, es decir, humanizar la sociedad tecnológica.
2 comentarios:
En Madrid ya hay un barrio de chabolas de 30 000 habitantes, según decía un reportaje televisado en Francia. ¿Cuánto tiempo tardará en reaccionar el pueblo frente al atropello de las autoridades?
Hace mucho tiempo que, desde distintas sensibilidades,se está diciendo que el mundo no será un lugar seguro (ni siquiera para los ricos) si no se corrigen las cada vez mayores desigualdades. Tenemos obligación, es nuestra responsabilidad, corregir esta tendencia; seremos acusados por nuestros descendientes (los que sufriran nuestra pasividad), si no hacemos nada.
Un saludo
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